Opinión

Los proscritos

Por: Diario Concepción 25 de Enero 2020
Fotografía: José Manuel Ventura

Dr. José Manuel Ventura
Integrante del Programa de Estudios Europeos

Pensando en una efeméride que pudiera servir de inspiración, me vino a la mente el asesinato de Walter Rathenau, el 24 de junio de 1922. Salta a la vista que queda tiempo para el centenario, pero tal vez sea urgente planteárnoslo ahora. Cuando, siendo adolescente, leí sobre este acontecimiento, no entendí, más allá de la tragedia de una muerte, la trascendencia que podía tener.

Fue hace unos quince años que comprendí el asunto al leer las memorias de Ernst von Salomon, cómplice del hecho (espió al objetivo y prestó su auto a los responsables) y sentenciado por ello a prisión durante cinco años. En Los proscritos, este antiguo miembro de los Freikorps (grupo paramilitar antibolchevique) recoge las palabras de Erwin Kern, corresponsable del crimen, junto a Hermann Fischer: “La sangre de ese hombre ha de trazar la barrera que separe de modo irreconciliable los campos que han de quedar deslindados para siempre”.

Dos meses antes, Rathenau (empresario judío, patriota, responsable de recursos estratégicos en la Alemania Imperial, fundador del Partido Democrático y ministro de la reconstrucción económica de postguerra) había firmado, como ministro de Exteriores de la República de Weimar, el Tratado de Rapallo con la Unión Soviética. Su muerte fue muy llorada en Alemania, pero once años después los monumentos que conmemoraban sus obras fueron destruidos por los nazis ya en el poder, quienes, además, rindieron homenaje a las tumbas de Kern y Fischer.

Por su parte, Salomon rechazó el juramento de fidelidad a Hitler firmado por 88 escritores a finales de 1933, mientras que el ultraderechista Alfred Hugenberg (que había apoyado la subida al poder de los nazis) fue forzado a abandonar la política activa; y no pocos en el partido comunista alemán lamentarían haberse opuesto en las elecciones a los socialistas con tanta o más fuerza que a sus, en aquel entonces, fieros perseguidores, que se preparaban para proclamar el III Reich.

Y ahora no intenten buscar a quién le cuadra el papel de nazis (o de otros personajes) en el panorama actual. La Historia no se repite de manera literal ni se reduce su análisis a un recetario maniqueo.

La reflexión que me gustaría hiciesen tiene que ver con la violencia, que puede provenir de diversas adhesiones políticas. Porque resulta preocupante constatar lo extendidas que están hoy opiniones (aunque parezcan minoritarias) que desprecian la negociación, el reformismo y consideran la violencia como solución necesaria a nuestros problemas (pueden conectarlo con otros fenómenos leyendo Cómo mueren las democracias, de Levitsky y Ziblatt).

Decididamente, los profesores de Historia debemos hacer profundo examen de conciencia sobre nuestra labor en la última década si esa es la conclusión a la que ha llegado una parte importante de la ciudadanía, no solamente los jóvenes, sino, de manera más preocupante, “esa cierta gente de cuarenta o más”.

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