Opinión

Nuestra responsabilidad cívica y política

Por: Diario Concepción 26 de Noviembre 2019
Fotografía: Isidoro Valenzuela M.

Jaime Tohá González
Diputado de la República

Las enormes manifestaciones de Octubre, que se prolongan hasta hoy, representan el surgimiento inequívoco de una ciudadanía que ha dicho basta a los abusos y a una forma de relacionarse con el poder. Estas viejas iniquidades, a veces imperceptibles y otras manifiestas, han cimentado un sustrato común: el de una colectividad sin cohesión social que ha cruzado hacia el siglo XXI con años de crecimiento sostenido, pero sobrellevando una desigualdad que no ha permitido hacer viable una convivencia democrática. Se suma a esto una cierta incapacidad de nuestra democracia representativa de dar cabida real a los territorios, de no dialogar con los pueblos originarios, y de no reservarse sus recursos naturales estratégicos.

Si bien es cierto que ha habido avances, hemos llegado tarde. Son las personas en las calles las que hoy reverdecen sus aspiraciones a una mejor salud, educación, trabajo y pensiones para hacer de esta vida común algo digno. Estamos ad portas de iniciar un proceso constituyente para deliberar el contenido de una nueva Carta, y eso ha sido gracias a una ciudadanía movilizada, pero también a que, incluso aquellos sectores políticos que históricamente se habían opuesto, se han abierto para avanzar hacia un nuevo texto constitucional con legítimos representantes electos para ello. Este compromiso posee una voluntad genuina, y no está hecho para que la nación vuelva a una normalidad ajena a los cambios, sino para que ella pueda, dentro de los cauces democráticos, transformarse en una nación distinta. Tenemos una oportunidad histórica de darnos un marco para una nueva convivencia, sin que ella provenga de una imposición o de una matriz autoritaria.

Por esto, la responsabilidad cívica y política de quienes creen en los acuerdos debe estar puesta en dos cosas: en apoyar con decisión el proceso para lograr una nueva constitución mediante una Convención Constitucional, y en dar un voto de confianza en favor de quienes creen en la democracia y en sus instituciones. Aquellos que piensan que el colapso y el desgobierno pueden ser el camino para que desde las ruinas surja un nuevo orden, no están pensando en una convivencia viable ni en un futuro de paz. Construir país implica siempre conjugar los pareceres y comprender que, en una sociedad hecha para la libertad humana, jamás debemos ver en el adversario un enemigo, ni menos pretender tener tras de sí la totalidad de las conciencias. El todo o nada es un camino sin retorno no sólo para quienes lo enarbolan, sino para todos y todas.

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