Opinión

Desigualdad y abusos: pérdida de una ética pública

Chile despertó. Está llamado a cambiar y ese cambio debe ser hacia una ética pública que revalorice el rol del Estado y de la Sociedad Civil.

Por: Diario Concepción 03 de Noviembre 2019
Fotografía: Diario Concepción

Eric Aedo Jeldres

Hace ya 14 días se inició en Chile la mayor crisis político y social de los últimos treinta años. Sin duda, desde la recuperación de la democracia allá por ese lejano 1990, las esperanzas de una sociedad democrática inclusiva y que generase un mayor bienestar social se fue desvaneciendo. No se trata de que los chilenos no reconozcan los avances en sus condiciones de vida individual, familiar o colectiva. Se trata de que la ética con la cual se derrotó a la dictadura se fue diluyendo y mutando. Libertad y justicia fueron los principios que movilizaron a la población. Libertad y justicia se tradujeron a que con un lápiz y un papel los chilenos cambiaron su destino.

Sin embargo, cambiamos libertad y justicia por una idea que hemos repetido como un mantra por ya veintinueve años: “en la medida de lo posible”. Y esa idea repetida hasta la saciedad dio paso a un Estado Mínimo, un mero protector de algunas libertades individuales. Dio paso a una sociedad civil atomizada e individualizada.

En ese cambio de paradigma ético nos pareció normal que el 1% más rico de Chile, ciento ochenta mil personas, concentrase el 25% de la riqueza del país. O que el 10% de mayores ingresos, es decir, un millón ochocientos mil chilenos, concentraran el 65% de la riqueza de Chile, mientras el 90% de la población, dieciséis millones doscientas mil personas, participan del 35% de la riqueza del país.

Max Weber distinguía entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. Sin duda, la política y la economía se mueven en el ámbito de la ética de la responsabilidad. Pero ésta última no significa el mantenimiento del orden o sistema establecido como un statu quo, intocable.

Chile despertó y también los chilenos. Está llamado a cambiar y ese cambio debe ser hacia una ética pública que revalorice el rol del Estado, de la Sociedad Civil y que dé sentido a las varias dimensiones en donde como personas nos encontramos implicados, la vida política, económica, profesional, lúdica o simplemente cotidiana. En la vida pública, voto obligatorio, cambio constitucional, fin del rol subsidiario del estado. En el ámbito económico fin a los monopolios y a la concentración de mercados, sindicatos fuertes. En la vida cotidiana, el fin de la prepotencia y ese afán de “saltarse la fila”.

Sin ética pública, solo abuso y desigualdad.

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