Opinión

¡Que pase la ola!

Las decisiones hace tiempo que dejaron de tomarse en los espacios que se supone constituyen una manifestación de la soberanía.

Por: Diario Concepción 30 de Octubre 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, doctor en Derecho

¡Que pase la ola!, ¡que aguanten los cimientos de esta construcción social que alberga y satisface sólo los intereses de unos pocos! Los excluidos no deben pensar, no saben lo que quieren, son sólo lumpen e ignorancia, sólo una generación joven que con antiguos trasnochados han desempolvado sus viejos y ajados himnos y banderas, apolillados y ensangrentados.

¡Que pase la ola! Mientras los pilares de la institucionalidad constitucional crujen con fuerza, pero que deben resistir para que todo siga igual. Hay que apretar bien los dientes, mantener los ojos cerrados y negarse a observar la cara al otro, mejor quedarse aferrados a dichos pilares y que pase luego este bochorno. La turba en algún momento se tiene que aburrir. Sin articulación, sin organización y dejándole cada vez más espacio a la vistosa violencia descontrolada, pronto sus demandas se quedarán donde siempre: en carteles y “memes”.

¡Que pase la ola! Para mantener respirando esta Constitución caduca, que nos condujo hacia la fusión de las pequeñas pero poderosas elites políticas, financieras y económicas, permitiendo el surgimiento de una nueva clase dominante, que transformó la actividad política en una pura pirotecnia manipuladora y de matinal farandulero, repleta de operadores que viven del espectáculo protagonizado por partidos que devinieron en máquinas electorales sin fondo ideológico ni programático. Que destruyó la frontera entre el interés público y el privado, haciendo del ciudadano un mero consumidor, poniéndole precio a todo. Las decisiones hace tiempo que dejaron de tomarse en los espacios que se supone constituyen una manifestación de la soberanía. Son adoptadas entre cuatro paredes para luego urdir maniobras tendientes a blanquearlas para hacer creer que fueron adoptadas por todos.

¡Que pase luego la ola! Dicen ya inquietos los señores, lanzándole algunas migajas a las masas difusas e inorgánicas. Total, estas aglutinaciones no son efectivas para proyectar un discurso alternativo y coherente. Son volátiles e incontrolables y en algún momento tendrán que dispersarse. Y ya con el sudor escurriéndose por sus rostros, que empapan sus costosos y delicados trajes, que los obliga a asir nerviosos sus pañuelos de seda, desde su cómoda y privilegiada posición, sólo apelan a que por favor ¡pase luego la ola!, pensando quizás en rebajarle el interés por el crédito que le tienen que conferir a los “patipelados”, que han tenido que darles para que accedan al consumo y así mantenerlos sumisos. Confían en que todos se vuelvan a adormecer, para que se olviden de esta absurda idea de ser libres e iguales.

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