Opinión

Boxeo: ese deporte que tantos rechazan

En la última semana murieron dos púgiles, de 23 y 28 años. Un argentino y un ruso. ¿Podemos hablar de un deporte? ¿Es una práctica inhumana o, al contrario, la forma más antigua del hombre para resolver las cosas? El debate se reabre.

Por: Paulo Inostroza 05 de Agosto 2019
Fotografía: La Tercera

No cualquiera boxea. Todos nos preguntamos, al mirar un combate, qué se sentirá estar arriba. No lo haríamos ni locos. Sin embargo, a muchos nos gusta ver que lo hagan otros. Me encanta el nocaut agresivo de Tyson, al segundo round, pero también el juego de piernas de Mayweather, que jamás mataría a otro. Su fortaleza no es el peso de los golpes, es cómo se mueve. Ahí te acuerdas que el boxeo es arte. Que por algo, Scorsese lo eligió para hacer una poesía visual. Disfrutar el boxeo tiene que ver con respetar a dos tipos que arriesgan su vida, solos, sin posibilidad de esconderse. Y también con el morbo de recordar a dos compañeros que se arreglaban a los combos en el patio y ambos terminaban castigados. Porque no estaba bien. Sé que hay muchísima gente contraria al boxeo, que ni siquiera le parece un deporte. Tampoco sé qué tan popular es. A nivel local, los gimnasios están casi vacíos. A nivel mundial, Floyd es el deportista mejor pagado del planeta. Cuando hablo con cabros jóvenes, el boxeo ni siquiera les parece brutal. Prefieren las artes marciales mixtas, porque en el boxeo hay mucho estudio y los muchachos pierden la paciencia más rápido. Quieren K.O. luego. El boxeador no desconoce el peligro al que se arriesga. Al contrario, decide ponerse los guantes justamente para vivir esa sensación de peligro. Y se prepara para que el riesgo sea menor, no para aniquilar a otro. Hablar con púgiles es una metáfora constante, porque la vida tiene mucho del box. De ponerse los guantes para enfrentar los miedos solo, cara a cara y sin esconderse. Murieron dos boxeadores más, pero el boxeo no va a morir. Porque el ser humano, incluso, va más allá y día a día inventa deportes más extremos y peligrosos, solo para saber qué se siente. Ellos dicen que es una adicción, que siempre buscan dar un paso más. Les brillan los ojos y, a ratos, me dan muchísima envidia.

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