Opinión

A 22 años del cierre de las minas de Lota

El cierre hizo necesario abrir nuevos surcos, que llegaron con dificultad, pero también con creatividad.

Por: Diario Concepción 15 de Junio 2019
Fotografía: Cedida

Jaime Tohá
Diputado de la República

Corría 1997 y el gobierno del Presidente Frei Ruiz-Tagle enfrentaba una dura decisión: cerrar la Empresa Nacional de Carbón. Y Lota, principal ciudad carbonífera de Chile, tenía cientos de familias que se verían afectadas por la resolución del gobierno. Sin embargo, por estudios y cálculos realizados se sabía que la empresa era irreversiblemente deficitaria, y que mantenerla ocasionaba ingentes gastos para el Estado.

A pesar de ello, los mineros guardaban alguna expectativa en cuanto a que la empresa siguiera siendo la fuente de trabajo que había sido para sus abuelos y sus padres; el futuro no podía ser menos benevolente que lo que había sido con sus antepasados. Pero las circunstancias adversas, casi a un punto límite, dijeron otra cosa. El déficit operacional de la empresa era alto y la industria del carbón pasaba por momentos tan duros, que el único camino fue terminar sus operaciones.

Hace exactos 22 años, muchas familias mineras tuvieron que enfrentar un presente hostil con cambios y desafíos. Algunos, se enrielaron en el plan de reconversión laboral. Otros, tentaron la suerte con emprendimientos tanto fuera como dentro de Lota, y otros muchos dejaron la ciudad y la Región para siempre.

Una parte de ese Chile antiguo que veía el trabajo aferrado a un oficio que se transmitía generacionalmente, en una misma empresa y en un mismo lugar, moría junto con el carbón. Para la mirada de esos mineros, llenas de desesperanza aprendida, asomaba algo nuevo: un imperativo laboral y también moral, de ir más allá, y trascender a la pérdida de un trabajo que parecía imperecedero.

El cierre de las minas de carbón hizo necesario abrir nuevos surcos, que llegaron con dificultad, pero también con creatividad. Uno, fue la creación de un Call Center para el BancoEstado el año 2002, que partió con 50 trabajadores y que hoy tiene más de 1.050. En el, trabajan los hijos e hijas de aquellos viejos mineros que dejaron su vida en las galerías, y que tras su cierre tuvieron el coraje de desandar su propio camino para hacer una nueva vida.

Así, cortar el pelo, aprender a tejer, o amasar pan fue comprenderse más allá de un oficio, pero sobre todo significó comprenderse a sí mismos como un caudal en curso. Para esa generación de trabajadores, el cierre de las minas de Lota fue la constatación de que a pesar del viento en contra, en todo tiempo el hombre es un creador.

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