Opinión

Antorchas y azadones

Por: Diario Concepción 07 de Junio 2019

Aunque a veces se nos olvide, el lenguaje como herramienta para representar la realidad está constituido, principalmente, de metáforas, que, a fuerza de tanto repetirse, terminan desgastándose y perdiendo su fuerza sensorial. Como nos recuerda Nietzsche, son metáforas que la comunidad ha terminado olvidando que lo son.

Un ejemplo a mano es el término “caza de brujas”, una expresión que se remonta a la época en que los tribunales eclesiásticos o incluso la “justicia popular” se encargaba de perseguir a quienes se suponía que practicaban la brujería. Tal como sucedió en la comunidad de Salem en el siglo XVIII, el tribunal podía proceder con misericordia, dejando vivir después de las torturas a quienes confesaban su culpabilidad por posesión demoniaca e imploraban el perdón. Pero a esos hombres y mujeres que tenían la pésima ocurrencia de defender su inocencia, de decir la verdad y de llegar hasta el final sin reconocer lo que no habían hecho, sin importar las torturas y los apremios, solían terminar en la hoguera o en un tormento peor.

Si bien la metáfora de la “caza de brujas” no ha perdido del todo su atributo, sí carece de fuerza sensorial en la incapacidad de descubrir cuándo se está incurriendo en esa práctica. La era de las redes sociales ha devuelto los azadones y las antorchas a una comunidad que, a fuerza de perder la confianza en las instituciones, empujada por quienes han aprendido convenientemente a manipular la verdad y las emociones, está más que ávida de tomar “la justicia por sus manos” y desconocer el Estado de Derecho. Para qué seguir procesos, para qué investigar, para qué asumir presunciones de inocencia si el estómago nos dice que el acusado tiene que pagar. No vaya a ser que la verdad se interponga en la sed de justicia, que debe ser saciada antes que aparezca la razón. Qué importa que el inocente termine con su vida arruinada, con su reputación destrozada, con su recuerdo ensombrecido por la duda.

Nos horrorizamos con la caza de brujas, pero hace rato que nos convertimos en Salem.

 

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