No terminamos de saber lo que tenemos, se puede deber a que durante la mayoría de nuestra historia hemos estado encerrados, entre desiertos, hielos, cordillera y océano, sólo en los últimos decenios los chilenos empezamos a asomarnos, más interesados en lo ajeno que en lo propio, tenemos, por ejemplo, muchas ballenas.
Nos empezamos a enterar que el ruido que producen los motores de barcos dañan a las ballenas de nuestras costas, donde se concentra la mitad de avistamientos de estos animales en el mundo, los cuales sufren graves daños auditivos, problemas de comunicación entre ellas y hasta varamientos en las playas.
La oceanógrafa británica Susannah Buchan, doctorada en la Universidad de Concepción, lo deja claro; “El océano es un medio acústico. El sonido se propaga mucho más rápido en el agua que en el aire y toda la fauna marina ha evolucionado para comunicarse en este medio”, hace más de 6 años que trabaja en el centro de investigación de la UdeC y ha colocado un robot submarino para detectar ballenas y poder protegerlas.
No sólo eso, recibe los datos en su ordenador y de este modo puede saber, dónde se encuentran los cetáceos y avisar a las autoridades. También detecta los barcos que hacen ruidos y se les envía mensajes para que paren su escándalo.
Falta concienciar a las personas que trabajan en el mar, se espera que en unos diez años Chile sea el primer país de América Latina en tener un sistema que detecte ballenas y haga que todos los barcos del espacio marítimo reduzcan su velocidad en presencia de ballenas, indispensables gigantes en los océanos.
PROCOPIO