Opinión

El drama venezolano y la política chilena

Por: Diario Concepción 19 de Marzo 2019
Fotografía: Cedida

Salvador Lanas Hidalgo
Director académico de Escuela de Liderazgo
Universidad San Sebastián

Sangra y clama al cielo. Los venezolanos viven un drama con visos de tragedia y lo padecen en su propio país y fuera de él. ¿Cuáles son las vertientes que pueden describirse de esta realidad que de alguna manera nos toca a muchos chilenos?

El drama venezolano desnudó la política chilena. Las izquierdas oscilan entre una tibia preocupación y una displicencia indignante. La condena de la derecha chilena a Maduro no tiene efecto práctico alguno. El gobierno impelido por la realidad apabullante, se ha puesto del lado de la democracia y ha expresado su rechazo al régimen imperante. La clase política y económica  que dirige y controla Chile por dos siglos ya no tiene mucho que ofrecerle al país.

Y esa élite domina todo el espectro político; de allí salieron experimentos revolucionarios y extremistas; de allí nació la extrema izquierda actual que sin pudor alguno apoya el régimen  chavista. El matrix político -extremo en las izquierdas- es transversal en el mundo político; la ciudadanía ha tomado otro bus. La derecha tradicional se quedó sin doctrina, mística y relato, y la supuesta derecha renovada vive un travestismo ininteligible. Y el gobierno actual es fiel hijo de Maquiavelo, preocupado fundamentalmente de la eficacia del poder y si para ello necesita la bandera que enarbola la izquierda, lo hace sin temor.

Los signos de los tiempos indican que es el momento de un cambio de paradigma en la conducción del país. Es la hora de la vapuleada clase media -el verdadero centro de la vida nacional- de ese grupo de personas y ciudadanos que se esfuerza día a día; que a veces trabaja y estudia, que quiere la mejor educación para sus hijos, que efectivamente quiere elegir su destino y que muchas veces le cuesta llegar a fin de mes con tanto saldo anterior. Y existe en este grupo humano, una generación dorada, joven y madura, para este gran cambio. Una generación que no sabe de odios, rencores y resentimientos; que no divide de forma, maniquea el mundo; generación que no es individualista sino solidaria y con responsabilidad social. Generación que no le gusta  la dictadura, la revolución o la violencia. Esta generación gobernará muy pronto el país.

Este grupo de personas es la que hoy convive con los venezolanos que han llegado a nuestras principales ciudades y comparten sus penas, alegrías y esperanzas; esperanza por regresar un día a su tierra amada que hoy se empobrece y pierde su libertad.

Estas personas comparten con coperos, garzones o nanas venezolanas; en su patria ingenieros, abogados y doctoras. Qué bien hablan el castellano los venezolanos, qué gratos y buenas personas son. Para quienes hemos compartido pan, vino y horas de amistad hemos recibido dosis de humanidad como hace tiempo no experimentábamos. Cervantes,  padre de nuestra hermosa lengua materna, por boca de su alter ego, dice: “La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar. Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

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