Felipe Vergara
Doctor en Comunicación
Académico Unab
Ya concluyó un año de gobierno del Presidente Piñera y como es habitual, se debe hacer un balance de lo sucedido. En La Moneda lo celebraron, todos festejamos un nuevo año, ya sea para olvidar el pasado y/o para anhelar el que viene. El Presidente y su gabinete lo conmemoraron en ambos sentidos: por un lado, alegres de cumplir uno y a su vez ansiosos del que llega.
Sin embargo, algo no calza. Hay bastante consenso en que el primer año de Piñera poco y nada tiene para celebrar. Es entendible que los ministros digan que fue un buen año, más que más, por eso son medidos; pero entrando de lleno al desempeño, éste fue bastante mediocre:
De las grandes promesas de campaña bien poco se vio, tanto así que prácticamente todo lo logrado fue heredado del gobierno anterior; Y lo nuevo está aún en carpeta.
La economía mejoró, pero luego empeoró, el empleo nunca logró marcar diferencia, todo lo contraria, fue una espina constante; los desafíos educacionales se concentraron en Aula Segura y la Selección, y ninguno de los dos puede ser catalogado como exitoso, sino más bien como un tema complejo a zanjar este 2019. Y como corolario, los incendios forestales, las inundaciones por el invierno altiplánico y Cúcuta, cayeron como balde de realidad para Piñera y su equipo.
¿Qué pasó con la reforma tributaria, la educación primaria, la economía creciendo al 4%? ¿Serán las promesas que abordaremos este año o no fueron más que una estrategia de una campaña marcada por una “post verdad”?
El 2019, aunque incierto, sí nos enfrenta a encrucijadas difíciles de abordar. Hoy veremos si los compromisos son cumplibles o seguiremos enfocados en Venezuela, Bachelet y Prosur para desviar la atención de nuestra realidad país.