Opinión

Fijando la línea de base en los principios

Por: Diario Concepción 29 de Septiembre 2018
Fotografía: Cedida

Rodrigo Díaz Worner
@rdiazworner

A comienzos de la década del 90 se pregonaba el fin de la historia, a la caída del Muro de Berlín, se sumaba la desintegración de la URSS y los cambios de gobiernos en sus países satélites; Alemania se reunificaba y en Irak una fuerza multinacional bajo bandera de la ONU anunciaba el arribo de la democracia en esas tierras. Para quienes nacimos en el siglo XX, tan lleno de experimentos extremos y de amargos sufrimientos para la humanidad, era el triunfo de la paz, la libertad, la democracia y del bienestar, todo auguraba un futuro prominente, y en nuestro país los esfuerzos por compatibilizar la libertad con el desarrollo económico y la justicia social reafirmaban esta creencia consolidando la democracia, reduciendo la pobreza a la mitad y consolidando una economía seria y confiable.

Mucha agua ha corrido bajo el puente y han sido numerosos los hechos y aventuras políticas que nos muestran en todo el planeta que, ni la paz, ni la democracia, ni la prosperidad han llegado en plenitud. A ello, se suman nuevos problemas como el riesgo de agotamiento del planeta, las migraciones poblacionales por guerra o hambre y la sobre ideologización con que algunos se esfuerzan en proponernos como nuevas soluciones las fracasadas recetas del siglo XX, entre ellas encontramos el nuevo socialismo, los nacionalismos aggiornados o el integrismo religioso, todos planteándose como solución absoluta y excluyente de los problemas de la humanidad.

Por eso, me parece oportuno recordar algunos principios y prácticas propias del humanismo occidental, las que me parece están plenamente vigentes y son todavía objetivos por los que vale la pena esforzarse.

Siempre será primero el pleno respeto a la persona humana considerándola como centro de toda la acción política; a ello agregamos entre otras metas a lograr: a la democracia representativa como sistema de gobierno; la cooperación como herramienta para construir el bien común; la paz y el rechazo absoluto a cualquier tipo de violencia como método de acción política, tanto en asuntos internos como internacionales; la iniciativa personal en cooperación con la acción estatal y el conocimiento universitario, como requisitos indispensables para crear prosperidad que beneficie a la población en el marco de una economía social de mercado; la responsabilidad y solidaridad deben regir la acción de quienes se dedican a la cuestión pública; el rechazo tajante a la corrupción en todas sus dimensiones; el cuidado del planeta como único hogar habitable de la humanidad; el equilibrio entre derechos y deberes; la descentralización del poder estatal y su administración más cerca de las regiones y las comunas; y, la tolerancia y no discriminación de ningún ser humanos. Estos principios y prácticas, al menos, me parecen ser un faro orientador que no debemos descuidar.

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