Opinión

Opinión pública en el banquillo

Por: Procopio 19 de Julio 2018

Una de las frases más recordadas, comentadas, analizadas y manoseadas del célebre sociólogo francés Pierre Bourdieu (1930-2002) es que la “opinión pública no existe”.

Para justificar esta teoría, el profesor Bourdieu realizó un análisis riguroso de las encuestas de opinión cuestionando tres postulados: que toda encuesta de opinión supone que todo el mundo puede tener una opinión; que todas las opiniones tienen el mismo peso; y que existe un consenso sobre los problemas.

Bourdieu consideraba que las problemáticas que fabrican los centros de opinión están subordinadas a demandas particulares, por lo cual, en la construcción de los cuestionarios se aplican sesgos en la formulación de las preguntas para condicionar la respuesta.

Al estar subordinadas a intereses políticos, se refleja en la significación de las respuestas y de la publicación de los resultados. De esta manera, señala Bourdieu que “la encuesta de opinión se convierte en un instrumento de acción política y su función principal es imponer la ilusión de que existe una opinión pública”.

Esto se realizaría con un fin muy claro: constituir la idea según la cual existe una opinión pública unánime para legitimar una política y reforzar las relaciones de fuerza que la sostienen o la hacen posible.

Exista o no lo que Bourdieu entiende por Opinión Pública (así, en grande, con mayúsculas), en estos días de asunciones, nombramientos, “desposte” de cargos políticos, negociaciones fratricidas y defenestraciones varias, poco importa que sea real o no. Sólo importa que los políticos, aquellos que están en la toma de decisiones, crean en la opinión pública, para utilizar toda su artillería conducente a incidir sobre ella… cuando en realidad, lo que están logrando es enviarse mensajes para influirse recíprocamente. En otras palabras, el consensuado arte de pisarse la capa.

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