Opinión

De fanáticos y buenas causas

Por: Diario Concepción 23 de Mayo 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Andrés Cruz Carrasco
Abogado, Magíster Filosofía Moral

El fanático pretende destruirlo todo. Valiéndose de las causas más necesarias, seduce. Pero va haciendo a un lado a la templanza, empujando la sensatez al abismo. No escucha a nadie, sólo a ellos mismos. Aplican con furia el binomio amigo/enemigo. Quieren inmolarlos a todos, pero por supuesto no a ellos, por cuanto se arrogan ser las grandes reservas morales. Ante su actitud intransigente constituyen la delicia de los más conservadores, de los que detentan el poder, ya que sus posiciones extremistas les impide articularse con otros que puedan pensar de manera similar.

Se llenan la boca con expresiones como democracia o participación, pero sólo respecto de quienes piensan como ellos, ya que silencian o arremeten contra la opinión diferente, acometen al moderado o disidente, aún cuando esté junto con ellos tratando de impulsar las más profundas e indispensables transformaciones.

El fanático marcha con antorchas, picas y guadañas al aire buscando alguien a quien someter al suplicio. Sin juicio, sin defensa, sin descargos, sin pruebas para hacerlo responsable de todo. Para, amarrado, vendado y luego de haberlo humillado, quemarlo públicamente; y antes que sus cenizas se las lleve el viento, buscarán otra víctima que les sea incómoda, otros a quienes las redes sociales hayan sindicado como culpables de cualquier cosa, para asirlos con fuerza y guillotinarlos mil veces si es necesario. Pegarán, por supuesto con el rostro cubierto y de manera anónima, en la ciudad pancartas con su nombre, no importando si después resulta que es inocente. Se responsabilizará al investigador, se dirá que son las influencias, se señalará que no hubo voluntad porque están todos coludidos. ¡Con ellos no hay presunción de inocencia que valga!, la presunción sólo vale para los que piensan como ellos.

Al fanático no le importa avasallar todos los derechos fundamentales de otros y que se han ganado con tanta sangre, para mancharlo todo, haciendo que los que no quieren cambiar nada se regocijen y observen a la distancia, riendo a carcajadas por el tremendo favor que les hacen los radicalizados, ya que les permite no hacer nada o bien aparentar cambiarlo todo para que todo quede igual. La lucha por los derechos no significa barrer con otros que son igual de esenciales y que ha sido tan difícil lograr que se reconozcan.

La historia nos ha demostrado que la disrupción de una prerrogativa no puede ser a costa de otras, porque finalmente los que alegan ser discriminados y excluidos, pueden también terminar discriminando y excluyendo, causando incluso más daño en relación con el mal que hoy quieren erradicar.

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