Opinión

Discurso de unidad y falsa división

Por: Diario Concepción 22 de Marzo 2018
Fotografía: Diario Concepción

Danny Monsálvez Araneda
@MonsalvezArane

Como suele ser costumbre, cada cierto tiempo Sebastián Piñera enarbola y repite hasta el hartazgo algún lugar común, frase rebuscada o eslogan de campaña, en este caso el turno es el de la “unidad de los chilenos” y dejaras atrás las “divisiones”.

Desde la perspectiva de Piñera y su sector aquello puede ser entendible, básicamente porque históricamente la derecha y quienes los han apoyado, se han encargado de preservar el principio del orden social ¿Pero que es el orden para la derecha? Lechner diría que el orden no se entiende sin su relación con el poder, de allí emerge la capacidad que tenga el Estado para asegurar y garantizar no solo la integración social, sino también el disciplinamiento social. Por ello todo acto, transgresor, disruptivo, contestatario, rebelde o no acatamiento es visto y catalogado como un atentado al orden y una provocación al poder. De ahí entonces emerge ese discurso o fraseología, que habla de la unidad y por consiguiente de la división de los chilenos, la cual sería producto o consecuencia de las políticas impulsadas por el gobierno de doña Michelle Bachelet. En otras palabras, las reformas del otrora gobierno, particularmente la educacional y las valóricas habrían traído como consecuencia el quiebre de la unidad o en su versión noventera, de los consensos y acuerdos, que entre otras cosas dieron gobernabilidad y estabilidad al país.

Pero el tema es más de fondo aun, tiene que ver con la forma con la cual se concibe la democracia y por otra (se complementan) se piensa y construye la realidad.  La democracia implica desacuerdos, desavenencias, conflictos, tensiones, aquello no se puede obviar u omitir, es parte inherente de toda sociedad. Lo anterior no implica que los ciudadanos se vean como enemigos, sino más bien como adversarios, donde la fuerza de las ideas, el debate de éstas y los argumentos se constituyan en las herramientas por medio de los cuales se logra persuadir o convencer al otro. De esta forma, la realidad constituye una producción social, por eso se requiere alejar aquella tentación de querer naturalizar lo social.

Entonces el mentado discurso de la unidad, no es otra cosa que la vestimenta del orden social que se busca instituir. Por ello, en esa mirada binaria de la sociedad, junto a la unidad (como un valor positivo y necesario)  se sitúa la división, entendida como caos, desorden, lo negativo (lo que habría encarnado el gobierno de Bachelet).

Más allá de los lugares y frases rebuscadas, comunes y con una clara intencionalidad, lo cierto es que el país no está ni en una “grieta”, fractura social o división, simplemente es el reflejo, tensión y conflicto propio de la realidad social o bien de aquellos elementos culturales que están emergiendo.

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