Opinión

Bravo y Ronald, el cara y sello del arco

Por: Paulo Inostroza 19 de Marzo 2018
Fotografía: Agencia UNO

Me sorprendió ver a Bravo hablando mal de Salah, pero sobre todo hablando bien de Jadue. Porque con los dos existían las mismas carencias en Juan Pinto Durán, pero con Don Sergio era mejor el trato, más cercano, y sólo por eso lo defiende. El capitán habló de ese necesario “apego”, como si fueran guaguas. Me da un poco de pena escuchar a Bravo porque lo queremos y lo respetamos. Porque siempre fue el correcto en un grupo de desordenados buenos para la pelota. Era el hermano mayor. Hoy y hace rato dista mucho de ese mesurado arquero que jugaba mucho y hablaba poco. Ahora es al revés.

Y cuesta criticarlo porque es el tipo de los penales con Argentina, el del tapadón al “Kun” Agüero. Pero eso ni nada lo convierte en un intocable. A él ni a ninguno de los campeones de América. Hay un momento en que el camarín debe limpiarse y, necesariamente, llegar gente nueva con hambre de hacer todo lo que otros ya hicieron. Tal vez sea verdad y hoy no existe otro arquero del nivel de Bravo. Él lo sabe y juega con eso. Pero no lo habrá nunca mientras no nos atrevamos a probar y equivocarnos. Tendrá que ser así en todos los puestos y, que entiendan, no es de malagradecidos ni se sientan ofendidos por jubilarlos antes de tiempo. Es necesario.

Que salgan de una vez Bravo, Jara, Beausejour, Díaz, Vargas, Valdivia. ¿Por qué no? No es ofensivo sacarlos. Es hora de Pulgar, Maripán, Valdés, Opazo y los otros. De a poco y equivocándose. Sólo así se hacen las renovaciones.

Y si me sorprendió lo de Bravo, más todavía lo del sábado en la mañana. Porque a Ronald Valladares lo conozco desde que tenía 17, atajaba en el Vial, era capitán y viajó a Canadá con Medel y el “Rey Arturo”. Un tipo sencillo, callado y demasiado manipulable. Lo vi hace dos meses en el Líder de Prat, nos saludamos bien a la pasada y leí en La Estrella que estaba jugando en el barrio. Me golpearon, pero pucha que me alegré. Porque también conozco a su papá y Don Fernando se ha sacado la cresta por su hijo y por enderezar su rumbo. Se ha echado amigos encima, pero qué importa. El hijo está primero que todo.

Me imagino a Ronald pidiéndole perdón. Y a Don Fernando dándole unas palmadas en la cabeza y creyendo que ahora sí será la última. Porque Ronald es el futbolista de la zona que se retiró demasiado joven. Y como él son muchos. Jóvenes que soñaban con jugar en Santiago, pero a los 27 estaban en su casa, manejando un Uber y pensando por qué yo no. Repasando esas decisiones que debieron ser otras, pero ya fueron. Ronald lo piensa una y mil veces. Pésimamente rodeado, de amigos que no lo son. Ronald mira a la pared, con los ojos vacíos mientras Bravo renuncia a jugar con Chile. Para él es un partido más, qué importa.

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