Opinión

Atentado a un mural: violencia a la memoria

Por: Diario Concepción 22 de Febrero 2018
Fotografía: Diario Concepción

Danny Gonzalo Monsálvez Araneda
@MonsalvezAraned

El sector Lorenzo Arenas de Concepción se caracteriza, entre otras cosas, por sus significativos y representativos murales. Uno de ellos dice o decía relación con la violencia política sexual ejercida contra las mujeres por la dictadura. Sin embrago, días atrás fuimos informados de una acción de violencia, en esta ocasión ejercida por algunos evangélicos que, sin ningún tipo de respeto, intervinieron dicho mural, pintándolo y escribiendo “Jesús es el Señor”.

Este acto no es solo una acción de violencia contra un determinado espacio físico, en este caso un mural, sino también es un acto de violencia que expresa los niveles de intolerancia, fanatismo y sectarismo que impera en determinados sectores religiosos. A través de diversas intervenciones de este tipo, van violentando el espacio público, el cual pertenece a todos y todas, pero que en los últimos años ha sido víctima de este tipo de acciones.

Este atentado, además constituye un acto de violencia contra la memoria. En una ciudad, como la nuestra, donde cuesta tanto dar cuenta de lo que fue el paso de la dictadura en los espacios públicos, acciones como las emprendidas por este grupo de evangélicos, requiere el repudio de todos y todas aquellas personas que durante años han luchado por mantener viva nuestra memoria histórica.

La memoria tiene distintas representaciones: puede ser en un poema, testimonio, pintura, tejido o un mural, como aquel que se situaba en la población Lorenzo Arenas. Sin embargo, las acciones que emprenden estos grupúsculos no son nuevas. Por ejemplo, somos testigos de cómo el centro de la ciudad es constantemente violentado por sujetos que vociferan por medio de un estruendoso ruido un sinnúmero de frases, entre aquellas que amenazan con las penas del infierno, hasta quienes ofrecen la salvación. Lo anterior resulta, a lo menos, incómodo y molesto, no sólo por la agresividad que conllevan sus expresiones, sino también por la contaminación acústica.

Por ello, no es extraño lo acontecido con el mural, ya que éstos sujetos o determinados grupos se han ido apropiando progresivamente del espacio público, todo en nombre de su creencia y con un mínimo de respeto por el resto de la población, en éste caso, por mujeres que fueron víctimas de la dictadura.

En consecuencia, el atentado que sufrió el mural constituye un nuevo acto de violencia, ya no política, sino religiosa contra la memoria histórica.

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