Opinión

De manuales, anticuarios y diletantes

Por: Diario Concepción 11 de Enero 2018
Fotografía: Diario Concepción

Por: Danny Monsálvez Araneda
@MonsalvezAraned

El historiador Carlos Aguirre Rojas escribió hace algunos años (2005) “El antimanual del mal historiador o ¿cómo hacer una buena historia crítica? un excelente libro, el cual constituye lectura obligada para quienes buscan formarse críticamente en el campo de la disciplina histórica. Entre otros aspectos, el trabajo de Aguirre da cuenta de los siete (y más) pecados capitales del mal historiador, el cual concibe la historia como una narración de hechos, destacándose el aspecto descriptivo de éstos, con un fuerte contenido fáctico y de erudición; es decir, una especie de manual de historia que privilegia lo narrativo de los acontecimientos por sobre las explicaciones de algunos sucesos, procesos históricos de larga o corta duración, en otras palabras, no existe la “historia problema”.

En segundo lugar destaca aquella visión “desde arriba”, circunscrita a las hazañas de los grandes hombres (básicamente), presidentes, militares, eclesiásticos o los denominados “próceres”. Constituye una historia acrítica con los poderosos  y grupos hegemónicos. Es una historia que se mantienen básicamente es sus formas descriptivas, monográficas y amorfas. Es una historia que preferentemente comulga o busca congraciarse con los poderes fácticos, con los grupos dominantes y centrada en las llamadas “gestas heroicas” e institucionales.

Entonces, lo que importa, para éste especie de anticuario de la historia, es el estudio del pasado humano (no del presente o lo reciente) y de ciertas dimensiones, como los hechos biográficos, políticos, diplomáticos y militares.

En tercer lugar, es una historia que se construye básicamente sobre la base de documentos, ojalá de carácter oficial, gubernamental o estatal. Pero no es solo aquello, éste difusor o diletante de la historia, se ve así como imparcial y objetivo; es decir, a partir de los documentos estructura los hechos históricos en forma lineal, con una disposición de origen y consecuencias de forma horizontal.

Por último, está la idea de una “historia objetiva”, donde la función de quien escribe gira en torno a demostrar los acontecimientos tal y como fueron, sin que se note su opinión o punto de vista. Así, la objetividad y neutralidad conlleva la imparcialidad y lo imparcial lo da la distancia (cronológica). Es decir, entre más alejado esté, más “objetiva” será la historia.

En consecuencia, allí están los manuales, anticuarios y diletantes que siguen promoviendo y reproduciendo una historia memorística, con ribetes nacionalista y chovinista, vinculada a los intereses del Estado y de ciertos grupos, respaldada y financiada institucionalmente, la cual busca destacar las grandes hazañas e hitos fundacionales, donde su interés es preparar “buenos ciudadanos” y reforzar una determinada conciencia nacional y patriótica.

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