Francesca parodi @franparodi
Francesca parodi
@franparodi
La reelección de autoridades ha sido materia de discusión por muchos años, con argumentos válidos en ambas partes. Sin embargo, cuando en el contexto político urge un cambio de rumbo, parece un despropósito que las autoridades pretendan aferrarse indefinidamente.
Quienes están a favor de la reelección indefinida argumentan que con esto se profesionaliza la política, con autoridades que terminan siendo más eficientes en su desempeño, al conocer los mecanismos con los que operan las instituciones.
Además, señalan que con la posibilidad de ser reelectos, los políticos tienen mayores incentivos para realizar un buen trabajo y hacer una mejor rendición de cuentas, ya que los ciudadanos volverían a votar por alguien que ejerció bien sus funciones. Desde el otro lado, quienes ponen reparos en la reelección señalan que los parlamentarios con muchos años en ejercicio pueden abusar de su poder para perpetuarse en sus cargos, fomentando la corrupción y tomando el control de instituciones y zonas a las cuales representan, algo así como feudos.
Este debate tomó impulso con la discusión de la agenda de probidad y transparencia, pero su aprobación no prosperó en el Senado. Lo cierto es que actualmente un cuarto de los diputados en ejercicio llevan cuatro o más períodos en el Congreso, llegando incluso a siete períodos, es decir, 28 años; por lo que la reelección termina siendo un fin en sí misma. Ahora bien, no es que las caras nuevas sean garantía de un buen desempeño o que todos los incumbentes sean malos; el tema es que un buen liderazgo se preocupa por formar nuevos líderes y no de perpetuarse como imprescindible.
Por su parte, la Región del Bío Bío es la que concentra la mayor cantidad de diputados con 20 o más años en ejercicio. Si estas cifras se contrastan con el nivel de estancamiento que hace tiempo afecta a nuestra región, parece dudoso que más años en el ejercicio de un cargo aseguren una mejor representación de las necesidades regionales.
No se trata de deslegitimar la elección de estas autoridades, sino de recordar que si queremos resultados distintos no podemos seguir haciendo lo mismo, más aún en un contexto en que los ciudadanos exigen una manera distinta de abordar lo público, lo que también involucra a autoridades regionales y municipales.
La reelección parlamentaria es necesaria en la medida que da la oportunidad de ratificar a las buenas autoridades. Pero como todas las cosas, debe existir un límite para que el foco de los parlamentarios no sea reelegirse mediante la conformación de feudos. Es necesario avanzar hacia una política que deje atrás las viejas formas de ejercer la autoridad y, sobre todo, entender que la verdadera vocación de servicio público no se aferra obstinadamente a la silla.