Opinión

De democracia y protesta social

Por: Diario Concepción 23 de Noviembre 2016
Fotografía: imagenPrincipal-1078.jpg

La democracia no hace que un sistema sea inmune a las colusiones entre el poder político y otras fuerzas fácticas, ni a los nepotismos y amiguismos, ni a la corrupción, ni a las crisis económicas. Pero no por ello vamos a barrer con toda la institucionalidad. Por el contrario, estos fenómenos deben empujar a la convicción de la importancia del gobierno, del parlamento, de los tribunales de justicia y de la prensa, para que ejerzan de manera óptima sus funciones, haciéndoles frente, impidiendo que estas acciones se consumen. 

Sin perjuicio de la presión que se pueda ejercer por medio de las esenciales y legítimas movilizaciones de masas ciudadanas, resulta indispensable que estas inquietudes sean canalizadas de manera efectiva, para evitar que so pretexto de decirse los voceros o representantes de estas protestas sociales, terminemos avalando el ascenso y dándole palco a cualquier sujeto que se pretenda el único defensor legítimo y creíble de estas causas. Para evitar desbordes que conduzcan al enfrentamiento y polarización de posiciones extremistas y excluyentes, es esencial robustecer los espacios para dialogar y solucionar los conflictos que naturalmente se darán entre los seres humanos que conviven en un mismo espacio. 

En 1859, John Stuart Mill diría: "llegó un momento en la marcha de las cosas humanas, en que los hombres cesaron de considerar como una necesidad natural el que los gobernantes fuesen un poder independiente con intereses opuestos a los suyos. Les pareció mucho mejor que los diversos magistrados del Estado fuesen defensores o delegados suyos, revocables a voluntad. Pareció que solo de esta manera la humanidad podría tener la seguridad completa de que no se abusaría jamás, en perjuicio suyo, de los poderes del Gobierno.

Poco a poco, esa nueva necesidad de tener gobernantes electivos y temporales llegó a ser el objeto del partido popular, dónde existía tal partido, y entonces se abandonaron de una manera bastante general los esfuerzos precedentes a limitar el poder de los gobernantes". 

Es decir, desde hace tiempo se debate el rol de las autoridades y los límites del poder. Se necesita una atención constante, para evitar que la inercia produzca un retroceso que permita la conformación de "castas" cerradas, que se hagan del aparato público invocando su experticia para excluir al resto, o produzca la mera sustitución por otros grupos igual de herméticos que hacen suyo el descontento general por mera conveniencia, pero sin convicción. 

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