Humanidades

Enrique Molina Garmendia: el legado de un precursor de la filosofía latinoamericana

El 4 de agosto pasado se cumplieron 150 años desde que naciera, en La Serena, el destacado intelectual, filósofo, pedagogo y abogado, Enrique Molina Garmendia. En la actualidad su pensamiento sigue siendo estudiado y mantiene una vigencia que revisita su papel de patriarca o fundador de la filosofía en nuestro continente. El doctor en Filosofía, José Santos Herceg, comenta en esta conversación algunos elementos del pensamiento del que llama nuestro “clásico”.

Por: Diario Concepción 15 de Agosto 2021
Fotografía: UdeC

Para el habitante de Concepción la figura de Enrique Molina Garmendia está ineludiblemente asociada a la Universidad de Concepción, de la cual fue Rector Vitalicio, y al liceo que lleva su nombre y que, el pasado 9 de agosto, cumplió 198 años.

Es conocida su reflexión pedagógica y preocupación constante por la educación integral, no solo con una base científica, sino también con valores humanistas, de manera de formar personas sensibles a su entorno social, capaces de vincularse con la realidad del país.

Uno de los mayores estudiosos de la obra de Enrique Molina Garmendia fue el académico de la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad de Concepción, Miguel Da Costa Leiva, muerto a principios de semana en Suiza, donde estaba viviendo desde el año pasado. Con 40 años de investigación sobre la figura de este intelectual, filósofo, pedagogo y abogado, Da Costa opinaba que el Rector Vitalicio contaba con “una personalidad multifacética y, al mismo tiempo, muy compleja”.

Entre 1994 y 2017, Da Costa compiló y dio vida a seis volúmenes que reúnen la obra completa de Molina, lamentando que su obra no fuera muy conocida por las nuevas generaciones. En la presentación del Volumen 5, señalaba que “si se analiza la vida de Enrique Molina Garmendia desde una perspectiva general uno se da cuenta que se enfrenta al medio en que vive, las experiencias que le asolan y las influencias que recibe, van plasmando una personalidad y proyecto de vida, no solamente personal, sino claramente social (…). Su carácter, acrisolado en el ejercicio de la meditación pura y la acción ciudadana, le exigirá pensar en grande, privilegio que pocos tienen la responsabilidad de llevar adelante”.

Para el doctor en Filosofía e investigador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, José Santos Herceg, Enrique Molina Garmendia es uno de nuestros clásicos, idea que permitiría comprender la revitalización actual del interés tanto por él como por su obra.

“Clásico es, según explica Gadamer, aquello que dice algo a cada presente como si se lo dijera a él personalmente. Está siempre allí realizado en su superación y es, sin duda, intemporal. La vigencia del pensamiento de Molina hoy muestra este carácter en tanto que nos habla en el presente”, señala Santos.

José Santos Hergeg: “Para Enrique Molina la educación tiene como finalidad el cultivo de la personalidad del individuo: la educación debe ser el centro de su perfeccionamiento continuo. Es por ello que, adelantándose décadas a la Reforma Universitaria, en el discurso de conmemoración de los 20 años de la fundación de la Universidad de Concepción (30 de abril de 1939), lo primero que hace es tomar distancia de lo que se conocerá luego como universidad profesionalizante”.

Por otra parte, dice el investigador, el interés existente hoy por estudiar y publicar en torno a la multifacética figura intelectual, “podría aludirse al despertar en Chile de un interés por estudiar el pensamiento chileno y latinoamericano. Aunque esta temática nunca ha estado del todo ausente de los intereses de los estudiosos en nuestro país, hace algunos años que es posible observar la irrupción de una nueva generación para la cual estos temas tienen un lugar prioritario: se escriben tesis de pregrado y posgrado sobre filosofía chilena y latinoamericana; se dan cursos, se organizan seminarios, se publican libros y artículos. En ese contexto, es comprensible que Molina aparezca como un autor que debe ser revisitado y destacado”, dice.

La figura del patriarca

– ¿Qué lugar ocupa Enrique Molina en la historia de la filosofía en Chile y en América Latina?

– Molina ha sido nombrado, en más de una ocasión, entre aquellos que se conocen como los “patriarcas” o “fundadores” de la filosofía en América Latina, junto a autores como Antonio Caso, José Vasconcelos (México), Vaz Ferreira (Uruguay), Alejandro Korn (Argentina), Deustua (Perú), y Farías Brito (Brasil), entre otros ilustres. Pertenecer a este selecto grupo significa, básicamente, dos cosas. Una de ellas es haber participado en la conformación y fundación de la estructura institucional de la filosofía en el continente; sin ir más lejos, Molina participa en la fundación de instituciones y ocupa cargos directivos en ellas.

Especialmente destacable es el hecho de que participó activamente en la fundación de la Sociedad Chilena de Filosofía en 1848. De hecho, fue su primer presidente elegido por unanimidad. Además de ello, tuvo altos puestos relativos a la educación en general: fue fundador y rector vitalicio de la Universidad de Concepción desde que se creara en 1919, en 1927 fue elegido Superintendente de Educación de Chile en el marco de una reforma educacional, y en 1947 el entonces Presidente de la República, Gabriel González Videla, lo nombró Ministro de Educación Pública.

– La educación fue una de sus grandes preocupaciones, ¿cómo traspasa sus concepciones sobre filosofía a ese ámbito?

– Además de haber participado en la fundación institucional de la filosofía, para ser considerado entre los “patriarcas” o “fundadores” de la filosofía en América Latina es necesario haber sido maestro, profesor, formador de la primera generación de filósofos profesionales en el continente. Molina fue, ante todo, profesor; aunque él mismo dice que llega a estudiar pedagogía por un hecho fortuito. Se inscribe en el recientemente fundado Instituto Pedagógico de Santiago (1889), dejando su formación de abogado, simplemente porque, como dice en su autobiografía, un amigo de juventud se lo sugirió. De esta manera, se encontró con lo que, en sus propias palabras, considera “el destino y la vocación de mi vida”.

Enrique Molina fue, según señala Miguel da Costa “un MAESTRO con mayúscula”. Tan profunda fue su vocación docente que dedica una parte sustantiva de su reflexión filosófica y de sus escritos al asunto de la enseñanza. Se pueden mencionar aquí textos como Educación Contemporánea: (Ensayos) de 1914 o sus estudios sobre las Universidades Norteamericanas, de 1921. También textos menores, como el artículo titulado “Algunas consideraciones sobre la misión del profesor i (sic) la enseñanza de la historia” (1906) o “El liceo y la formación de la elite” (1933).

Precursor de la filosofía americana

-¿Cuáles son, a su juicio, los elementos más destacados del pensamiento de Enrique Molina Garmendia?

-La obra escrita de Enrique Molina es extensa, incluye casi una treintena de libros, además de artículos, textos para la docencia y cartas. Temáticamente, además, su obra es diversa y atraviesa múltiples asuntos, por lo que es difícil establecer prioridades entre ellos. Por una parte, están los textos antes mencionados sobre educación en general, sobre la Universidad en general, sobre las universidades y el sistema de educación de América del Norte. En lo propiamente filosófico, Molina tiene estudios sobre la historia de la filosofía, pero además introdujo en Chile una serie de autores como Bergson, Guyau, Nietzsche. Escribió libros en los que estudia directamente a estos autores, pero no son los únicos filósofos de los que se ocupó pues, entre sus textos se pueden encontrar trabajos sobre Heidegger, Sartre, Marcel, Scheler, Whitehead, Bacon, Ferrater Mora, Descartes, Espinoza, Santayana.

Como si esto fuera poco, fue también traductor de Kant (la obra crítica). Desarrolla además sus propias ideas filosóficas, cuyas mayores obras parecen ser los textos “De lo espiritual de la Vida Humana” y “Por los valores espirituales”. Escribe, finalmente, un par de textos autobiográficos y otro sobre la Filosofía en Chile, que también tiene algo de autobiográfico, por ser él mismo parte de esa historia.

– ¿Cómo es eso de que la primera publicación de Molina, Filosofía Americana -de 1914-, es la primera en el continente sobre esta temática?

-Efectivamente, la primera publicación de Molina tiene un carácter pionero en Chile y en el continente. Hasta donde tengo noticia es el primer libro con un título así: luego de que el nombre “filosofía americana” fuera usado por primera vez por Juan Bautista Alberdi entre 1838 y 1840 en aquel famoso texto titulado “Ideas para un curso de filosofía contemporánea”. A diferencia de la propuesta de Alberdi, el libro de Molina está centrado fundamentalmente en el pensamiento de autores Norte-Americanos, pero contiene un ensayo que recoge lo que fuera su discurso a los estudiantes universitarios en Buenos Aires, en el marco de la celebración del Centenario de las Independencias, llamado “Ideales para la juventud” (supongo que habrá tenido lugar cerca de 1910).

Lo central del argumento de Molina es, en esta conferencia, la introducción de la idea de los “héroes de la paz”, lo que justifica el que sea incluido, por Leopoldo Zea, en la lista de los “próceres de la emancipación mental latinoamericana”. El autor comienza hablando de los “héroes de la guerra”, al referirse a San Martín, Bolívar y O’Higgins, para contraponerlos a los “héroes de la paz”, cuya labor recién tendría que comenzar.

Señala Molina en ese texto: “Al cultivo de la ciencia y de la filosofía en Hispano América quiero llamar la atención de las almas jóvenes, considerándolo como el supremo trabajo del heroísmo de la paz, en cuanto significa la empresa más digna de continuar la obra de los padres de la patria”.

Repensar la universidad

-¿Cuál es la vigencia, hoy, del pensamiento de Enrique Molina?

-Aunque, sin duda, no es la única vigencia de su pensamiento, me gustaría destacar lo relativo a su filosofía de la educación y a su reflexión sobre la universidad, tema que, como decía antes, ocupó gran parte de su reflexión. Para Molina, la educación tiene como finalidad el cultivo de la personalidad del individuo: la educación debe ser el centro de su perfeccionamiento continuo. Es por ello que, adelantándose décadas a la Reforma Universitaria, en el discurso de conmemoración de los 20 años de la fundación de la Universidad de Concepción (30 de abril de 1939), lo primero que hace es tomar distancia de lo que se conocerá luego como universidad profesionalizante. La universidad, dice Molina, “no consiste sólo en un taller donde se forjan profesionales y especialistas”. Lo prioritario deben ser sus funciones: debe dar orientaciones generales, ayudar a armar la personalidad de los jóvenes. Me parece que esta reflexión es sumamente pertinente para nuestros tiempos. La universidad debe ser repensada y para ello, el pensamiento de Molina tiene plena vigencia.

En la concepción de este autor, la Universidad debería aspirar a ser algo así como un mundo paralelo, un “jardín apartado” que se mantenga al margen de la sociedad, con el objeto de servir de remanso, de espacio incontaminado en el que todas las posiciones tengan un lugar. La buena fe y la tolerancia debían ser los principios que imperen, solo así podrán expresarse libre y abiertamente todas las “manifestaciones de la vida espiritual”. El habitar este mundo aparte que sería la universidad, no eximiría, sin embargo, a los alumnos de sus deberes cívicos, los que se deben cumplir sin dudarlo, pero sin violencia al interior del recinto universitario. El ideal de universidad para Molina es el de un “ambiente de serenidad y justicia, de cooperación y cordialidad, que, dando tranquilidad y paz al corazón, haga más fecunda y fructífera la labor de la inteligencia” (1950).

-Recientemente (el lunes 9 de agosto) murió Miguel Da Costa Leiva, profesor de la UdeC y uno de los mayores recopiladores de la obra de Enrique Molina. ¿Qué opinión tiene de su trabajo?

-Conozco a Miguel Da Costa Leiva, casi exclusivamente, por la labor que realizó rescatando, compilando y comentando la obra de Molina. En este sentido, su trabajo ha sido inapreciable en la medida en que durante muchos años sostuvo la imagen y el pensamiento de Molina. Su trabajo culmina con la publicación de las Obras Completas de Molina (Ediciones de la Universidad de Concepción), un trabajo destacable en muchos sentidos.

Libros recomendados

– Lo que ha sido el vivir (recuerdos y reflexiones), Enrique Molina Garmendia. Editorial Universidad de Concepción, 2013.
– Doce discursos universitarios, Gilberto Triviños (comp.). Editorial Universidad de Concepción, 2009.
– Obras completas, Miguel Da Costa Leiva (com.). Editorial Universidad de Concepción, 1984-2017 (6 volúmenes).
– La filosofía en Chile la primera mitad del Siglo XX. Notas y recuerdos, Enrique Molina Garmendia. Editorial Nascimento, 1953.

 

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