Humanidades

Diversidades sexuales y redes sociales: estrategias del Ciberodio

Las representaciones discursivas de la diversidad sexual en las redes sociales muestran, en general, un rechazo hacia la comunidad LGBTIQ+. Un grupo de investigadoras comenta cómo estos prejuicios sexuales encuentran ahí un espacio, donde el anonimato y el afán de lograr adhesión son factores clave.

Por: Diario Concepción 04 de Julio 2021
Fotografía: Cedida

En la sociedad digital la preeminencia de las redes sociales se ha visto potenciada por la crisis sanitaria. Las constantes cuarentenas y restricciones de movilidad han trasladado gran parte de la vida social hacia los diferentes dispositivos, computadores, celulares, etc., resituando el medio sociocultural donde transcurren las interacciones.

Las representaciones discursivas de la diversidad sexual en las redes sociales, reflejadas en los modos en que las personas se refieren a ella al interactuar en estos medios, muestran una fuerte discriminación hacia la comunidad LGBTIQ+, sigla que engloba las iniciales de Lesbiana, Gay, Bisexual, Trans, Intersexual, Queer y otras identidades no incluidas en las anteriores; discriminación a la que las personas heterosexuales cisgénero no están expuestas de ninguna manera.

La sicóloga Carolina Venegas cree que “las personas LGBTIQ+ estamos muy expuestas al discurso de odio en redes sociales, y eso afecta enormemente todo el proceso de construir una identidad sexual y de género que difiere de los ‘cómo debemos ser’”.

CAROLINA VENEGAS: “El lenguaje utilizado al emitir comentarios en redes sociales, como Facebook, podría estar fuertemente determinado por representaciones sociales, discursivas o creencias respecto de personas LGBTIQ+ que varían entre quienes las emiten”

En ese sentido, señala la profesora asistente del departamento de Salud Pública de la Universidad de Concepción, “muchas personas aún viven su sexualidad de manera oculta por temor a la violencia y eso atenta directamente contra la salud y bienestar, en un sentido amplio”.

Las representaciones discursivas hacia las personas LGBTIQ+, normalmente, son de discriminación y agresión, concuerda Mabel Urrutia. “En el caso de la discriminación los comentarios en las redes sociales atribuyen características negativas relativas a su conducta y a sus características físicas para referirse al colectivo LGBTIQ+, personas resentidas que deben estar separadas de la sociedad y a quienes, irónicamente, se les exige respeto y tolerancia hacia los demás porque se victimizan constantemente”, sostiene la profesora asociada de la Facultad de Educación.

MABEL URRUTIA: “Es importante educar en empatía, tener formación en sexualidad, afectividad y aplicar sanciones correspondientes cuando se incurra en acciones de exclusión social y agresión contra las personas LGBTIQ+”.

Javiera Barrera agrega que los prejuicios hacia la comunidad LGBTIQ+ se evidencian también “a través de recursos lingüísticos vinculados al humor, entendiendo este último como un fenómeno social que busca generar una reacción determinada en la comunidad”.

JAVIERA BARRERA: “Muchas veces fue posible identificar la excusa de `era broma´ o `no seas tan grave´ para restarle importancia a lo dicho, en caso de ser interpelado por usuarios que defienden o adhieren, por temas de creencias o más bien afectivos, a la comunidad LGBTIQ+”.

Barrera es periodista y tesista del Magíster en Lingüística Aplicada de la Universidad de Concepción. En su proceso de investigación, ha encontrado que una de las formas humorísticas utilizadas con mayor frecuencia en redes sociales es la ironía, como una manera de “restar relevancia” a los artículos periodísticos que, “precisamente, abordan temáticas vinculadas a disidencias o cuando el protagonista de la nota se declara parte de la comunidad LGBTIQ+, destacando la expresión de ‘y esto, a quién le importa’”.

Por otra parte, agrega, en el caso particular de la comunidad transexual, se tiende a la “ridiculización apelando al ‘argumento biológico’; es decir, el ataque o el objeto de la burla se asocia directamente con los genitales o lo que socialmente se entiende por ser hombre o mujer, apelando a que nunca tendrá la ‘delicadeza’ de una mujer o el ‘tamaño protector’ de un hombre, entre otros ejemplos”.

Paola Alarcón acusa lo grave de esta situación. Como sociedad, dice, somos testigos de diferentes expresiones de homofobia y violencia física y psicológica hacia las personas LGBTIQ+, y las redes sociales están funcionando como otro medio para exponer estas conductas.

PAOLA ALARCÓN: “Como sociedad somos testigos de diferentes expresiones de homofobia y violencia física y psicológica hacia las personas LGBTIQ+ y las redes sociales están funcionado como otro medio para exponer estas conductas”.

Alarcón es doctora en Lingüística y profesora asociada del Departamento de Español de la Universidad de Concepción. Además, es la investigadora responsable del proyecto Fondecyt “Un estudio de las representaciones discursivas de las personas LGBTIQ+ desde la lingüística cognitiva”.

De acuerdo con el análisis realizado en el contexto de su investigación, esta situación “se vincula con una atribución antojadiza, sin fundamento e inaceptable, de conductas inmorales a las personas LGBTIQ+. Esto se expresa a través de recursos como el uso de adjetivos ofensivos, enunciados que alertan del peligro o adjudican conductas aberrantes, la ironía, el humor, etc. Entonces, al ubicar en un rango moralmente inferior a estas personas, los/as cibernautas, se dan la licencia para la burla, la descalificación y el insulto”, sostiene.

Amparados por el anonimato, agrega, quienes comentan las noticias “no sienten ninguna necesidad de fundamentar sus opiniones, ni tampoco hay un compromiso con el respeto hacia las personas”.

Ciberodio

Al publicar contenidos en las redes sociales, los medios de comunicación favorecen la expresión de opiniones en la ciudadanía. Para Alarcón, “una forma de indagar en las actitudes y conceptos que circulan en una sociedad, es analizar los recursos discursivos mediante los cuales los usuarios de redes sociales como Facebook representan determinados aspectos de la experiencia”.

En tal sentido, en el caso del matrimonio igualitario, por ejemplo, señala que “el debate está en curso, no solo por parte de juristas, políticos y organizaciones, sino también por parte de la ciudadanía en general”.

Al revisar comentarios sobre este tema -y otros como la filiación homoparental-, Alarcón señala que se puede constatar que “las redes sociales ofrecen un espacio donde el anonimato y el afán de lograr adhesión son factores clave. Vemos, por ejemplo, que, cuando alguien emite una burla hacia una persona LGBTIQ+, las reacciones de ‘me gusta’, ‘me divierte’ o ‘me enoja’ nos indican cuán aceptado o rechazado es el comentario”.

A través de recursos de descortesía como ciertos apelativos o, continúa la académica, “la atribución de conductas y reacciones como las de asco y otras (emoticones, gifs), fácilmente se cruza el límite desde las expresiones de desagrado, pasando por las de rechazo, a la incitación a la violencia o el desear la muerte, lo que -llevado al extremo- conocemos como ciberodio”.

Por otro lado, agrega Urrutia, “se categoriza a las personas LGBTIQ+ como militantes de partidos políticos de izquierda, adoctrinados, que no pueden participar libremente en la sociedad, a tal punto que, por ejemplo, en una de las noticias analizadas se apoyaba el hecho de que a una persona LGBTIQ+ le impidieran donar plasma en el contexto actual de pandemia por suponer que era un riesgo sanitario, debido a su conducta sexual”.

Al lenguaje soez, burlesco y violento con el que se refieren a las personas LGBTIQ+, se suman otras conductas de agresión, como el sugerir que las personas LGBTIQ+ serían merecedores de castigos físicos como la mutilación, golpes, palizas o indiferencia.

“Se reclama que los medios no deberían cubrir esas noticias al haber otros temas más importantes en el país. Algunos cibernautas, aunque son minoría, argumentan en contra y discuten estos agravios, entonces se les califica de personas homosexuales, de tendencia política de izquierda, que no están cualificados para emitir una opinión, deslegitimando su libertad de expresión”, sostiene Urrutia.

Alarcón señala que, lo grave de esto, es que “estas formas de producción de la violencia en el discurso están naturalizadas y son incluso aprobadas por quienes interactúan en las redes sociales”.

Tanto ella como Venegas y Urrutia, estas dos últimas, coinvestigadoras del proyecto Fondecyt, reconocen que es preciso diseñar espacios para visibilizar y educar en torno a estas temáticas, pero, dicen, el discurso de odio no es regulado.

“Ante las manifestaciones de ciberodio, explica Alarcón, algunos gobiernos y plataformas de medios sociales han tratado de imponer políticas para el uso de nombre real de los/as usuarios/as. Sin embargo, esas medidas han sido cuestionadas por su eventual amenaza al derecho a la privacidad y a la libertad de expresión”.

Dado que la mayor parte de los comentarios que muestran una actitud positiva hacia las personas LGBTIQ+ surge como reacción a comentarios ofensivos, parece ser que una alternativa es que sean las mismas personas que navegan en las redes sociales quienes regulen la descortesía, sugiere Alarcón.

La académica señala la existencia de estudios que, ante esta problemática, han identificado formas de contradiscurso válidas, como el exponer antecedentes para corregir percepciones erróneas; señalar la hipocresía o las contradicciones; humor; advertir las consecuencias offline u online; denunciar el discurso odioso o peligroso, algunas de las cuales han identificado durante su investigación. En el caso de la comunidad LGBT, esos estudios hacen referencia principalmente al uso del humor y a señalar la hipocresía o las contradicciones.

Al respecto, Barrera dice que en redes sociales se tiende a creer que los comentarios o palabras emitidas no tienen una incidencia “real”. Por lo mismo, se utiliza el humor como recurso para mitigar un mensaje cuya finalidad es ofender y discriminar. “Muchas veces, en las interacciones analizadas, fue posible identificar la excusa de ‘era broma’ o ‘no seas tan grave’ para restarle importancia a lo dicho, en caso de ser interpelado por usuarios que defienden o adhieren, por temas de creencias o más bien afectivos, a la comunidad LGBTIQ+”.

A su juicio, si bien en las interacciones personales existe una regulación explícita, cuya explicación puede darse dentro del marco de querer cuidar nuestra imagen personal, “también es posible identificar ciertos rasgos similares: expresiones indirectas que apelan a la polisemia de ciertas palabras, el humor como mitigador, así como también personas que utilizan los mismos recursos para defender a las diversidades sexuales, a modo de contradiscurso”.

La importancia de la inclusión

Desde la sicología, Venegas asegura que el lenguaje utilizado al emitir comentarios en redes sociales como Facebook, podría estar fuertemente determinado por representaciones sociales/ discursivas o creencias respecto de personas LGBTIQ+ que varían entre quienes las emiten.

“Por ejemplo, hemos encontrado que existe una especie de gradiente de actitudes que van desde las más negativas hasta las más favorables. Y que, en general, las creencias a la base de los comentarios positivos tienen que ver con la libertad personal, la necesidad de visibilizar y luchar por el acceso a la igualdad – que ha sido sistemáticamente negada. Mientras que los comentarios negativos plantean a las personas LGBTIQ+ como un ‘otro’ lejano, inmoral, antinatural, asqueroso, digno de burla, etc.”, sostiene.

Actualmente, diferentes informes dan cuenta de la violencia verbal, física, sistemática, etc. dirigida a personas LGBTIQ+ en las interacciones personales. Para la sicóloga, en redes sociales esto podría incluso ser más violento por varios motivos, principalmente porque las personas pueden esconder su real identidad para “agredir a otras por lo que no opera el principio de deseabilidad social (lo políticamente correcto)”. Por otro lado, dice, quienes agreden validan sus posicionamientos violentos al leer comentarios similares e, incluso, hay personas que juegan a armar polémica con comentarios fuera de lugar.

Al respecto, Urrutia señala que los cibernautas se burlan mucho del lenguaje inclusivo con el que se refiere al género. Es decir, el uso de ‘a’ para referirse al género femenino, ‘o’ para el masculino y ‘e’ para las personas LGBTIQ+. Se cuestiona su uso, dice, y no se comprende “la importancia que tiene para las personas LGBTIQ+ sentirse incluidos en una de las categorías de género que se mencionan, aún cuando estas no correspondan a su sexo biológico. De acuerdo a la valencia emocional, hay un alto porcentaje de palabras negativas asociadas a las personas LGBTIQ+, emociones como asco, vómito y enfermedad, se repiten”.

Urrutia lamenta que estas conductas violentas y agresivas no se sancionen e incluso muchas veces se justifique. “Por ello es tan importante educar en empatía, tener formación en sexualidad, afectividad y aplicar sanciones correspondientes cuando se incurra en acciones de exclusión social y agresión contra las personas LGBTIQ+”, concluye.

Desinformación generalizada

En su tesis de pregrado, la egresada de Pedagogía en Español, Paulina Maldonado, realizó un estudio consistente en identificar cómo eran representadas/os discursivamente estudiantes trans, y personas LGBTIQ+ en general, en comentarios de Facebook relativos a noticias publicadas en medios de prensa nacionales sobre el ingreso de estudiantes trans a establecimientos educacionales.

En el análisis, señala, se identificaron posturas a favor y en contra de las personas LGBTIQ+, siendo esta última la más frecuente. “En los comentarios que representaban de manera negativa a las personas LGBTIQ+, éstas eran consideradas parte de una minoría privilegiada que pasaba por sobre los derechos de las demás personas. Los/a estudiantes transgénero, en tanto, eran representados/as como una amenaza, por lo que el bullying hacia ellos/as era fomentado por parte de los/as comentaristas”, dice.

A su juicio, el temor expresado por los/as comentaristas hacia lo que podría significar la presencia de estudiantes LGBTIQ+ en los establecimientos, presentaba sus cimientos en prejuicios incentivados por la desinformación, generalizada en la sociedad chilena, en lo que respecta al sexo y el género.

En muchos casos, dice, las confusiones entre orientación sexual, conducta sexual, identidad de género y expresión del mismo, eran la base y justificación de conductas discriminatorias expresadas por los/as comentaristas. “La gran cantidad de comentarios ofensivos en los que la violencia hacia las personas LGBTIQ+ era justificada, sumada al resultado de encuestas y estudios dirigidos identificar casos de homo y transfobia que sufren estudiantes a nivel nacional, no hace más que ilustrar que las representaciones discursivas intervienen en cómo las personas perciben y valoran la realidad”, concluye.

Libros recomendados

Violencia homofóbica en América Latina y Chile, Jaime Barrientos. Ediciones y Publicaciones El Buen Aire, 2015.

Lingüística Cognitiva, William Croft, Alan Cruse. Ediciones Akal, 2008.

Métodos del análisis crítico del discurso, Ruth Wodak,Michael C. Meyer. Gedisa, 2003.

Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del sexo, Judith Butler. Paidós, 2020.

Recursos para educar en emociones. De la teoría a la acción, Remedios González Barrón y Lidón Villanueva Bedenes. Editorial Pirámide, 2014.

Nota: Para la realización de este reportaje las entrevistadas aluden a los resultados del proyecto Fondecyt, “Un estudio de las representaciones discursivas de las personas LGBTIQ+ desde la lingüística cognitiva”, encabezado por Paola Alarcón, con los coinvestigadores Claudio Díaz, Mabel Urrutia y Carolina Venegas, además de la tesis de pregrado de Pedagogía en Español, “Representaciones discursivas sobre personas transgénero en comentarios de Facebook a noticias sobre su ingreso a establecimientos educacionales”, de Paulina Maldonado, y a la tesis (en curso), para optar al grado de Magíster en Lingüística Aplicada, “Estrategias humorísticas verbales y multimodales: construcción de representaciones sociales discursivas de personas LGBTIQ+ en comentarios de Facebook”, de Javiera Barrera.

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