Humanidades

Neoliberalismo. ¿El comienzo del fin?

El neoliberalismo se instauró en las sociedades el siglo XX. En Chile, su vigencia puede verse, por ejemplo, en la discusión sobre matrimonio igualitario, los derechos reproductivos y de acceso a recursos naturales. Cuatro especialistas revisan esta corriente de pensamiento, y dan una mirada a lo que ocurre en la actualidad.

Por: Diario Concepción 06 de Junio 2021
Fotografía: Carolina Echagüe

Por Ximena Cortés Oñate

El neoliberalismo ha sido recurrentemente criticado en nuestra sociedad, más aún luego del 18 de octubre de 2019, cuando el llamado estallido social lo puso en el centro de su ira. No siempre existe total claridad sobre el concepto, pero pareciera haber consenso en torno a que se trata de un modelo que genera desigualdades y sigue vigente en nuestra sociedad.

La socióloga Beatriz Cid explica que el neoliberalismo es una corriente teórica e ideológica y una práctica política, que revive, en parte, el liberalismo clásico. “En suma, propone la libertad económica como valor central y la reducción del tamaño del Estado”.
Como práctica política, señala la directora del Magister en Investigación Social y Desarrollo de la Universidad de Concepción, el neoliberalismo “remite a las transformaciones que apuntaron al desmantelamiento de los Estados de Bienestar, keynesianos, y estados de compromiso desde los años ’80”.

El economista Jorge Dresdner agrega que, como corriente de pensamiento, el neoliberalismo descansa en una filosofía política que busca hacer resurgir el ideario liberal, pero en una versión más moderna.

“Uno de los elementos destacados es que busca sustento en una corriente de la teoría económica que enfatiza el libre funcionamiento de los mercados. Pero, sus ideas básicas se derivan de la preeminencia de la libertad individual y el rol disminuido (subsidiario) que debe tener el Estado en la sociedad”, sostiene el Doctor en Economía y académico del Departamento de Economía de la Universidad de Concepción.

En tanto, el filósofo Cristóbal Friz prefiere cifrar en la transformación del mercado en garante del presunto funcionamiento autónomo del aparato económico, una de las consecuencias más evidentes del neoliberalismo.

Para el Doctor en Estudios Americanos, “esto supone, entre otras cosas, que lo que en una perspectiva democrática podemos considerar como derechos sociales (salud, pensiones y educación, por ejemplo), pasan a ser ponderados como bienes y servicios que se transan en el mercado privado. Al mismo tiempo, dejamos de ser concebidos como sujetos de derechos, para pasar a ser tratados como agentes económicos: oferentes, productores, consumidores, etc”.

Algo similar señala Dresdner, al asociar el neoliberalismo con “la histórica disolución de los lazos comunitarios fuertes que caracterizaban a las sociedades más avanzadas hasta comienzos del siglo XX, y la generación de una conciencia fuerte sobre la importancia de la individualidad”. Entonces, dice, “creo que se basa en un cambio importante que se produjo en las sociedades humanas durante el siglo XX y que actualmente aún está vigente, por ejemplo, en la discusión sobre matrimonio igualitario y derechos reproductivos. Por supuesto, como toda visión filosófica, es sólo una de las formas posibles de entender la individualidad”.

Cid, por su parte, es enfática en aclarar que neoliberalismo no es sinónimo de capitalismo. “Hay muchos tipos de capitalismos reales y el neoliberalismo, como ideología y como práctica, es un tipo de capitalismo”.

En 1944, explica, el científico social y filósofo Karl Polanyi realizó una importante crítica al liberalismo económico, por considerar los factores de producción -tierra, trabajo y capital- como mercancías comunes, sujetas a mercados autorregulados. El trabajo, dice Cid, “no es en realidad solo fuerza de trabajo (mercancía cuyo valor es el salario de mercado), sino la propia vida humana que se reproduce en los ciclos familiares. Asimismo, la tierra tampoco es una mercancía regular, sino la naturaleza que sigue sus propios ciclos de reproducción de la vida”.

En ese sentido, agrega, “Polanyi nos dice que reducir tierra y trabajo a la condición de mercancías sujetas a transacciones en mercados autorregulados – precio de la tierra y salario de mercado -, no permite garantizar sus condiciones de reproducción ni tampoco su calidad”.

Modelo desigual

Chile ha sido tildado de laboratorio de experimentación de las políticas neoliberales, recuerda Friz. En ese sentido, no le parece extraño la manifiesta incomodidad que se evidencia en la sociedad con respecto al neoliberalismo.

Según la abogada Amaya Alvez, “hoy la ciudadanía clama por un pacto social de corte igualitario, ante la evidencia del fracaso de las lógicas de mercado para la provisión de derechos sociales y la administración de recursos naturales, como el caso del agua”.

A juicio de la académica de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales UdeC, “es claro que el crecimiento macroeconómico ha acrecentado las desigualdades, depredando los recursos naturales y maltratado a las comunidades, ante lo cual ha emergido un profundo malestar social. Además, la ciudadanía ha impugnado el modelo de gobernanza impuesto por el neoliberalismo, reclamando un modelo más transparente y participativo, que logre transformar el modelo de vida y de convivencia que nos rige”.

Para Dresdner, la visión neoliberal se asume y se plasma en la sociedad chilena en una forma especial. “Ésta fue determinada por el momento político que vivía el país en los años 70 y 80 (dictadura militar) y la versión autóctona se genera cargada de muchas ideas conservadoras”.

A su juicio, su expresión más clara en el plano público está “en las políticas que inicia el gobierno militar que afectan el sistema de previsión social, la reforma de las relaciones laborales, la política educacional, y la privatización de la economía, entre otras”. Todas tienen un mismo acento, señala: aumentar el espacio de decisiones de la empresa privada y la reducción de la injerencia del Estado en la oferta de servicios públicos básicos para la población.

“Esto genera una redistribución de la riqueza enorme en el país que beneficia a ciertos grupos económicos, y redunda en grandes desigualdades en el acceso a servicios básicos como previsión, salud y educación. Parte del malestar que viven grandes sectores de la población están relacionados con la desigualdad que esta situación generó en la riqueza, ingresos, acceso a los servicios, y trato”, agrega el economista.

Teniendo esos antecedentes en cuenta, Friz señala que “el hecho de que los denominados gobiernos postdictatoriales mantuvieran y profundizaran estas políticas, en lugar de contravenirlas o revertirlas, me parece que es otra causa de descontento importante”. A esto agrega que el neoliberal es un modelo en el cual la profundización de las desigualdades no es una falla, sino parte de los resultados que se consideran espontáneos del orden de mercado.

Friz considera, además, que el rechazo del modelo “hunde sus raíces en el hecho de que, llevado a sus últimas consecuencias, el proyecto neoliberal es antipolítico y antidemocrático: confiar el ordenamiento del orden social al presunto automatismo del mercado supone, en su extremo, negar la posibilidad de que la sociedad decida de forma consciente y autónoma sobre sus modos de vida”.

Cid va más allá. “Buena parte del siglo XX fue un ejercicio político y económico de rechazo al liberalismo global de la Pax Britannica del siglo XIX y de establecimiento de mecanismos de protección de estos factores productivos. Este rechazo tomó muchas formas: la experiencia de los socialismos reales, los capitalismos regulados, los estados keynesianos de compromiso y de bienestar, e incluso el fascismo, que ha sido visto como una forma de rechazo -bastante perversa- a la experiencia liberal”.

Hacia finales del siglo XX y en el contexto de la crisis, complementa, “encontramos una nueva ola de hegemonía liberal –neoliberal ahora- que se expresó en un consenso en torno al achicamiento del Estado, y el desarrollo de economías globales bastante desreguladas”. En su opinión, “gran parte de la crítica que Polanyi hace al liberalismo clásico aplica en el contexto contemporáneo: la desregulación y la ausencia de mecanismos de protección amenaza la sustentabilidad y las condiciones de reproducción de la vida económica (sus factores productivos), que no son otra cosa que la sociedad humana y su contexto natural”.

¿El comienzo del fin?

Frente a la crisis social y sanitaria que vivimos en la actualidad, las sociedades demandan formas de protección que aseguren su bienestar. Cid reconoce que estas demandas no siempre toman vías democráticas. “Si en el siglo XX ciertas formas de antiliberalismo encontraron expresión en el fascismo, el riesgo ahora son experiencias como el Trumpismo. Me gusta pensar, en todo caso, que debieran imponerse miradas y alternativas de carácter emancipador”.

Por su parte, Alvez pone el foco en la constante negativa del gobierno a implementar políticas de corte universal, en un momento extraordinario como el que vivimos, que ha generado angustia en miles de familias. “La focalización ha sido un mantra de las políticas neoliberales, pero ha chocado ante la carencia de registros sociales adecuados para comprender la realidad socioeconómica de las familias, que en muchos casos dependen de ingresos informales y viven agobiados por las deudas que el mismo modelo fomenta”.

Para ella, ha llegado el comienzo del fin del neoliberalismo como pacto social. Una notable evidencia, dice, es el proceso de vacunación. “Ha sido dirigido y orientado por el Estado a través de una lógica de universalidad, escalonado según vulnerabilidad, sin distinguir entre ingresos y sistemas de provisión de salud para la distribución de las vacunas. Ello demuestra que es perfectamente posible organizar los derechos sociales bajo una lógica pública”.

Desde su rol de Constituyente electa por el Distrito 20, Alvez señala que “la Nueva Constitución deberá sentar las bases de un modelo de Estado social de derechos, reencontrándose con la tradición republicana que fuera abruptamente rota con la imposición de la Constitución de 1980. Para ello, tendremos la oportunidad histórica de definir colectivamente las potestades públicas del Estado frente al mercado y la forma que asumirá nuestro modelo democrático”.

Para Friz, una alternativa real al neoliberalismo es el proyecto de una sociedad distinta, cuyos principios fundantes sean formulados en términos positivos. “Una sociedad propiamente política y democrática: una sociedad que decide sus destinos, sus modos de vida; que decide, por ejemplo, qué son derechos, por una parte, y qué son bienes transables en el mercado, por otra”.

Dresdner da una mirada distinta. “Lo que tenemos en el mundo son sociedades con distintos grados de `individualismo´ y `colectivismo´. La pregunta es cuánto estamos dispuestos a restringir las libertades individuales por el bien común”. Y pone un ejemplo: “la pandemia ha significado una restricción fuerte en la libertad para movilizarse. Lo podemos aceptar temporalmente por la emergencia, pero probablemente no vamos a estar dispuestos a aceptarlo en otras condiciones o en forma permanente. Entonces, la individualidad que proclama el neoliberalismo y su libertad de elegir, probablemente van a subsistir en una serie de áreas en la sociedad”.

Por ello, cree que es difícil pensar en una sociedad sin rasgos neoliberales en este sentido. Pero, “lo que caracteriza a las sociedades no son todos los elementos que contienen, sino las ideas centrales que la fundan. Y, probablemente, lo que va a surgir de la Nueva Constitución es una sociedad con menos rasgos neoliberales, donde áreas importantes de servicios básicos van a estar determinados por sistemas colectivos”.

Cid también se manifiesta convencida de que es indispensable pensar más allá del neoliberalismo. Para ello, propone observar las prácticas de cooperación que llevan a cabo comunidades hoy en día. “Estas son muchas veces experiencias reales -de pequeña y mediana escala- de producción de relaciones sociales, no mediadas por mercados autorregulados, sino por formas de protección y cuidado de las personas y del medio ambiente. Hay muchísimas de esas experiencias, desde las prácticas de ollas comunes, hasta empresas de carácter social; y creo que representan ejercicios a estudiar y buscar escalar”.

También recuerda las amplias y antiguas tradiciones del cooperativismo, mutualismo, economía social y economía solidaria. “Ya desde los orígenes del capitalismo moderno, grupos de trabajadores y personas se han organizado en forma autogestionaria. Hay ahí una tradición -fuertemente democrática, política y colectiva- de construcción de alternativas al neoliberalismo”.

Universidad y neoliberalismo

En su libro “La universidad en disputa. Sujeto, educación y formación universitaria en la concepción neoliberal”, Friz se refiere a los efectos de la implementación de las políticas neoliberales en la formación de estudiantes de educación superior.
Uno de ellos, quizás el más evidente, dice, es que el estudiante “deja de ser concebido como un sujeto portador de derechos, como un ciudadano que es instruido para hacer un aporte a su comunidad y es transformado en un cliente. La formación universitaria es enfocada como una inversión en capital humano, y el estudiante como alguien que gestiona, desde la elección vocacional misma, su carrera en términos de mercado”.

Lo anterior, señala, “repercute en los académicos, los que pasamos de ser formadores a ser prestadores de servicios educacionales. La investigación, por su parte, pasa a ser concebida como una labor competitiva: por ejemplo, los fondos fiscales son asignados, justamente, a quienes tienen las credenciales para, presuntamente, triunfar en el mercado”.

El filósofo aclara que las políticas neoliberales afectan a todas las universidades del sistema nacional, ya sean estatales, privadas tradicionales, o pertenezcan al grupo de universidades creadas con posterioridad a 1981 (cuando comienza la “neoliberalización” del sistema de educación superior chileno). “Todas deben competir como agencias en un mercado y legitimarse por los mismos criterios de calidad (un criterio de mercado), dictados por un poder ejecutivo que opera como garante del funcionamiento de la lógica mercantil”.

Para él, superar esta situación requiere de decisión política, que es justamente algo debilitado o neutralizado por la lógica neoliberal.

Amaya Alvez: “Es claro que el crecimiento macroeconómico ha acrecentado las desigualdades, depredando los recursos naturales y maltratado a las comunidades, ante lo cual ha emergido un profundo malestar social”.

Jorge Dresdner: “La expresión más clara del neoliberalismo en el plano público está en las políticas que inicia el gobierno militar que afectan el sistema de previsión social, la reforma de las relaciones laborales, la política educacional, y la privatización de la economía, entre otras”.

Beatriz Cid: “Si en el siglo XX ciertas formas de antiliberalismo encontraron expresión en el fascismo, el riesgo ahora son experiencias como el Trumpismo. Me gusta pensar en todo caso, que debieran imponerse miradas y alternativas de carácter emancipador”.

 

Cristóbal Friz: “Confiar el ordenamiento del orden social al presunto automatismo del mercado supone, en su extremo, negar la posibilidad de que la sociedad decida de forma consciente y autónoma sobre sus modos de vida”.

Libros recomendados

– Libertad de Elegir, Milton Friedman. 1980.
– Capitalismo y libertad, Milton Friedman. 1966.
– La universidad en disputa. Sujeto, educación y formación universitaria en la concepción neoliberal, Cristóbal Friz. 2016.
– Camino de servidumbre, Friedrich Hayek, 1944.
– Los fundamentos de la libertad, Friedrich Hayek. 1959.
– El ladrillo. Bases de la política económica del gobierno militar. Centro de Estudios Públicos, 1992.
– El otro modelo, Fernando Atria. 2020.
– El Estado Emprendedor, Mariana Mazzucato. 2019.

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