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Editorial

Guardianes de semillas: el compromiso con el futuro agrícola del Biobío

En tiempos de crisis climática y pérdida de biodiversidad, conservar la semilla original es proteger una parte esencial del equilibrio alimentario y ecológico.

Por: Editorial Diario Concepción 07 de Noviembre 2025
Fotografía: Cedida | Contexto

Frente a un mundo donde la agricultura industrial avanza hacia una lógica de productividad sobre la diversidad, un movimiento recorre el país: los llamados guardianes de semillas. Su labor silenciosa sostiene no sólo la memoria de los cultivos ancestrales, sino también la posibilidad de un futuro alimentario sostenible.

Y es que detrás de cada semilla traspasada de generación en generación, hay un conocimiento vivo. Estos guardianes son depositarios de un saber que combina ciencia, experiencia y amor por la tierra. En sus manos no sólo germinan plantas, sino también identidad y autonomía.

La importancia de su labor trasciende lo local. En tiempos de crisis climática y pérdida de biodiversidad, conservar la semilla original es proteger una parte esencial del equilibrio alimentario y ecológico. Las variedades tradicionales, adaptadas a los suelos y climas en Biobío, representan una reserva genética invaluable para enfrentar sequías, plagas y fenómenos ambientales cada vez más extremos.

Sin embargo, la tarea de conservar no es fácil. La presión del mercado, el envejecimiento rural y la falta de políticas sostenidas siempre son una amenaza para la continuidad de estas prácticas. Aunque existen iniciativas públicas —como los programas de INDAP—, la conservación comunitaria requiere apoyo permanente, visibilidad y reconocimiento.

En el corazón de la Región, un emprendimiento de Cabrero resume lo que hay detrás de estas iniciativas: Semillas Crear Vida, un proyecto familiar del cual forma parte Catalina Barriga, quien junto a sus padres continúa una tradición transmitida por generaciones.

“Mi abuela y bisabuela ya cuidaban semillas y las regalaban a sus familiares para que no se perdieran”, relató. Hoy resguardan más de 120 variedades de porotos, además de tomates, lechugas, flores, maíz y ajo. “Las semillas son un legado familiar, un recuerdo vivo de quienes vinieron antes”, agregó.

En paralelo al trabajo de las comunidades rurales, la ciencia también cumple un papel esencial en la protección del patrimonio agrícola. Desde el Centro Regional INIA Quilamapu, el Dr. Gerardo Tapia, curador del Banco de Germoplasma, explicó que estas instalaciones “están dedicadas a conservar el patrimonio genético del país” mediante la conservación ex situ, que consiste en recolectar y almacenar semillas a baja temperatura por largos periodos.

Las colecciones se evalúan bajo distintas condiciones ambientales —disponibilidad hídrica, fertilización, tipo de suelo o temperatura— tanto en cámaras de crecimiento e invernaderos como en ensayos en terreno. Estos estudios permiten determinar la capacidad de adaptación de cada variedad frente a la sequía o la variabilidad climática, información clave para fortalecer la resiliencia agrícola del centro-sur.

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