Las experiencias científicas tempranas son igualmente vitales para el crecimiento y desarrollo educativo, de modo a formar adultos capaces de entender el mundo en que viven.
La aparición del coronavirus y la consecuente pandemia demostró la importancia de fomentar la ciencia en niñas y niños. La construcción del pensamiento científico en la temprana edad ayuda a desarrollar una mirada crítica, a observar, analizar y buscar soluciones a problemas. La falta de conocimientos científicos probablemente sea la principal causa del negacionismo respecto al coronavirus y a las vacunas.
Hay abundante evidencia sobre la capacidad de niños y niñas en edad preescolar para entender conceptos científicos y desarrollar el pensamiento científico. Las experiencias científicas tempranas son igualmente vitales para el crecimiento y desarrollo educativo, de modo a formar adultos capaces de entender el mundo en que viven. Es por ello que diversas iniciativas buscan fomentar el interés en la ciencia desde los preescolares, aprovechando la curiosidad natural y la tendencia a explorar y aprender.
Un ejemplo es la innovadora iniciativa del Centro Interactivo de Ciencias, Artes y Tecnologías (Cicat) de la Universidad de Concepción que se está implementando en 16 regiones de Chile. Se trata del Programa de Indagación para Primeras Edades (PIPE), que incluye material didáctico orientado al fomento y desarrollo del conocimiento científico entre las y los menores.
Según información entregada por Cicat, el proyecto contó con el apoyo de un equipo interdisciplinario que trabajó en torno a siete competencias técnicas vinculadas a la forma en la que se construye el conocimiento científico: actuar con curiosidad, buscar oportunidades de indagación, descubrir alternativas de solución, diseñar un proyecto de investigación, ejecutar el proyecto, analizar resultados y comunicar el trabajo realizado. Se proyecta para este año una cobertura cercana a 7 mil niñas y niños que tendrán la oportunidad de acercarse a la ciencia a través del fortalecimiento de las competencias científicas de los equipos pedagógicos.
Experiencias como esta motivan a niños y niñas a aprender a pensar de una manera diferente cuando están enfrentados a la resolución de problemas y les ayuda a desarrollar el pensamiento racional. Es decir, los convierte en ciudadanos y ciudadanas mejor preparados para comprender y actuar en el mundo.