Editorial

La obligación de consolidar la democracia

En pocas semanas, asistimos a un cambio que parece ser definitivo en el cual se manifiesta, como nueva convicción, que la ciudadanía puede aportar más; que existen numerosos colectivos que conocen y palpan, en carne propia, los problemas de la sociedad; que pueden visualizar con mayor propiedad las vías de solución.

Por: Editorial Diario Concepción 17 de Noviembre 2019
Fotografía: Carolina Echagüe M.

A premiados por las circunstancias cambiantes en nuestra actual y convulsionada realidad, los chilenos y chilenas podemos perder la noción del valor de la democracia, un valor de fluctuante apreciación según lo que de ella se espere. Por ello, si las expectativas resultan equívocas, el significado de esa forma de gobernar se hace cuestionable o, por lo menos, objeto de duda.

Su existencia ha sido valorada desde antiguo. Para Cicerón, la libertad solo reside en los estados en los que el pueblo ostenta el poder supremo, aunque ese poder puede o no ejercerse de modo apropiado. Para un gobernante de los EE.UU., John Calvin Coolidge, a pesar de lo anterior, en lo relativo a la democracia, “…sería una necedad pretender que el pueblo no pueda cometer errores políticos. Puede cometerlos, y graves. El pueblo lo sabe y paga las consecuencias; pero al compararlos con los errores que han sido cometidos por cualquier género de autocracia, estos otros carecen de importancia”. De parecida manera, para Churchill “La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre. Con excepción de todos los demás”.

En la actualidad, particularmente en América Latina, el apoyo a la democracia ha sufrido un progresivo deterioro. Al observar las sucesivas crisis institucionales en la región, esta idea no constituye una anécdota opinable, sino más bien una conclusión de la agencia Latinobarómetro en el año 2018, institución que la describe como en descenso por quinto año consecutivo, alcanzando un 48%, el peor indicador desde la crisis registrada en el año 2001.

Sin embargo, estas cifras no indican necesariamente que sea la democracia la que se encuentre camino a la extinción. Para la agencia Latinobarómetro, la crisis de la democracia, afortunadamente, no va por ahí, pues no parece haber rival que la haga peligrar, sino que existen diferentes visiones de cómo esta debería ejercitarse. ¿En qué consiste una buena democracia? ¿Cómo esta se adapta y responde a la evolución de la sociedad, manteniendo sus nobles principios y positivas características?

La evolución actual consiste en un cambio de modelo. En efecto, hasta hace relativamente poco tiempo, el modelo de democracia no era objeto de discusión, la participación de la ciudadanía se expresaba en contadas ocasiones, particularmente en tiempo de elecciones, había poco que hacer en asuntos públicos. En este panorama, la consecuencia de ese dejar hacer, o de limitarse ocasionalmente a pedir que las promesas se cumplieran, configuró una clase política acostumbrada a tomar las decisiones y una ciudadanía más o menos pasiva, distraída en sus propios asuntos, y que poco a poco fue desconfiando de la tarea de los políticos.

En Chile, la crisis social desatada en brevísimo tiempo transformó radicalmente el panorama. En pocas semanas, asistimos a un cambio que parece ser definitivo en el cual se manifiesta, como nueva convicción, que la ciudadanía puede aportar más; que existen numerosos colectivos que conocen y palpan, en carne propia, los problemas de la sociedad; que pueden visualizar con mayor propiedad las vías de solución; que jóvenes, mujeres, población vulnerable, adultos mayores que no tienen adecuada representación de sus intereses; y que podrían colaborar, con su participación, en robustecer el funcionamiento de la democracia.

Se añade a este universo cambiante nuevos grupos sociales que muestran otra cosmovisión, como la generación de la aldea global, conectados en tiempo real con otras realidades que esperan de los gobiernos reacciones consecuentes, en especial la igualdad de oportunidades en todo el territorio nacional y las políticas de equitativo crecimiento sostenible, garantías estables de una mejor sociedad.

Es tiempo de que la democracia, con estos nuevos y sanos ingredientes, empiece a materializarse en el país, a fin de que esta no siga decayendo en la percepción de las personas como sistema probado de solución de problemas sociales y, antes bien, inicie un proceso tan postergado como necesario de consolidación.

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