Editorial

La nueva mirada sobre las estructuras del Estado

Estamos ante una situación histórica para nuestro país y que ha mostrado ante la comunidad interna e internacional que los indicadores del desarrollo pueden ser equívocos, que las cifras pueden esconder realidades larvadas.

Por: Editorial Diario Concepción 05 de Noviembre 2019
Fotografía: Cristóbal Escobar | Agencia UNO

Las marchas y las movilizaciones han mostrado la fuerza de los argumentos que las sostienen. Las causas son evidentes, muestran la existencia, por largos años desde la recuperación de la democracia, de renuencia para atender los asuntos pendientes, desde la intención de actuar en la medida de lo posible, en un escenario de democracia vigilada y amenazada, a no hacer más cuando sí se podía.

Estamos ante una situación histórica para nuestro país y que ha mostrado ante la comunidad interna e internacional que los indicadores del desarrollo pueden ser equívocos, que las cifras pueden esconder realidades larvadas. Así, la tensión social acumulada por años ha terminado por hacerse explícita, la mayoría silenciosa ha resuelto tomar la palabra. Los más, en ánimo de pedir en paz, pero con fuerza, que el modo de vivir que han tenido los chilenos sea sometido a escrutinio, que el modo de hacer por parte del Estado tenga una nueva y crítica mirada.

También, ante similares circunstancias, para otros la forma de la protesta ha sido diferente. José Saramago, en su obra El hombre duplicado, describe en parte la realidad que estamos viviendo: “he aquí que el pacífico, el dócil, el sumiso, de pronto desaparece de escena y, en su lugar, desconcertante e incomprensible para los que del alma humana suponen saberlo todo, surge el ímpetu ciego y arrasador de la ira de los mansos”.

Las demandas son muchas, con muy diversos grados de urgencia y complejidad, pero que tiene en común ser causadas por una política de Estado que en algún punto dejó de hacer su tarea. Porque hay acuerdo que las causas de la movilización son justas y de carácter nacional. A pesar de la magnitud de los problemas por resolver, esa situación no ha resultado, como a veces ocurre, en una parálisis, sino en reacciones y dinámicas que ya empiezan a dar indicios de una ruptura de las rutinas, propuestas y ensayos, para salir al paso de un escenario que no termina de configurarse, de difícil descripción y pronóstico. Es valedera otra frase del autor aludido; el caos es un orden por descifrar.

Los colectivos sociales han buscado sus modos de expresión, reuniones informales y encuentros estructurados han sido el modo inicial de concretar las propuestas de la gente, un fenómeno en pleno desarrollo y que tendrá que irse consolidando para poder establecer las líneas de acción que corresponda, un proceso que seguramente demandará tiempo, si se quiere hacer, como debería hacerse, con la mesura que demanda trazar los lineamientos de un nuevo pacto social, que sirva de andamio para forjar un país con un futuro mejor para las generaciones por venir.

Mientras tanto, hay mucho que hacer. Es el momento de transformar las promesas, las confesiones de culpa, las nuevas visiones del mundo político y empresarial, expuestas ampliamente en los medios, en acciones concretas, para responder a las demandas que sí podrían ser satisfechas con los medios existentes y que dependen de la voluntad o la solidaridad.

Es indispensable que no se trate esta situación como la terapia de paños fríos, para esperar que los ánimos se calmen y seguir como antes, sino atender las urgencias mientras se trabaja en un cambio estructural que haga compatible el crecimiento de la economía, con el desarrollo de la sociedad en su conjunto, con equidad y justicia.

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