Editorial

La inquietante desconexión entre ciudadanía y política

Seis de cada 10 personas señalan que no tienen alguna posición política. Es igualmente desalentador observar el estado de desapego con las instituciones señaladas como tradicionalmente emblemáticas en materia de generación de confianza.

Por: Editorial Diario Concepción 10 de Enero 2019
Fotografía: Archivo Copesa.

Las advertencias son cada día más frecuentes, pero no parecen ser oídas, la última señala la amenazante cercanía al punto de no retorno, un punto en el cual la política y sus autorreferentes representantes, dejen de ser relevantes y de esa manera, agotada la paciencia de los que creen en la democracia representativa, opten por renunciar a la espera interminable y opten por cualquier otra modo de lograr los cambios que hacen falta, ante la evidencia cada vez más cierta que la política chilena actual, y sus autocomplacientes actores, está lejos de ser lo que las personas esperan.

Las últimas cifras son de una inquietante, aunque cruda, evidencia, nunca en los últimos 30 años la política estuvo más alejada de los ciudadanos. Según los datos que se pueden extraer de la encuesta CEP: si en 1988, un 6% se declaraba sin posición política, hoy alcanza el 63%. La adhesión a los partidos es para efecto prácticos insignificante, ya que el 74% de las personas consultadas declara no sentirse identificado por ninguno. Sin embargo, esa pequeña cifra de ciudadanos políticamente comprometidos son suficientes como parta mantener operativo un sistema que para consolidarse requiere que los adeptos sean frecuentemente recompensados, lo cual explicaría la dura lucha por los enclaves de poder asociados a retribuciones de diversa naturaleza.

La separación de la política partidista de las prioridades del ciudadano común, es transversal, la encuesta CEP, compara los datos desde la época del Plebiscito, un año en el cual un 6% de los encuestados se definía políticamente neutro, esto es, sin sentirse identificado con idearios de izquierda, derecha o centro. La situación es claramente diferente para los años 90, cuando esta posición de neutralidad aumentó a poco más del 30%, porcentaje que se eleva a más del 50% el 2013. La actual lectura de las cifras indica que este año, seis de cada 10 personas señalan que no tienen alguna posición política.

Si se deja este colectivo aparte, es igualmente desalentador observar el estado de desapego con las instituciones señaladas como tradicionalmente emblemáticas en cuanto a la generación de confianza, la Iglesia y Carabineros, los Tribunales de justicia, los centros financieros, las empresas, entidades que en su conjunto han sido descritas como las columnas de soporte de la estabilidad republicana, cada una en su respectivo entorno, supuestamente a cargo de preservar buenas prácticas, instituciones que funcionan para el crecimiento conjunto de la nación, en toda su pluralidad.

Cuando la confianza en estas instituciones baja, no son estas las que resulten más lesionadas, por mucho que efectivamente reciban las justas condenas por procedimientos irregulares o ilícitos, es todo el andamiaje de la democracia, que deja a los ciudadanos sin el piso de seguridad indispensable para cimentar su futuro.

Tenemos ejemplos cada vez más numerosos de lo puede suceder cuando estos pilares se debilitan, es la búsqueda de otros soportes, que pueden resultar profundamente engañosos y conducir a las sociedades a situaciones de alta complejidad social, sin las debidas instancias para ponerles remedio. Este escenario no está en el centro de debate y debiera estarlo no se puede seguir actuando como si no pasara nada.

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