Editorial

La primera necesidad de tener trabajo

Por: Editorial Diario Concepción 29 de Agosto 2018
Fotografía: Carolina Echagüe M.

Para el pragmático pensamiento moderno y occidental, referirse a proverbios chinos es, en el mejor de los casos, anacrónico. Sin embargo, hay implicancias en la vieja sabiduría que podrían resultar tan válidas como los imperativos categóricos, como el consejo: “Dale un pez a un hombre y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”. Si se le toma al pie de la letra, tiene el sentido de la educación como forma de dar herramientas útiles para la vida autónoma, pero, por otra parte, resulta una suerte de advertencia para aquellos que regalan cosas a alguien hasta que ese alguien cese de preocuparse por obtenerlas por su propio esfuerzo.

Siempre es oportuno examinar la validez e impacto de las actividades humanas, el homo habilis, el homo faber, el que realiza y crea, que en otros términos, se refiere a lo que el hombre es capaz de hacer, opuesto al ocio, el trabajo humano y su significado para quien lo efectúa. Si bien es cierto, el trabajo está asociado a una maldición bíblica, no es menos cierto que esa actividad le da dignidad al asegurar su seguridad y bienestar, sino su supervivencia.

Para los sociólogos, el aspecto objetivo del trabajo puede variar y, de hecho, ha variado, de un tiempo a otro, de una cultura a otra, de un lugar a otro, según muchos factores que inciden en la producción de los bienes, pero el sujeto del trabajo, es decir, quien trabaja, permanece igualmente digno en toda circunstancia. Si antes se producía un bien usando tal materia prima, con tales instrumentos y con tales técnicas, ahora, se produce con otros materiales, con diferentes instrumentos y con otros procedimientos.

Se podría estimar que el dinero o las remuneraciones son el fin último del trabajo y hasta cierto pudiera ser cierto, pero en el fondo, provisto aquello, hay siempre algo más trascendente, ya que su ejercicio resulta además en un sentido de perfección y plenitud, que desaparece al cesar de trabajar, aunque las necesidades materiales estén encubiertas.

Los aportes sociales del Estado, los subsidios, el reparto de bonos y beneficios de todo orden para ayudar a personas vulnerables puede ser válido en una primera etapa, mientras no se consiga una mejor opción y esta no es, como bien pudiera creerse, aumentar los obsequios o las ayudas, sino en dar la oportunidad a las personas para poder cuidar de sí mismas mediante fuentes de trabajo de calidad, como no cesa de repetirse.

Hay intentos de avanzar en fases intermedias, entre la ayuda estatal y la autonomía financiera, en algunas comunidades pobres se observaba que, a pesar de la inversión en escuelas y profesores, los niños no acudían a la escuela, ya que los niños tenían que trabajar para apoyar los ingresos de la familia, en algunos países para salir al paso de esa situación, como México y Brasil, comenzaron a transferir dinero a las familias más pobres a condición de que los hijos fuesen a la escuela y cumplieran con algunos requisitos sanitarios, como la vacunación, una condición que puede evolucionar a una creciente autonomía de las familias. Otra manera de enseñar a pescar.

La posibilidad de recuperar la autoestima mediante el trabajo es la que debiera aumentarse, creando espacios en el campo laboral, paulatinamente, mientras se apoya a quienes no pueden realmente hacerse cargo de su propio sustento, a éstos la asistencia y a los primeros, la devolución de su dignidad.

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