Editorial

Mirada contemporánea a la familia chilena

Por: Editorial Diario Concepción 20 de Julio 2018
Fotografía: Raphael Sierra P.

Las tendencias actuales han puesto algunos valores clásicos en el umbral de lo discutible, lo que parecía inmanente a la sociedad pareciera tener en la actualidad una importancia superflua o, por lo menos, optativa. Bajo esa concepción las estructuras sociales tradicionales han experimentado cambios, cuya trascendencia está por probarse, como puede ocurrir con la valoración de la familia.

Un estudio reciente, bajo el título; “Familia, pobreza y bienestar en Chile: un análisis empírico de las relaciones entre estructura familiar bienestar”, del Instituto de Sociología de la Pontificia Universidad Católica, pone de relieve esta trascendental estructura, partiendo por establecer la existencia de una literatura muy amplia para reconocer la importancia de la familia y de algunas de sus dinámicas, en la producción del bienestar económico y psicosocial.

Lo más relevante de este análisis es que una creencia, ampliamente aceptada entre el común de las personas, se confirma de modo fehaciente; que la diferencia entre pobres y no pobres depende típicamente no solo de factores como la edad, la educación alcanzada y la disponibilidad de empleo, sino que también de ciertos aspectos de la estructura familiar que deben ser tomados en cuenta ya que afectan, por diversos conductos y modalidades, esas importantes variables.

La evidencia acumulada, según algunas investigaciones, muestra que los cambios recientes en la estructura familiar han contribuido a aumentar la pobreza,  incluso que esta última, al menos en contextos de alto desarrollo donde la escolaridad y el empleo femenino han hecho progresos definitivos, se explica cada vez más por determinantes relacionados con la familia.

Los cambios en el perfil de la sociedad chilena en relación a las parejas, como la ausencia o la inestabilidad del matrimonio y el crecimiento de hogares sin una pareja estable, especialmente de aquellos encabezados por mujeres solas, han alcanzado proporciones preocupantes, particularmente el crecimiento notorio y acelerado de los hogares con madres solas con hijos y la observación de la evidente posición de desventaja en que quedan estos hogares, en comparación con aquellos constituidos por parejas estables.

Según los datos de Casen, al describir los cambios en la estructura de los hogares en el período 1990-2015, se observa, para todos los años, que la mayor parte de las familias son biparentales. Sin embargo, la proporción se ha ido reduciendo. En 1990 el 55,7% de los hogares eran familias nucleares biparentales, y un 8,5% familias nucleares monoparentales. En tanto, en 2015 la proporción de familias nucleares biparentales se redujo a un 44,7% y las familias nucleares monoparentales aumentaron a un 14,5% del total de hogares.

La conexión entre familia y bienestar está fuertemente vinculada con la formación de familias de doble ingreso que son capaces de sostener una relación de pareja estable que tienen pocos hijos. Las estructuras familiares más vulnerables aparecen entre familias monoparentales con hijos, encabezadas principalmente por mujeres y en familias numerosas.

Si es cierto que la escolaridad, la oferta de oportunidades en los centros urbanos y características individuales tienen directo impacto en el nivel socioeconómico, la familia estable sigue siendo una determinante poderosa en calidad de vida de cada sociedad, que sostenida en el tiempo permite el progreso sustentable de sus integrantes.

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