Editorial

Alto desempleo e informalidad laboral de los jóvenes

Por: Editorial Diario Concepción 18 de Agosto 2017
Fotografía: Copesa

El país ha mostrado con justificado orgullo sus cifras relativas a la cobertura de la educación superior, se menciona sobre el particular argumentos robustos, como la cantidad de jóvenes que en sus familias son los primeros en ingresar a ese nivel educativo- más de 16 mil jóvenes, el 42% del total de alumnos que ingresó este año a las universidades tradicionales- por otra parte, y con igual justicia, se menciona que no hace demasiado el número de estudiantes universitarios representaba un uno por ciento de la población juvenil, comparando con sobre el millón de estudiantes de la actualidad, así, mientras que en el año 2006 había 668.532 alumnos en la educación superior, el año pasado se contabilizaban 1.161.222 jóvenes matriculados. Son buenas cifras, pero cifras que plantean desafíos aún pendientes.

El desafío principal para que tamaño esfuerzo sea útil, es que sea en realidad una oportunidad de movilidad social, que exista en el mercado posiciones para ser ocupadas por estos flamantes profesionales, es por eso que resulta intranquilizador y al mismo tiempo desafiante, salir al paso a los problemas propios del alto desempleo e informalidad laboral en los jóvenes.

Efectivamente, en el reciente II Encuentro de Jóvenes de la Alianza del Pacífico se señala que según la información de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el desempleo juvenil en América Latina subió a 18,3 por ciento, una situación descrita por el director regional de la organización como dramática, por lo cual resulta urgente tomar medidas, ya que la tasa de desempleo es la más alta en más de una década, tras escalar más de 3 puntos porcentuales. Hace más de diez años que no se registraba una tasa de desempleo juvenil tan elevada. En este momento, 40 por ciento de los desempleados son jóvenes.

En el escenario latinoamericano hay unos 114 millones de jóvenes en edad de trabajar, de los cuales un poco menos de la mitad, unos 54 millones, participan de la fuerza laboral, según los datos demográficos más recientes. Es decir, un potencial enorme que no tiene el aprovechamiento que sería deseable y necesario para el desarrollo, como resultado de las malas condiciones laborales.

En razón de lo anterior, la OIT hizo un llamado a invertir en los jóvenes para buscar solución a este problema, representado por 9,9 millones de personas de América Latina, entre 15 y 24 años de edad, que buscan trabajo sin conseguirlo, además de un desempleo que triplica al de los adultos. Los jóvenes deben enfrentar una tasa de informalidad más alta, estimada en 56 por ciento en promedio para la Región, de esa manera más de la mitad de los empleos disponibles para los jóvenes son en estas condiciones, una informalidad que implica malas condiciones de trabajo, sin protección ni derechos, con bajos salarios y baja productividad.

Ante esta realidad, se estima que unos 20 millones de jóvenes en la Región no estudian ni trabajan, debido en gran parte a la frustración y el desaliento por la falta de oportunidades en el mercado laboral. Crear estas oportunidades es el desafío pendiente, al mismo tiempo que someter a escrutinio severo las ofertas en educación superior y técnico profesional, ya que necesariamente debe haber una sintonía entre la educación superior y las demandas del mercado, con las debidas consideraciones a la tendencias futuras, so pena de estar preparando jóvenes para un futuro que ha dejado de existir.

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