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Editorial

Resurgimiento de la iconoclasia

El imperio romano de oriente duró mil año más que el de occidente, tiempo más que suficiente para pensar mucho. Encontrar algo nuevo que pensar en un mundo que llevaba mil años pensando lo mismo, debe haber sido fatigoso.

Por: Diario Concepción 04 de Abril 2017

El imperio romano de oriente duró mil año más que el de occidente, tiempo más que suficiente para pensar mucho. Encontrar algo nuevo que pensar en un mundo que llevaba mil años pensando lo mismo, debe haber sido fatigoso. A los bárbaros que solían visitarles les parecía ridículo la seriedad con que los aristocráticos intelectuales bizantinos se tomaban todo, las interminables discusiones por los asuntos más absurdos, por lo menos para ellos acostumbrados a andar repartiendo mamporros a medio mundo, al menor estímulo.

Temas como el sexo de los ángeles o la cantidad de ángeles que se podían poner en la punta de un alfiler, podía tener a esos sabios ocupados por años, sin llegar a acuerdo. Esa dificultad puede explicar la dura lucha entre iconoclastas e iconodulos, los primeros eran los propulsores de la idea de romper las imágenes, los iconos religiosos de la propia cultura y otros símbolos o monumentos.

Romper imágenes es el modo favorito y consagrado de intentar cambiar una cosa por otra, a la brava, como los españoles destrozando monumentos aztecas o antes, los romanos, con decretos de damnatio memoriae, para obligar a olvidar a próceres caídos en desgracia.

Los iconodulos, o iconófilos, trataban de preservar esos recuerdos o símbolos. Hasta el día de hoy ese problema no termina de resolverse, el culto a las imágenes o su destrucción por motivos varios.

Ahora mismo los chilenos se enfrentan a un proceso de iconoclasia de los Conejos de Pascua; está prohibido poner conejos a los chocolates, medida fundamental, o de manifiesta ingenuidad, que busca tener amplia aceptación social para atacar de frente el problema de la disnutrición. Los íconofilos, con justicia, están indignados. 

PROCOPIO

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