Editorial

La degradación de los bosques submarinos chilenos

La falta de conciencia, la sobre explotación amenaza con severidad los recursos pesqueros, por parecidas causas también ahora puede observarse el abuso desregulado de las plantas marinas.

Por: Diario Concepción 23 de Noviembre 2016

Para ser un país relativamente chico, con una población pequeña, tenemos comportamientos de país grande y muy poblado. Lamentablemente, no siempre para bien, como alto y temprano consumo de drogas y tabaco, también de alcohol, precoz actividad sexual. Cuando se describe esta situación parece como propia de un país que ha perdido la cordura. Se reconoce, igualmente, que hay otros indicadores buenos; que por lo general somos serios, que nuestras instituciones, aunque rutinariamente sometidas a crítica, resultan ejemplares para otros puntos del globo.

Sin embargo, persisten récords que más valiera no tener, como que los bosques submarinos chilenos están entre los más degradados a nivel mundial. Circunstancia con una mala tradición, impropia del país que debiera tener una cultura avanzada con respeto al cuidado del mar, con el cual se relaciona tan extensamente. La falta de conciencia, la sobre explotación amenaza con severidad los recursos pesqueros, por parecidas causas también ahora puede observarse el abuso desregulado de las plantas marinas.

Sin bien es cierto, en nuestro país no hay arrecifes coralinos, se compensa esa carencia con extensos bosques de algas, en particular las macroalgas pardas o huiros. Sirven como hogar a gran cantidad de seres vivos, desde pequeños crustáceos hasta grandes depredadores marinos, como estrellas de mar y peces, y algunas las ocupan también como zona de crianza o de caza. Es así como las lapas y caracoles se alimentan del mismo huiro, mientras que las jaibas, estrellas de mar, erizos, locos y peces se nutren de ellos.

El hombre irrumpe otra vez, con consecuencias negativas para estos frágiles y dinámicos equilibrios. Hasta hace 10 años, se recolectaban solo algas que llegaban a la costa por las marejadas, en una explotación sustentable. Pero al aumentar la demanda del mercado internacional, se las desprende de las rocas con buzos con una especie de chuzo o barreta, afectando a varias especies como huiro y cochayuyo.

Como ocurre repetidamente, se han generado políticas públicas para que la explotación sea sustentable, pero para variar, sin vigilancia o control, los pescadores hacen caso omiso de las recomendaciones técnicas: la extracción alcanza a 4 millones de toneladas anuales, amenazando la supervivencia del recurso. Además de afectar por ausencia la erosión de la costa, por cambio en el flujo de las corrientes.

Juan Carlos Castilla, Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2010, ha luchado por revertir la tendencia, no concibe "que hagan santuarios naturales lejos de las personas. Los humanos pueden aportar mucho en la conservación de los sistemas marinos". Ha dedicado casi cuatro décadas a estudiar la sustentabilidad de los recursos de las costas chilenas, trabajando codo a codo con pescadores artesanales.

La sobreexplotación es difícil de fiscalizar, un círculo vicioso, que aunque comprensible, no puede dejarse sin atender. Una conducta que se establece al haber terminado con la existencia de otros recursos, amenazando los que quedan, por eso mismo hay voces y gestiones faltantes en las instituciones que corresponda, para que en realidad funcionen.

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