El Plan de Fortalecimiento Industrial busca hacer de la Región un polo de este rubro energético.
En un escenario marcado por la urgencia de reducir las emisiones de carbono y avanzar hacia fuentes limpias de energía, el Biobío comienza a perfilarse como un punto estratégico en el desarrollo de la energía eólica marina, también conocida como offshore.
Este tipo de generación eléctrica, que aprovecha la fuerza del viento en alta mar, aparece como una de las piezas del Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío, impulsado por el Gobierno en articulación con el sector privado y los actores locales.
Durante el Encuentro Regional de Empresas (Erede) 2025, el ministro de Hacienda, Nicolás Grau, destacó que el plan regional contempla una cartera de proyectos energéticos y productivos de gran escala, entre los que la eólica marina sobresale por su capacidad para atraer inversión, fomentar innovación y abrir nuevas oportunidades industriales en la zona.
“Estos proyectos offshore son un ejemplo del tipo de desarrollo que queremos para el Biobío. Pueden tardar en concretarse, pero representan más de US $19 mil millones en inversiones potenciales y una enorme oportunidad de encadenamiento productivo con empresas locales como Asmar. El Biobío debe reinventar su capacidad industrial para acompañar este proceso”, señaló Grau durante su intervención.
El secretario de Estado subrayó que el plan se construye sobre una coordinación público-privada que busca acelerar el avance de los proyectos estratégicos, respetando la normativa y los procesos ambientales. “Estamos haciendo seguimiento caso a caso para facilitar su desarrollo y resolver nudos críticos, sin sacrificar los estándares regulatorios”, afirmó.
Actualmente, en la Región del Biobío se encuentran identificadas seis iniciativas de energía eólica marina, impulsadas por distintas compañías internacionales y nacionales. Entre ellas destacan Viento Azul, de Seventeen Energy; Agua Azul, Espejo de Agua y Parque Eólico Marino Aroema, de Acciona; y los proyectos Generación Sustentable Isla Santa María y Golfo de Arauco Sustentable, pertenecientes a la empresa noruega Deep Wind Offshore (DWO).
El seremi de Economía, Fomento y Turismo del Biobío, Javier Sepúlveda, explicó que todas estas iniciativas se encuentran en etapas tempranas, principalmente de diseño, levantamiento de línea de base ambiental y tramitación de concesiones marítimas.
“Son proyectos pensados a largo plazo, con horizontes superiores a diez años. Se ubican frente a las costas de Talcahuano, Coronel y Arauco, y buscan inyectar energía limpia al sistema interconectado nacional”, detalló.
El seremi agregó que el Ministerio de Economía cumple un rol de acompañamiento en las fases iniciales, ayudando a los titulares a navegar por los distintos procesos de permisos y autorizaciones. “Apoyamos a los inversionistas en la identificación de nudos críticos para agilizar los tiempos. Algunos proyectos ya iniciaron solicitudes de concesión marítima, mientras otros aún están en levantamiento de información técnica”, sostuvo.
Según Sepúlveda, el impacto potencial sobre la economía regional es significativo. “Estas iniciativas demandarán insumos, maquinaria, equipamiento y servicios industriales. También requerirán capital humano avanzado, innovación y conocimiento técnico. Todo esto generará encadenamientos productivos que pueden revitalizar el tejido económico del Biobío”, afirmó.
El seremi de Energía, Danilo Ulloa, coincidió en que el Biobío reúne condiciones naturales privilegiadas para convertirse en el epicentro de esta industria en Chile. “La constancia e intensidad del viento, sumadas a la extensa costa de la provincia de Arauco, ofrecen ventajas comparativas únicas para el desarrollo de energía eólica marina”, explicó.
Actualmente, ninguna de las iniciativas cuenta con permisos aprobados ni ha iniciado construcción. Todas se encuentran en fase de análisis técnico y tramitación de concesiones marítimas, paso previo a cualquier evaluación ambiental formal.
“Estamos hablando de inversiones a largo plazo, que podrían materializarse hacia 2030 o 2032, dependiendo del avance de los estudios técnicos, ambientales y administrativos”, precisó Ulloa.
Los proyectos contemplan dos tecnologías principales: estructuras fijas ancladas al fondo marino y plataformas flotantes, estas últimas más adecuadas a las grandes profundidades del litoral regional, que en varios puntos superan los 60 metros. “Hoy no existe ningún parque eólico marino en operación ni aprobado en Chile, pero el Biobío tiene todas las condiciones para ser pionero”, añadió.
Uno de los actores más relevantes del proceso es la compañía noruega Deep Wind Offshore (DWO), que busca desarrollar los primeros parques eólicos marinos del país precisamente en las costas del Biobío. La empresa proyecta un plan de desarrollo a diez años, iniciado en 2022, que podría culminar con la instalación de los primeros molinos en alta mar hacia 2032.
El gerente corporativo de DWO, Hans Peter Ovrevik, explicó las razones por las cuales la compañía decidió apostar por la región. “El Biobío tiene una larga tradición industrial y marítima, universidades de alto nivel, infraestructura portuaria sólida y un conocimiento profundo del mar. Además, Chile ofrece un marco regulatorio estable que nos da confianza para invertir”, señaló.
Desde el ámbito local, el gerente latinoamericano de DWO y miembro de IRADE, Juan José Garí, valoró el respaldo del Gobierno. “Para nosotros, el anuncio del ministro Grau es una señal clara y muy positiva. La energía eólica marina no solo aportará electricidad limpia, sino que también puede ser un motor real de crecimiento para la región, impulsando empleo local, capacitación técnica e innovación industrial”, indicó.
De acuerdo con estimaciones del Centro Tecnológico Meric, el potencial técnico de la energía eólica marina en Chile alcanza los 957 gigavatios (GW), de los cuales el 14% corresponde a turbinas fijas y el 86% a flotantes. Si bien estas cifras representan una capacidad aún teórica, posicionan al país como uno de los territorios con mayor potencial eólico marino de Sudamérica.
El desarrollo de esta tecnología, sin embargo, no está exento de retos. Su implementación requiere altos niveles de inversión, planificación ambiental rigurosa y capacidades industriales especializadas. A ello se suman los desafíos técnicos del entorno marino: condiciones extremas, mantenimiento complejo y necesidad de infraestructura portuaria adaptada.