Economía y Negocios

Plaza Independencia: la historia de su comercio y oficios en más de dos siglos

En la actualidad los trabajos de lustrabotas o fotógrafo son las ocupaciones más fáciles de identificar en este punto cívico. Hoteles, cafés, bancos, galerías se han vinculado con esta postal regional que mantiene una importancia política, social, militar y religiosa.

Por: Equipo Economía y Negocios 26 de Septiembre 2022
Fotografía: Carolina Echagüe

Por Nelson Ojeda y Javier Mora

El 1 de enero de 1818 Bernardo O`Higgins proclamó la independencia de Chile en medio de la Plaza de Armas de Concepción.

Un pasaje de la historia nacional de alto conocimiento público, al igual que una de las consecuencias más directas tras el gesto de O’Higgins ante su Ejército: desde ese momento que este espacio cívico adoptó el nombre de Plaza Independencia.

De ahí su relevancia política, social, de credo y comercial. Desde mediados del siglo XVIII es que ha sido alrededor de este punto urbano donde gran parte de la actividad productiva de la capital penquista ha sostenido sus orígenes.

El mundo empresarial, los negocios y oficios siempre han estado junto a esta céntrica plaza.

En el Valle de la Mocha

Todo partió en 1752, cuando la ciudad se instaló en su actual ubicación del Valle de la Mocha. Esto luego del terremoto y maremoto que destruyó a Concepción, ciudad que el 5 de octubre de 1550 había sido fundada por Pedro de Valdivia donde actualmente se emplaza la comuna de Penco.
Para el Dr. Armando Cartes, académico de la Universidad de Concepción, esta plaza “ha sido siempre el centro de la sociabilidad penquista. Tiene un valor simbólico para el mundo público, privado y religioso”.

Es que aquí han funcionado, a lo largo de la historia republicana, desde los cabildos hasta instalaciones militares y religiosas, como la catedral. Pero sin duda que la actividad económica sigue manteniendo un arraigo junto a la Plaza Independencia.

El comercio tiene sus raíces muy vinculadas a la población migrante. La paulatina aparición de bancos y otras instalaciones mercantiles fueron estratégicamente ubicadas en línea con la estación de ferrocarriles de la ciudad. Esto ocurre sobre todo en la actual calle Barros Arana, antes (hasta la década de 1920) Calle Comercio, adoptada por muchas familias de importancia de la época.

“Muchas de estas familias vivían en casas de dos pisos. El primero destinado al arriendo, como en el caso del Palacio Castellón. Se arrendaba para locales de buen nivel; y en el segundo piso se habitaba”, narra el Dr. Cartes.

El fotógrafo

La reciente reapertura de la Plaza Independencia de Concepción marcó un hito. Pero también el regreso de los oficios contemporáneos que durante décadas han operado desde ahí.

José Alvial empezó poco antes de la década del ’80 a trabajar como fotógrafo en Tomé, y luego se cambió a la Plaza Independencia, con 21 años de edad.

Cuenta que siempre ha trabajado artesanalmente. En un principio con fotos blanco y negro a revelar. En medio de sus funciones es que Alvial dice que “el público siempre ha sido igual, solo que antiguamente la fotografía era un tema nuevo para la gente, por lo que tenía más clientes. Había más fotógrafos que trabajaban en la Plaza pero con el paso del tiempo, la mayoría se ha retirado o fallecido”.

Hoy es el único fotógrafo que aún trabaja en la Plaza Independencia. Una función que de acuerdo al Dr. Armando Cartes “comenzó en la década del 30 para retratar a paseantes y viajeros. Quienes venían a Concepción debían visitar la plaza”.

El alto comercio también ha estado ligado a este lugar. Frente a él alguna vez estuvo, por ejemplo, el desaparecido Banco de Concepción, fundado en 1871.

“Constituida por escritura pública de 7 de Agosto de 1871, ante el Notario de Concepción don Nicolás Peña”, consignan sus estatutos bajo impresión de 1937 y que se encuentran en los archivos de la Biblioteca del Congreso Nacional.

“El capital del Banco es de cinco millones de pesos, representado por cien mil acciones de cincuenta pesos cada una que están emitidas y totalmente pagadas”, se observa en otra parte del documento.

Lustrabotas foto Isidoro Valenzuela

El Portal Cruz

Hasta Febrero de 1951, tras un incendio y tras soportar también el terremoto de 1939, el Portal Cruz dejó sus operaciones. Un lugar que durante años, en Aníbal Pinto con O’Higgins, albergó hoteles, como el Harán y el Wachter; la confitería Piola, el Café Palét, o el Teatro Central.

En esta edificación caracterizada por pilares y arcos, “se reunía gente donde aparecían los Canillitas (niños suplementeros) y los lustrabotas”, explica el Dr. Cartes.

Juan Suffan es uno de los últimos lustrabotas. Suffan detalla que solo quedan nueve personas que mantienen esta tradición “de los cuales dos se encuentran enfermos”.

“Se está perdiendo la costumbre de los trabajadores en la plaza, ya que todos son mayores de 50 años y no hay recambio generacional en el oficio”, agrega.

Para su colega, Sergio Briones, esta función “requiere mucho amor hacia el trabajo, para mantener un compromiso tal para trabajar de esto por más de 40 años”.

Nuevo ciclo

Un sello de la arquitectura y actividad comercial que caracteriza a la Plaza Independencia son las galerías. Pero otros inmuebles como el Centro Español o el Hotel Araucano también aportan a la impronta de su historia y legado.

Hoy, en general el comercio detallista, que se ubica en las inmediaciones, vive un nuevo ciclo tras la reapertura de la plaza del centro, y en medio de la retirada de las políticas públicas más estrictas en el contexto de la pandemia del Covid-19.

De acuerdo al gremio las ventas se incrementaron hasta en un 25% de forma inmediata tras la nueva cara de la Plaza Independencia. Un buen momento y punto de contraste frente a los ocho meses de cierre perimetral, cuestión que Rosa Rebolledo observó de cerca.

“Igual se veía algo de público en ese tiempo. No vi que la gente se encontrara con muchos problemas u obstáculos durante los trabajos”, aseguró esta vendedora de flores que se instala frente a la remodelada explanada. Ahí donde José, Juan y Sergio continúan llevando adelante la tradición.

Aunque en el caso de Sergio el análisis es mucho más tajante. “Antiguamente la gente se tomaba el tiempo de lustrarse los zapatos antes de entrar a trabajar (bancarios, médicos, abogados, etc.), pero ahora todos andan corriendo y no todos usan zapatos sino que zapatillas. Yo creo que con nosotros este oficio se termina”, finalizó.

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