Su familia considera un milagro que se mantenga estable y buscan avance en lo cognitivo a través de medicamentos.
Un viernes 17 de marzo de 2015, la vida de Pablo Otárola cambió para siempre. Su automóvil chocó con un camión, cuando viajaba desde Temuco a Talcahuano, y el informe médico le daba mínimas posibilidades de vida. Pero el ex defensor y toda su familia empujaron el milagro y, lentamente, el oriundo de Cerro Zaror pasó de un estado totalmente vegetal a realizar pequeños gestos y lograr comunicarse con algunos detalles. ¿Y en qué está hoy el tantas veces zaguero de Lota y Huachipato?
Johana, una de sus tres hermanas, cuenta que “es increíble cómo pasa el tiempo. Ya van 8 años desde el accidente y Pablo ya tiene 36, pero sigue siendo nuestro niño. Su avance en los últimos años ha sido mínimo y nos gustaría que fuera más rápido, pero se ha mantenido estable y como familia estamos muy tranquilos. El se ríe cuando le contamos algo, nos reconoce y, aunque no habla, eso nos alegra el día”.
Y tuvo que pasar la época del coronavirus, de especial cuidado para todos. “No se ha enfermado de nada y eso también tiene que ver con que fuimos muy cuidadosos con las visitas. No podía entrar ningún sobrino que estuviera ni un poco resfriado. Pablo todavía come papilla y tiene tres kinesiólogos que lo visitan al día, toda la semana. Eso sigue igual”, expresó.
Están tranquilos, pero también con expectativas. Johana advirtió que “hace un par de semanas lo vino a ver su fisiatra y lo que haremos ahora es inyectarle un medicamento que se llama Renacer, que va directo al cerebro y se encargará de entrelazar sus neuronas. Eso puede lograr avances en lo cognitivo. Sería lindo poder comunicarse un poco más con él”.
Es un remedio carísimo, pero su familia asume que hay que hacerlo. La hermana de Pablo contó que “el Sifup nos ayuda siempre con los pañales y todo lo demás lo vemos nosotros. Estamos acostumbrados, cada uno acá ha retomado su ritmo de trabajo y nos turnamos con él. Es nuestro regalón”.