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Javiera Torres y una pasión por el deporte que traspasa generaciones

Javiera Torres tiene 23 años, estudia en la UBB y vive el hándbol a concho. De padre futbolista y soñando con jugar con su hermana menor, está cerca de cerrar exitosos años en Adesup.

Por: Carlos Campos 12 de Abril 2021
Fotografía: Javiera Torres

Su energía y pasión se transmiten desde el otro lado del teléfono. Javiera Torres heredó una pasión familiar por el deporte que hoy disfruta y vive a concho. “Mi padre es el mismísimo Jorge Torres, el que jugó en varios clubes
como Concepción, Everton, Fernández Vial, etc.”, comenta de entrada Javiera, quien con 23 años aclara que “a él le gustó siempre que practicáramos deporte, pero no le agradaba el ambiente del fútbol”. Por lo mismo, los caminos de ella y el deporte se unieron desde muy pequeña en el hándbol. “Cuando iba en sexto básico empecé
a jugar en Viejos Galos con el “Pato” Polic. Como en el colegio que iba no había hándbol, tuve que entrar a un club para entrenar. Igual me gustaba el fútbol, pero como veía siempre a mi papá, ya me tenía aburrida
un poco. Encontré que el balonmano era más entretenido porque no sólo juegas con las manos,
sino que hay más roce”, comenta Javiera.
¿Y cuál era su colegio? El deporte la llevó a vestir varias camisetas en su etapa de estudiante. “Iba en el Bautista, pero me llevaban como “galleta” a jugar por el Almondale o Espíritu Santo. En mi colegio nos hicieron entrar a un campeonato, pero los directores pusieron muchos problemas, que no se iba a poder por esto y lo otro. Así que no hubo torneos, pero si amistosos donde hice lo que pude y me vieron de otros lados”.

Ida y vuelta
Sin competir a nivel Adicpa, pero sumando minutos y experiencia en clubes, Javiera se separó por un período del hándbol. “Por temas de tiempo, desde segundo medio hasta el segundo año de universidad jugué fútbol, los horarios no me calzaban. Competí por clubes porque mi colegio no apoyaba mucho al deporte. Antes de cuarto medio, me cambié al colegio Santa Sabina y ahí jugué un par de partidos, pero muy poco. A las mujeres tampoco es que las incluyan tanto en torneos”, comenta. Allí fue cuando arrancó su etapa universitaria, que ya está cerca de terminar. “Entré en 2016 a estudiar en Ingeniería Civil Industrial. Es una carrera difícil, pero el deporte me sacaba tensión de los certámenes y todo. Pero en ese año aún no había selección. En 2017 entrené como dos veces con hombres y le dije al “profe” Rodrigo Luengo si habría o no alguna rama de mujeres, aunque en ese momento había dudas por la cantidad de chicas que pudiesen participar”, repasa. Allí fue, en 2018, cuando en la
UBB Javiera pudo reencontrarse con su deporte favorito. “Se hizo una rama piloto y obvio entré. Participábamos de todos los torneos que podíamos, fuesen en la U o por fuera. Se notaba que estábamos recién empezando como equipo en la competencia, si había algunas compañeras que nunca en su vida habían jugado hándbol. Contra la UDD o Las Américas los partidos eran parejos, pero contra la UdeC y Ucsc nos costaba más, aunque siempre dimos todo, íbamos para adelante y nos atrevíamos. Eso nos permitió crecer y ganar experiencia en esto”, cuenta.

Un pilar
Para Javiera y cientos de chicas y chicos en la universidad, el deporte es un gran aliado. “El hándbol en esta etapa lo ha sido todo. Soy de esas personas que se estresa por todo y el deporte es una enorme vía de escape para no volverme loca. El “profe” nos inculca a ser grandes amigos tanto dentro como fuera de la cancha y así ha ido. Antes de la pandemia fui capitana, por lo que me ha tocado ser líder y motivar a las chicas a seguir potenciándonos y entrenar”, asegura. Y si Javiera confesó estresarse con todo, ¿cómo vive el encierro?
“Uf, con mascarilla y todas las medidas necesarias, salgo a entrenar en el horario permitido. Le tengo mucho respeto y miedo al virus, porque mi hermana es enfermera, tuvo Covid-19 y la vimos negra. Se iba a morir,
eso decían los doctores, que no había mucha esperanza. Al principio fue lo típico, dolor de cabeza y no sentir olores, pero de un momento a otro se desmayó y se dieron cuenta que tenía neumonía por Covid-19. Estuvo tres semanas entre la UCI y UTI, con sólo 28 años, pero se recuperó y salió de esta”, revela, cerrando la conversación con esperanza y las ganas de volver al hándbol lo antes posible. “Sueño con jugar con mi hermana menor. Va en segundo año y la pandemia impidió que ahora compartamos equipo, pero quiero hacer un magíster y ahí se podría dar”, cerró.

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