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El chillanejo que es amenaza cada vez que la paleta está en su mano

Hace 8 años cambió el fútbol por el tenis de mesa, deporte con el que ha conocido varias ciudades de Chile y hasta compitió en Bariloche, con oros de vuelta. En la UBB, se encontró con el profesor Carlos Vega y sumaron nuevos éxitos, aunque el equipo ya se desarmó casi por completo. El mismo Rodrigo emigró a la sede de Chillán.

Por: Paulo Inostroza 16 de Noviembre 2020
Fotografía: Rodrigo Palma

Se nota que le gusta hablar del tenis de mesa y que tiene unas ganas locas por volver a competir. “En mi casa nadie juega, así que entreno servicio solo, hasta le enseñé a mi mamá para tener alguien del otro lado. Ha sido bien difícil el encierro”, cuenta Rodrigo Palma, chillanejo de 22 años y siempre con la camiseta de la UBB, aunque ahora se cambió a la sede de donde es oriundo. Ahí terminará la carrera de Ingeniería Comercial y seguirá repartiendo paletazos.

¿Y cómo empezó en esto del tenis de mesa? Sonríe y recuerda que “jugaba mucho a la pelota y de repente como que me pateó y ya no me entusiasmaba. El 2012, en el colegio, me encontré con un taller formativo y me gustó. Me llamó la atención que es un deporte donde importa mucho la inteligencia y lo psicológico, pero también hay que estar muy bien preparado físicamente. Es bien completo. Además, hay muchas cosas que tienes que resolver solo”.

Solo, pero siempre con mucha gente alrededor. “Es por equipos, tienes tus compañeros. Además, ahí siempre estuvo el profesor Carlos Vega, quien sabe mucho y es tremenda persona. Lástima que se nos desarma el equipo porque uno terminó la carrera, otro dejó de estudiar y yo me cambié. Como sea, me quedo con la competencia, siempre con mucha gente mirando y ese ambiente especial que se genera. Es que en el Adesup de Concepción el nivel es altísimo, son hartos competidores y pocos cupos. También, son muy fuertes los competidores de Los Ángeles”, expresó.

Viajes y práctica

Una de las cosas que más agradece del deporte es la posibilidad de viajar, conocer otras ciudades y medirse con tenimesistas de otros lugares. “Compitiendo me tocó viajar a Arauco, Puerto Montt, Valdivia y hartas ciudades del sur. También, fui a Bariloche con una delegación de mi club en Chillán Viejo. Viajamos en un bus, fuimos a jugar y nos trajimos un montón de oros. Fue una bonita experiencia”, recordó.

Siempre se habla de lo mental del tenis de mesa, pero no es solo eso. Rodrigo aclara que “tienes que entrenar mucha pierna, porque, además del golpe, son muy importantes los desplazamientos. Tienes que llegar lo mejor parado posible para impactar la pelota. Debes ser rápido, estar siempre activo. Lo otro ya es una cosa más técnica. Por eso, digo que es un deporte bien completo. Hay un entrenamiento que llamamos multibolas y tienes que responder como cien pelotas. No es fácil”.

¿Y cuáles son sus fortalezas? “Creo que tengo buena psicología, buena cabeza. Digo eso porque, a veces, estoy jugando mal y logro revertir eso, meterme en el partido y dar vuelta algo que parecía medio imposible. Yo soy de los que grita cuando golpea la pelota y le pongo harta emoción. Me gusta eso y, aunque no lo crean, igual infunde cierto temor en el rival, asusta un poco. Creo que todo ayuda y pienso que nadie se molestará por eso”, apunta.

Con los años de competencia, se conocen todos. Compañeros y rivales. Y todos saben quiénes son los duros, los adversarios a vencer. Rodrigo relata que “hay una rivalidad bien especial entre la Universidad de Concepción y la del Biobío. La Católica también es fuerte. Pero es una rivalidad entretenida, todos queremos un cupo. Nunca hay conflictos, sólo somos rivales dentro de la cancha”.

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