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Rómulo Oses: dos veces campeón, 82 años y mil historias

Llegó de Talca a Concepción con 17 años y enamoró a todos con su pique imparable. Hoy recuerda partidos históricos, su amistad con el “Loco” San Martín y agradece el cariño de la gente... De Vial y Ñublense, sus dos amores.

Por: Paulo Inostroza 27 de Enero 2020
Fotografía: Rodrigo Oses

Cada fin de semana es un fijo en la tribuna del Nelson Oyarzún Arenas. Ahí tiene su butaca y es reconocido como un histórico de Ñublense. Pero cuando le hablan de Fernández Vial inmediatamente le brota una sonrisa, los recuerdos, la anécdota larga y el reconocer que “tengo dos amores en el fútbol, dos credenciales, dos camisetas de las que estaré agradecido siempre”. Rómulo Oses tiene 82 años, vive en Chillán y es uno de los pocos sobrevivientes de una época dorada de la “Maquinita”. Esa donde daba vueltas olímpicas y se peleaba con el Lord Cochrane.

Don Rómulo recuerda que era cabrito cuando llegó a Concepción. “Tenía 17 años, yo estaba en Talca y me vine porque mi hermano mayor, que estaba en la maestranza, les dijo a los conductores de trenes que yo era bueno para la pelota, que me probaran. En mis tiempos, tenías 17 y ya ibas a la pelea. Todos éramos jovencitos y se jugaba por amor a la camiseta. En el Campeonato Regional estaban los mejores y los estadios se llenaban”, cuenta desde su casa, en Chillán.

A su edad, puede olvidar la lista de compras o el cumpleaños de un amigo, pero nunca esa historia linda vestido de amarillo y negro. Repasa que “cuando llegué y me vieron jugar, llevaba apenas treinta minutos y el entrenador, que era español, les gritó a los dirigentes que me quería al otro día de vuelta y que me firmaran al tiro. Ahí comenzó mi historia con el Vial. Yo trabajaba en los ferrocarriles y la gente nos conocía en todos lados, nos saludaba en la calle”.

¿Y cómo era Oses en la cancha? “Yo era puntero izquierdo. Siempre fui rápido, tenía buen manejo de balón y metía centros con intención. Siempre buscaba al que pudiera definir. Mire, yo recibía la pelota y cuando ya iba en carrera no me agarraban más. En Vial teníamos un equipazo, jugadores que iban siempre para adelante y que metían todo el partido. Ahí andaba bien y, además, hicimos muchos amigos”, comentó con nostalgia.

Isidoro Valenzuela M.

Hungría y el “Chano”

El Vial de su época no era cualquier equipo. “Fuimos campeones dos años seguidos, el ‘58 y ‘59. En esos tiempos Vial tenía a Barahona, Onofre Pino, Feliciano San Martín… Éramos de los fuertes. Por eso mismo jugamos contra equipos extranjeros y les peleábamos de igual a igual. También recuerdo que no nos podíamos mirar con el Lord, era nuestro enemigo número uno”. Sin ir más lejos, Lord sería el germen del futuro Deportes Concepción, clásico rival ferroviario.

Don Rómulo habla de goles memorables, partidos increíbles y relata que “una vez me tocó jugar contra Flamengo, venían ese tipo de equipos a Concepción. También trajeron a la selección de Hungría, que venía de jugar la final del Mundial con Alemania. Imagínate. Nosotros le hacíamos collera a cualquiera, pero esos eran de otro mundo. Ahí jugué medio tiempo”.

Y en la “Maquinita” encontró a uno de sus grandes amigos. “Arriba jugamos con Feliciano, que nos hicimos grandes amigos. Una persona muy alegre, sencilla. Para un aniversario de Vial (110 años, 2013) nos homenajearon y jugamos juntos, ya casi con 80 años. Fue lindo, en Collao, con la gente aplaudiendo. El hincha de Vial siempre ha sido muy cariñoso. A Feliciano lo quiero mucho y por eso, cada noche, lo tengo en mis oraciones. Después que rezo por él puedo dormir tranquilo”, cuenta con orgullo.

Rómulo presente

Tiene un pasado lleno de historias y éxitos, pero también una actualidad linda, junto a su señora, en Chillán. Disfrutando nietos. Y hay algo que lo llena de satisfacción, que le saca más sonrisas que cualquier cosa en el fútbol. “Yo no sé cuántas personas pueden decir que son tan queridas en dos clubes distintos. En Vial siempre me han reconocido, los hinchas me quieren, escuchan mis historias, que son la historia del club. En Ñublense me pasa lo mismo, donde la gente también reconoce lo que uno hizo. Se siente bien que a uno lo recuerden y los cabros más jóvenes quieran saber de uno. Somos las historias que van quedando de Vial, de Ñublense, del torneo regional que era tan hermoso”, relata con emoción. Luego saca algunas revistas, se acuesta temprano, reza y da gracias. Por lo vivido, por estar aquí, porque todavía se levanta y encara, con una sonrisa.

Isidoro Valenzuela M.

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