Banda penquista de hard rock lanzó el disco “Pócima II”, sucesor de “Fausto” (2019), con novedades en su formación, que incluyen el estreno de Luis Astudillo en las voces. ¿A qué suena este nuevo trabajo?
No es fácil cambiar de vocalista y, menos aún, optar por algo muy distinto. Veneno tomó todos los riesgos posibles en este álbum, incorporando la voz de Luis Astudillo, teclados, armónica y varias novedades. Metieron nuevos ingredientes a la fórmula, pero nunca deja de ser Veneno. Así llegan estas 8 canciones de un “Pócima II” que suena fresco, que marca más de una década para un grupo que no le gusta repetirse.
Todo parte muy al hueso: batería y a la “Pócima”. Y de inmediato los primeros gritos de Astudillo, a ratos doblando la voz, y un pequeño adelanto de los muchos recursos con que cuenta. Una guitarra bien prendida para avisar con un golpe de entrada, sin mucho estudio al rival. La carta de presentación.
“Carnaval” es inesperado porque las guitarras entran sobre un teclado que no es mera base, sino que está muy presente durante toda la canción. Muy Purple. El Hammond de Gabriel Molina da otro color a este tema, pero sin perder la esencia del grupo. Siguen siendo los Rivera y sigue siendo Veneno, con esos coros que se te quedan pegados.
“Renacer” es un punto altísimo del disco, arrancando con una armónica (Claudio Valenzuela) que recuerda a Aerosmith, juntándose de notable manera con el bajo y más adelante poniéndose un poco glam. Víctor Rivera es el que lleva la canción de un lado a otro y Claudio nos recuerda que Slash siempre está presente en el poster de su pieza. Un temón que no te suelta nunca.
A estas alturas, Veneno ya muestra que viene renovado, pero igual de directo que siempre. Hecho para el en vivo. “No vuelvas atrás” emerge con un riff punzante y Astudillo susurrando, pero no en plan romántico, sino más bien sigiloso, vengativo. Luego todo sube al galope, la voz entiende perfectamente cuándo debe convertirse en alarido y Claudio regala uno de los mejores solos de “Pócima II”. Elegante, por si faltaba algo. “Quiébralos, quiébralos”, se oye en el coro.
En “Vete” las guitarras que te mueven el cuerpo, tipo Ratt, Astudillo pasa de cadencioso a rabioso y te hace sentir ese “Vete, saca tu mala vibra”. La banda no transa con esa lírica de ir para adelante, de hacer las cosas por uno mismo, aunque todo ande mal afuera. Al final, el bajo de Víctor, la batería del “Pachacho” (Manuel Valenzuela) y Claudio sacando una metralleta. Totalmente arriba de la pelota.
Y si de riesgo de trata, ¿por qué no probar una power ballad? “Nada de ti” nos devuelve a Skid Row y qué bien suena la voz de Astudillo en este tipo de temas que poco ha probado Veneno en su carrera. Claudio mete un solo directamente a la vena, con mucho sentimiento, y el “nada de ti, ni siquiera el dolor” se siente, duele, está interpretada en serio.
“Viaje” es canción de carretera, de liberarse, de lanzarse, y el arranque está hecho para corearlo en vivo. El lado fiestero que siempre ha tenido la banda, que te sube el ánimo y acá ocupa muy bien las pausas para volver a tomar vuelo.
Faltaba esa arista crítica que también caracteriza a Veneno y les sale por los poros en “Fanatismo”. Inicia con esta onda muy a lo Judas, cuando se ponían densos, y a la hora del “mira como caen uno a uno” Veneno está disparando contra la corrupción, divisiones, manipulaciones y esa rabia que ya habían dejado ver en Fausto. El final repitiendo “abre tus ojos, no te dejes engañar” y el grito final de Astudillo es un desahogo brutal. El cierre perfecto.
La historia de Veneno puede dividirse en tres, pero sigue avanzando como uno. Te puede gustar más la voz del “Chico” Campos, Miguel Albornoz o Luis Astudillo, pero comparar no lleva a nada. La suma de todos nos permite disfrutar tanta variedad en una sola banda. Un grupo que la tiene clara y no le tiene miedo a nada. Menos a experimentar, a probar sin olvidar quienes son.