Cultura y Espectáculos

El TUC como patrimonio cultural universitario: un legado viviente

Parte importante de la historia cultural de la ciudad de Concepción fue la compañía de Teatro de la Universidad de Concepción (TUC), que determinó la escena local y nacional desde 1945 y hasta 1973, hito patrimonial muy significativo para los y las teatristas y el mundo de las artes escénicas hasta el día de hoy.

Por: Diario Concepción 29 de Mayo 2021
Fotografía: Cedida

Por Gonzalo Medina y Nicole Villanueva, Departamento de Artes Plásticas UdeC.

Entendiendo el patrimonio como los aspectos históricos de valor para las comunidades que implican identidad, memoria y relatos comunes, el TUC de la Universidad de Concepción fue un hito trascendental para el panorama general del teatro en el siglo XX. El teatro, como género de las artes, correspondía a una actividad de entretención elitista de la época (más que un desarrollo artístico). Sin embargo, ya en 1930 se observan nuevos grupos teatrales autodidactas que buscaban el fomento, la difusión y producción de este género; incluso en el norte de Chile se gestó un teatro con sentido obrero. Estos esfuerzos culminaron con la instalación del teatro como una carrera profesional y universitaria, lo que incentivó el nacimiento de instituciones y diversas compañías: el Teatro Experimental de la Universidad de Chile ITUCH (1941), el Teatro de la Universidad Católica TEUC (1943), el Teatro de la Universidad de Concepción TUC (1945), el Teatro de la Universidad Técnica del Estado TEKNOS (1958) y el Teatro de la U. de Antofagasta (1962).

En específico, el TUC nace en el año 1945, tras una búsqueda colectiva por formar un nuevo teatro comprometido con su contexto social, con la realidad del sujeto popular y también por su valoración. Esto surge en una década de efervescencia cultural muy enriquecedora para el país, marcada políticamente tanto a nivel nacional como internacional por el fin de la segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría, la Revolución Cubana y el resurgimiento de las vanguardias artísticas de mitad del siglo XX. La primera obra del TUC se estrenó en 1945 y fue dirigida por quien se convertiría —en 1952— en el Rector de la UdeC, David Stitchkin. Se trató de La Zapatera Prodigiosa de Federico García Lorca. Stitchkin, reconocido por ser un impulsor de la extensión y las artes en la universidad, estuvo íntimamente ligado a la historia de uno de los grandes hitos culturales y patrimoniales de Concepción.

Entre sus primeros miembros, figuran Pablo Dobud, Tennyson Ferrada, Eduardo Hyde, Brisolia Herrera, Vicente Santamaría, Roberto Navarrete, Aida Garcés, Gastón Von Dem Bussche, Jorge Elliot, Mireya Mora e Inés Fierro, entre otros/as, elenco que se complementó con actores venidos de Santiago tales como Delfina Guzmán, Jaime Vadell y Luis Alarcón, quienes se instalaron en la ciudad a partir de 1958. En la dirección también estuvieron destacados profesionales como Gustavo Meza y Blanca García.

Las obras que fueron parte de la primera década del TUC, referían a una dramaturgia europea y a un teatro contemporáneo anglosajón puesto en escena con traducciones locales. Desde 1953 la influencia del dramaturgo Osvaldo Dragún toma fuerza en el TUC, enfocándose en un teatro nacional. Esta dirección se desarrolló con más fuerza en la década del sesenta, y marcó un camino de búsqueda por una expresión artística propia, entrelazada con las exigencias de pensar y actuar en una realidad política de grandes cambios y posibilidades. Un hito importante en la historia de la compañía es la llegada en 1959 de Pedro de la Barra, padre del teatro chileno, quien dirigió la obra Población Esperanza de Isidora Aguirre y Manuel Rojas, marcando un giro en el tipo de obras presentadas, impulsando la puesta en escena de obras nacionales. Protagónico fue el rol del joven dramaturgo y actor José Chesta, cuyas obras retrataron la vida de los pescadores/as artesanales y mineros del Biobío.

Avanzada la década de los 60, la sociedad se polarizó políticamente y esto influyó en el teatro, dada su estrecha relación con el territorio y sus problemáticas. Lo que explica el giro de las obras en la década del 70, el aumento de los montajes nacionales y el trabajo basado en obras de autores como Bertolt Brecht y Máximo Gorki representando la realidad obrera, minera, pesquera y campesina, así como también la lucha de clases, en obras como: Entre gallos y media noche (1962), Las Redes del Mar (1963) y El umbral (1967) ambas de José Chesta, y La Canción Rota (1965). Este período terminará en abril de 1973 con la presentación de la obra Santa Juana de América, dirigida por Julio Román.

Patrimonio de escenas y escenarios

El Programa de Magíster en Arte y Patrimonio (MAP) de la UdeC (2021), comprende el patrimonio cultural desde una visión integral y situada, como el resultado de la valorización de la memoria cultural y social de los territorios, desde sus aspectos tangibles e intangibles.

En ese sentido, según detalla Javier Ramírez Hinrichsen, historiador del arte, Director del MAP y especialista en patrimonio cultural, no es mera casualidad que en dichas décadas del siglo XX el TUC se desarrollara como un proyecto local de alcance nacional con diversos fenómenos culturales, entre ellos el teatro, pero también la literatura y música. Más adelante, las Escuelas de Verano de Gonzalo Rojas y el rectorado de David Stithckin en la UdeC llevarían al TUC a diversas comunas del Biobío, e incluso de gira por otras regiones del país: “Desde una mirada actual, el TUC generó junto a otros actores culturales de su tiempo los elementos que dan a Concepción un lugar en la historia cultural contemporánea”, comentó.

Para Patricia Henríquez, docente del Departamento de Español UdeC y una de las autoras de la investigación Historias del Teatro de la Universidad de Concepción (2003), la universidad no sólo fue la institución que dio origen al TUC, sino también, la que definió su crecimiento y sobrevivencia, parte de la cual estuvo relacionada con las gestiones institucionales que se realizaron para que, a partir de la década de 1950, el elenco alcanzará un carácter esencialmente cívico y comunitario que lo llevó a traspasar los límites de su filiación institucional para convertirse en símbolo de toda la ciudad y comunidad penquista:

“Entre 1945 y 1973 el TUC presentó un total de 94 montajes y un promedio de tres estrenos anuales representativos de la dramaturgia española, inglesa, francesa, norteamericana, irlandesa, brasileña y chilena. Este heterogéneo repertorio de obras teatrales puso ante los ojos de los espectadores de la época lecturas críticas de realidad que, aunque lejanas geográfica y, a veces, temporalmente, permitían repensar en perspectiva las dinámicas propias, las relaciones de poder y entre otras cosas, las relaciones de género incluso”, enfatizó la académica.
El TUC es parte de la memoria viva de la Universidad de Concepción, así lo plantea Rodrigo Herrera, Doctor en Antropología Cultural, académico del MAP y Director de Vinculación Social de la VRIM UdeC, quien comenta que la compañía marca una época que se visualiza a través de su misma propuesta teatral, como dinámica, viva, creativa, libre, conectada y vanguardista para su época.
En ese sentido, Herrera plantea que el TUC representa muy bien un conjunto de valores universitarios que han recorrido la historia de la UdeC y que la validan desde su perspectiva regional, “pero que también buscan reposicionarse en una actualidad que ha desdibujado ciertamente aquella forma de hacer. Porque, en el fondo, y reconociendo las personas detrás del proyecto, lo que el TUC nos recuerda es el peso de los proyectos colectivos, a varias voces, atendiendo ese desafío permanente que significa articular creativa, responsable y humildemente el trabajo en grupo. Creo que precisamente ahí hay un valor y un legado, una herencia que trasciende el tiempo y que a través de la memoria vale la pena no olvidar o enterrar”.
Detrás de las tablas

Julio Muñoz colaboró en el TUC y fue alumno del actor Tito Villegas con quien trabajó durante la década de los 80 en la obra La viuda de apablaza del Teatro Caracol, durante la resistencia cultural. Conoció el trabajo del TUC en su última etapa, entre los años 1969 hasta su abrupto cierre en 1973. La primera obra que vio fue Cementerio de automóviles, censurada por las autoridades universitarias y que no pudo ser presentada al público.

“Un éxito indiscutible fue Población esperanza, texto escrito por Isidora Aguirre basado en una obra de Manuel Rojas y dirigida por De la Barra. En Santiago se hablaba de una nueva manera de concebir la actuación, más interna y con más emociones profundas. Esta obra permitió una gira del TUC por Santiago, Buenos Aires y Montevideo”, detalló Muñoz.

 

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Población Esperanza logró despertar el entusiasmo de las actrices y actores nacionales que supieron apreciar una nueva manera de ver el teatro en Chile. Subían al escenario los personajes populares, los más humildes, los que siempre eran representados como “secundarios” o como personajes cómicos por su ignorancia. En ese momento comenzaron a tener voz y cuerpo los/as obreros/as y personas de los más diversos oficios del país, lo que marcó un nuevo paradigma: el espectador/a podía reconocer en ellos al chileno de aquellos años. “Al tener un reconocimiento internacional por sus exitosas giras, el TUC ganó un prestigio que lo hace merecedor de ser patrimonio nacional”, agrega Muñoz, quien actualmente es director del Teatro de la UCSC.

En este contexto, la compañía se caracterizó por combinar los géneros de las artes (música, artes visuales, literatura y artes escénicas) otorgándole a cada uno un lugar de relevancia en el repertorio de obras, dando cita a artistas locales en torno al quehacer del elenco universitario. Según detalla Patricia Henríquez, en esa época se integran al elenco universitario artistas locales, visuales y musicales, arquitectos, ingenieros, químicos farmacéuticos, odontólogos y abogados. Entre ellos/as, figura el artista Julio Escámez, quien en 1945 trabajó en el diseño escénico del montaje con el que el TUC inauguró sus actividades. En 1960 Escámez se encargó del vestuario de la obra El pájaro azul, y en 1961 realizó la escenografía y el vestuario para el montaje de Sueño de una noche de verano de Shakespeare. A su vez, en 1953, el destacado pintor y docente Albino Echeverría, participó en el diseño y confección del mobiliario para el montaje de una de las obras. En 1958, Echeverría además participó exitosamente del montaje de otras dos obras del TUC.

Daniela Wallffiguer es estudiante del Doctorado en Historia de la UdeC y ha realizado investigaciones en torno al legado del TUC. Detalla que las ideas progresistas instaladas en la Universidad de Concepción entre las décadas del 50 y 60, fueron testimonio latente en las producciones de la compañía, a lo que agrega la efervescencia cultural que artistas como Violeta Parra, Daniel Belmar, Alfonso Alcalde, Rafael Ampuero y Escámez instalaron en la escena local de aquellos años:

“En Santiago probablemente no es que no hayan tenido una oportunidad, sino que acá se estaban formando otros circuitos culturales, y Concepción fue una excepción para recoger y canalizar las demandas de estos sectores intelectuales de regiones que estaban sintiendo la sensibilidad de la época. En esa perspectiva sí es posible afirmar que el TUC es patrimonio de las artes escénicas a nivel nacional. Estos inicios, avances y retrocesos, esta pugna por querer instalar un teatro más social, más progresista, hizo que la Universidad de Concepción, y los teatristas que estuvieron allí, le dieran una identidad al teatro”, afirmó Wallffiguer.

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La urgencia de actuar a lo penquista

Según comenta la investigadora doctoral, el TUC marcó además una identidad a nivel actoral, acerca de cómo hacer y pensar el teatro: “Ellos llevaron a la capital una propuesta completamente distinta, en cuanto a estética teatral y en cuanto a temáticas del teatro, lo que Luis Alarcón llama “actuar a lo penquista”, que se detalla en el libro de Historias del TUC. Este actuar a lo penquista se define por un lenguaje y el acento coloquial con el que hablaba el chileno, característica que los destacó en la escena nacional, sello que destaca en la obra Población Esperanza”, mencionó Wallffiguer.

Para Julio Muñoz es trascendental comprender al TUC como la puerta hacia nuevos escenarios y escenas, y también pensando en un posible retorno de la compañía. Según detalla, hace décadas, la ciudad viene clamando por la vuelta del TUC: “En el retorno a la democracia, muchas de las actrices y actores históricos estaban vivos, pero las autoridades universitarias no tuvieron la visión de David Stitchkin y todavía seguimos esperando que aparezca un rector visionario que se adelante a su tiempo y pueda ver lo que otros no han podido o querido ver. Creo firmemente que sería un regalo extraordinario para las nuevas generaciones, la creación de un teatro universitario de la UdeC. Esperemos que eso sea pronto”, enfatizó.

Por su parte, el Doctor en Antropología Rodrigo Herrera, menciona que la formación de audiencias permitiría que las nuevas generaciones conozcan la historia del TUC, o incluso va más allá, esbozando la idea de un TUC en el siglo en la actualidad: “No sé si es tiempo de hablar de una compañía tal y como fue en su momento. Quizá a partir de su memoria, y de articularse con otras instancias y procesos contemporáneos se puede pensar la posibilidad de un TUC 2.0. Creo que tendría fuerza y acogida, puesto que a Concepción y alrededores le pena no tener actualmente muchos escenarios de creatividad y despliegue de talentos artísticos. Es como un gigante dormido, los talentos están retenidos en algún resabio del camino, pero están”.

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Finalmente, la académica Patricia Henríquez ve con anhelo la posibilidad de que el TUC pudiese retomar este “actuar a lo penquista”: “La compañía aportó a constituir un ecosistema artístico de relevancia nacional en el que confluyó el talento de artistas y géneros diversos, así también de profesionales de áreas aparentemente distantes con las artes, autoridades universitarias y políticas de la ciudad. Este es el legado que dejó el TUC a las nuevas generaciones de artistas teatrales y el que nos permite soñar con que en otro momento tengamos un TUC del siglo XXI”.

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