Cultura y Espectáculos

Mural Presencia de América Latina forma parte del proceso transformador de la UdeC

La obra de Jorge González Camarena ha llegado a encarnar parte importante de lo que es el espíritu fundacional de la Universidad de Concepción, contribuyendo a la construcción del imaginario estético y social de una gran cantidad de chilenos que lo han visitado en persona. A 55 años de su inauguración, una revisión a su historia y su proyección patrimonial hoy.

Por: Diario Concepción 13 de Septiembre 2020
Fotografía: Carolina Echagüe M.

“…Y no hay belleza como esta belleza…”. El poema de Neruda que corona el Mural Presencia de América Latina, pareciera referirse directamente a la obra pictórica, cuya majestuosidad y magnitud artística se mantiene vigente no sólo gracias a su valor estético, sino que también a la validez de su relato latinoamericanista.

Producto de una telúrica relación entre Chile y México, la monumental obra el artista mexicano Jorge González Camarena (1908–1984), emplazada en el hall de la Casa del Arte José Clemente Orozco de la Universidad de Concepción, es parte indisoluble del paisaje cultural de Concepción, la Región y el país.

Cuando este 10 de septiembre se conmemoran 55 años desde su inauguración, parece oportuno recordar algunos de los aspectos relevantes de esta obra fundamental, que en 2009 fue declarada Monumento Histórico Nacional, y revisar su vigencia artística y su valor patrimonial.

Gesto solidario

Luego del terremoto de 1960, el Gobierno de México, en un gesto de solidaridad hacia el pueblo chileno, y en reconocimiento de la contribución cultural y académica de la Universidad de Concepción, realizó un aporte financiero para la reconstrucción de la Casa del Arte, la que se levantaría sobre lo que hasta entonces era la Escuela Dental, destruida en el movimiento telúrico. El aporte incluía un gran mural con el tema central de la unión y fraternidad de los pueblos americanos.

El Plan Chileno-Mexicano de Cooperación Fraternal, 1960- 1964, en su informe del 31 de enero de 1964, se refiere a él como: “Mural magno en el patio central de la Casa del Arte José Clemente Orozco de la Universidad de Concepción, encomendado al artista mexicano Jorge González Camarena con un equipo de pintores chilenos”.

Como señala Justo Pastor Mellado, en el libro “Rehabilitación Murales”, publicado en 2014 por el Consejo de Monumentos Nacionales, realizar el mural de la Casa del Arte en Concepción se inscribía en un panorama amplio de intervenciones murales.

Para su ejecución, González Camarena convocó a los muralistas mexicanos Manuel Guillén, Salvador Almaraz y Javier Arévalo, y durante siete meses capacitó en la técnica del acrílico a los pintores chilenos Albino Echeverría y Eugenio Brito.

El mural comenzó a ser pintado a fines de 1964 y finalizó en abril de 1965. La superficie total de la obra es de 250 m2, con una altura de 6 m y 34,74 m de ancho. Se pintó a partir de la realización de un modelo a escala que sirvió como base sobre la cual se fueron improvisando, siempre bajo la supervisión de Jorge González, aunque también dando cierta libertad a los demás muralistas.

Indisolublemente ligado a la construcción de la Casa del Arte, ambos, mural y edificio fueron pensados como unidad. Emilio de la Cerda, en su artículo “Murales que transforman edificios” (2014), destaca que González Camarena no necesitó recurrir a estructuras anexas para conseguir el efecto deseado con su obra.

“Habiendo conocido el proyecto de los arquitectos Osvaldo Cáceres, Alejandro Rodríguez y Javier Gutiérrez antes de que este comenzara su construcción, de manera excepcional se pudieron modificar elementos significativos de la propuesta para adaptar el espacio arquitectónico a los requerimientos del mural. Según relata Osvaldo Cáceres, inicialmente González Camarena quería ubicar el mural en el frontis del nuevo edificio, lo que fue desaconsejado por el equipo proyectista atendiendo a las condiciones climáticas y a que en dicho escenario la arquitectura se transformaría en el atril de la pintura. Al llevar el mural al interior, ubicándolo sobre el muro ciego de la ex Escuela Dental, que se localizaba enfrentando el nuevo hall de acceso, se hizo necesario revisar cuatro aspectos fundamentales de la propuesta original: la estructura de pilares y vigas, la ubicación de la escalera, la crujía de recintos proyectada contra el medianero poniente del edificio siniestrado y la cubierta del patio interior”, señala en el texto.

La curadora de la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, la escultora Sandra Santander, explica que el mural se lee de derecha a izquierda para culminar su lectura en la parte superior con el despliegue de banderas latinoamericanas.

“De carácter figurativo, con soluciones geométricas, resume la identidad latinoamericana y su historia común. Aquí están representados el mundo mitológico de la nación azteca, con Quetzalcoatl, Zontemoc y Tlaloc; el territorio americano, unido por la Cordillera de Los Andes; el mundo mineral con su diversidad de riqueza, como el oro, la plata y el cobre; la flora y fauna, con las especies vegetales de México y Chile, y las aves heráldicas de cada región como el cóndor y el águila. Especialmente protagonistas son los pueblos originarios representados por mujeres, que aparecen en todo el desarrollo del mural, ya sea para simbolizar los recursos minerales y marinos o para configurar la mezcla de las diferentes razas nativas y extranjeras. El mundo precolombino, la llegada del soldado español, la lucha por la conquista con sus muertos y sobrevivientes, el mestizaje que da vida a sus pueblos, el procesamiento industrial de los alimentos y la instalación de la cultura eurocentrista, resume de algún modo el relato de este mural, que no deja indiferente a quienes lo visitan”, sostiene.

Patrimonio universitario

Con casi medio siglo de vida, la Universidad de Concepción avanzó a través de la década de los 60, del siglo XX, a través de importantes transformaciones, tanto a nivel local, nacional como internacional, en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales.

En ese contexto, explica el jefe de la Unidad de Patrimonio de la Vicerrectoría de Vinculación con el Medio, Javier Ramírez Hinrichsen, la inauguración del mural de la “Presencia de América Latina” no es tan sólo un hito pos terremoto de 1960 o la cooperación Chile-México, sino la presencia misma de la historia latinoamericana posterior a la revolución cubana.

“Por lo tanto, hoy no tan sólo tiene un enorme valor artístico para la UdeC, sino también histórico. Habla de una universidad de alcances continentales, latinoamericana. Específicamente, formó parte de un proceso transformador universitario impulsado por el rector David Stitchkin”, señala.

Por ello, enfatiza en que su valor radica en que la obra es resultado de un proyecto colectivo. “Un proyecto que busca pensar una institución integrada a un contexto mayor, no tan sólo nacional. No hay que olvidar la dimensión y la expresión latinoamericana, que incluso está en los orígenes de la fundación de la UdeC. En este sentido, podemos identificar dicho fenómeno al leer algunas páginas de las primeras ediciones de la revista Atenea”.

Por su parte, en lo artístico, Sandra Santander destaca que “la proporcionalidad que hace dialogar un enorme rostro rojo con un desnudo blanco a tamaño natural, es todo un logro del maestro González Camarena; también lo es el cromatismo controlado que le da unidad a la obra, las soluciones rectilíneas para separar los segmentos, los planos de forma y fondo que lo hace tridimensional, en especial a medida que uno se aleja y, por supuesto, la posibilidad de hacer nuevas lecturas”.

Para Rodrigo Piracés, Director de Extensión y Pinacoteca UdeC, reflexiona que se trata de “una obra viva, que no ha perdido la capacidad de impresionar y conmover a sus espectadores, los mismos que hoy en día miran con nostalgia una Pinacoteca vacía, que encierra dentro de sus paredes la añoranza de volver a reunirnos frente al esplendor del mural y brindar nuestras copas, como ya hace 55 años, bajo la luz magistral de los pinceles e ideas de González Camarena, que hacen hoy del mural, no sólo una propuesta contemplativa si no, muy por el contrario, animan y declaran los conflictos sociales que determinan a toda obra comprometida con una posición y un pensamiento”.

En ese sentido, concluye Ramírez, “el arte latinoamericano tiene aquí una presencia, al igual que en los murales de la Escuela México de Chillán. Se trata de una obra del patrimonio artístico latinoamericano. En un mundo globalizado, tanto económica como digitalmente, el mural de Jorge González Camarena nos regresa a un territorio común. Como señaló Gonzalo Rojas: América es la casa”.

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