Cultura y Espectáculos

El séptimo arte y la música, un idilio de momentos mágicos e imborrables

La muerte de Ennio Morricone nos hizo recordar y remecer la importancia de esta relación -imagen y melodías- en nuestras vidas, la que puede gatillar recuerdos y sensaciones de instantes determinados.

Por: Mauricio Maldonado 26 de Julio 2020
Fotografía: Andrés Oreña P.

Con tan sólo escuchar las primeras notas o acordes, se nos viene enseguida a la mente alguna escena o diálogo de un film determinado, así como también nos evocan sentimientos, recuerdos o sensaciones del momento cuando vimos una película puntual.

Así de poderosa y determinante puede resultar una banda sonora o soundtrack dentro del séptimo arte, lo cual el recientemente fallecido Ennio Morricone sabía muy bien y, por lo cual, será por siempre recordado. “Tal como se ha dado el desarrollo del cine desde la incorporación del sonido hasta ahora, ha pasado a ser un elemento crucial, tanto en la experiencia de la película como en la identidad de la misma. Si nos enfocamos en lo primero, cualquier realizador sabe que puede ser un recurso clave para construir la narrativa audiovisual”, comentó Nicolás Masquiarán, musicólogo y docente del Departamento de Música UdeC.

A lo que completó que “su relevancia radica en su potencial, pues la cantidad de matices posibles en el diálogo entre música e imagen hace que los resultados sean muy variables según cada caso. Hay bandas sonoras que sobrepasan a la película, canciones mediocres que adquieren otro significado cuando se las utiliza en la escena adecuada, propuestas rimbombantemente olvidables y toda otra serie de posibilidades latentes”.

Una importancia que durante un tiempo tuvo una especie de “divorcio” y que pasó a un segundo plano, según Jorge Aliaga, compositor, docente en Escuela Moderna de Música y Diseño de Banda Sonora en Escuela de Cine de Chile, esto debido a la irrupción del cine sonoro, “la música, tal como la conocemos hoy en día, con todas sus características como música incidental, salió de las películas. Apareció el concepto del cine realista, lo que significaba escuchar los sonidos del actor, los diálogos, el ambiente y todo. Fue con ‘King Kong’ cuando recién el cine recobra el concepto de banda sonora, en donde todas las líneas trabajan en conjunto, ya sea efectos, diseño sonoro, música, diálogos y más. Ahí se crea por primera vez el concepto de banda sonora, tal como la conocemos en la actualidad”.

Aporte al repertorio docto

Para Jaime Cofré, músico de la Orquesta Sinfónica UdeC y también compositor -ha realizado la música para dos cortometrajes penquistas- si bien se pueden concebir films sin música, ejemplos de ello hay muchos, un soundtrack le otorga otro carácter a una película, es “una especie de plus y más aún la que se crea a partir de instrumentos reales, o sea, soy un defensor de aquello más que lo artificial y hecho por computadora, que si bien genera cierto impacto y efectos, no es tan emocional y real como lo hecho con instrumentos reales. Gente como John Williams y el mismo Morricone lo sabían, en la instrumentación real está el detalle que marca la diferencia entre películas”.

Mientras que para Rodrigo Álvarez, jazzista y también compositor, la música no es algo tan determinante dentro del séptimo arte, más bien “el que en una película exista música es un hábito que nos ha enseñado Hollywood para tener otra cosa para vendernos. No creo que sea importante, se usa para reforzar emociones que la dirección de la película quiera resaltar”.

Palabras a las que profundizó que “hay que diferenciar, categóricamente, el cine de Hollywood a otros cines. Hollywood cuando necesita apelar a la subliminalidad en sus películas, usa el paradigma musical clásico romántico -el que busca esta subliminalidad- para destacar la subliminalidad del propósito de esa escena. En los otros cines, existe una tendencia a utilizar corrientes compositivas minimalista, de tal manera que el audio no supere a la imagen, esto corresponde al otro extremo del cine de Hollywood, donde sucede que la subliminalidad en la música supera a la imagen”.

Más allá de esta cierta imposición y hábito subliminal, Cofré apuntó que varias películas hollywoodenses, abordadas desde la óptica de la música docta, han realizado un enorme aporte al repertorio sinfónico, “creo que ha hecho que el lenguaje musical, en esta dirección, se siga desarrollando aún más. Por supuesto que es muy entretenido, pero a la vez tiene una gran responsabilidad, o sea, una película puede beneficiarse en gran medida con su música o todo lo contrario”.

Masquiarán recalcó que más allá del formato -docto o popular- lo importante no es el medio, “sino su eficacia para conseguir el efecto deseado. Las grandes producciones actuales utilizan recursos mixtos, donde escuchamos una orquesta puede que muchos o, incluso, todos los instrumentos sean digitales; podemos encontrar recursos compositivos de vanguardia mezclados con otros tomados de géneros populares, porque son más familiares a un público masivo. John Williams es bastante consciente del potencial de una melodía pegajosa”.

En este sentido, Aliaga añadió que “es una especie de moda el llamar a personas que nunca antes han hecho música para cine, como una banda indie, por ejemplo. Y es una manera de salirse de la obviedad del narrador, del ‘cuentacuentos’, del que conoce el oficio y sabe narrar, y efectivamente, lo que se le está pidiendo a ese compositor es simplemente una estética no información. Cuanto están incorporando esto -estética- se construye una experiencia y no un mensaje. Esto es una diferencia muy radical, es decir, no es lo mismo una música para decir algo, que para hacerte sentir algo, generar una reacción en uno, la que no sabemos cuál será, no es una manipulación sino una experiencia”.

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