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Botones invisibles y bocadillos que levitan: el futuro está a la vuelta

La británica Mariana Obrist, invitada a la VI Conferencia de Cultura Científica de la Universid Andrés Bello, busca convertir la tecnología en una experiencia sensorial avanzada. En su laboratorio utiliza tecnología avanzada que podría ingresar pronto al mercado.

Por: Diario Concepción 08 de Noviembre 2018
Fotografía: Gentileza Unab

Daniela Macchiavello

El uso de la tecnología muchas veces nos hace menos emocionales y más distantes, nos aísla; como al mirar una pantalla, nos olvidamos de quienes están a alrededor. Pero, también, puede gatillar emociones, sensaciones y encuentros, como al conectarnos con alguien de manera remota y con quien no podríamos relacionarnos de no mediar tecnología.

En el futuro la relación hombre – tecnología escalará a estándares más avanzados y la dependencia crecerá. Esta interacción es el foco de la investigación desarrollada por la británica Marianna Obrist, invitada a la VI Conferencia de Cultura Científica de la Universidad Andrés Bello, sede Talcahuano.

“En todos estos desarrollos que conocemos -dice la académica de la Universidad de Sussex- el enfoque principal está en nuestros ojos y oídos. Vemos y oímos, pero los humanos tenemos más que ofrecer y la tecnología necesita explotar mejor nuestros otros sentidos principales. En una investigación que hicimos, vimos cómo podemos usar el tacto (con tecnología en el aire) para transmitir y provocar emociones, lo que podría mejorar la comunicación a distancia”.

Para Obrist es interesante preguntarse cómo evolucionará la tecnología en relación con las experiencias sensoriales. “A menudo, la tecnología se desarrolla más rápido que nuestra comprensión de las experiencias sensoriales, lo que da como resultado soluciones tecnológicas, productos o sistemas que se consideran trucos en lugar de soluciones significativas. En mi investigación, estoy usando un enfoque de diseño centrado en el usuario y, en específico, en la experiencia, lo que ayuda a entender para qué se diseñan las experiencias sensoriales y, en un segundo paso, cómo diseñar esas experiencias sensoriales que involucran tacto, gusto y olfato”.

Botones invisibles

En el laboratorio de Obrist, se trabaja, por ejemplo, en el uso del tacto, a través de hápticos en el aire, una forma de estimulación táctil sin contacto con ultrasonido. Suena difícil de entender, pero en el fondo son ondas de sonidos concentradas en un punto suspendido en el aire que crean una suerte de botón invisible que se estimula a través del tacto.

En el gusto están desarrollando prototipos para estimular la percepción del sabor. Recientemente, se trabajó en el uso de levitación acústica para entregar bocados de comida que se transportan flotando hasta la lengua de los usuarios.

El equipo británico del que forma parte Obrist, indagó en la relación entre los gustos y el comportamiento humano, especialmente, el efecto sobre el comportamiento de riesgo humano. Demostrando por primera vez, por ejemplo, que el sabor amargo promueve decisiones más riesgosas. Con este tipo de avances cabe preguntarse, por ejemplo, ¿podría impactar esto en la industria de los videojuegos?

Por último, analizan cómo se puede usar el olfato para crear un ambiente de trabajo menos perturbador a través de notificaciones olfativas. “Sin embargo, también realizamos varios estudios sobre el olfato para las interacciones en el automóvil donde el olfato se puede usar para transmitir información específica que no distraiga al conductor de la tarea principal. Nuevamente, nos basamos en el aprendizaje de asociaciones de información de olores, de la misma manera que sabemos que rojo es alto, verde es adelante; se pueden usar diferentes aromas para transmitir información específica, como llenado de gas o ralentización”, explicó la científica.

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