La académica de FAUG, Dra. Edilia Jaque Castillo, señaló que la implementación de una planificación territorial robusta, educación comunitaria y la preparación frente a emergencias son aspectos claves para reducir la vulnerabilidad.
La reciente DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos) en España ha revelado serias vulnerabilidades en la infraestructura y planificación territorial, un problema que también afecta a Chile en la gestión de riesgos socionaturales. Este fenómeno, caracterizado por lluvias intensas y repentinas, desbordó ríos y provocó inundaciones devastadoras en áreas urbanas españolas, sobre todo en zonas previamente identificadas como de alto riesgo.
La académica del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Geografía de la Universidad de Concepción e investigadora en gestión de riesgos, Dra. Edilia Jaque Castillo, indicó que uno de los factores críticos de vulnerabilidad en España es la construcción en zonas inundables.
Según la docente de FAUG UdeC, la expansión urbana en llanuras aluviales, sumada a una falta de educación sobre los riesgos de desastre, incrementa la exposición de las comunidades a estos eventos.
«Es fundamental la información. La educación que incluya el conocimiento del riesgo de desastre es una clave para disminuir la vulnerabilidad frente a cualquier tipo de fenómeno. Y si disminuimos la vulnerabilidad, podemos disminuir el riesgo de desastre», afirmó la investigadora.
Al reflexionar sobre las similitudes con Chile, la Dra. Jaque observa que nuestro país enfrenta desafíos similares en términos de actualización de políticas y normativas. Considerando adicionalmente las deficiencias en infraestructura y planificación territorial, la académica asegura que los fenómenos meteorológicos de gran intensidad en zonas como la región del Biobío no están en condiciones de ser enfrentados de manera óptima.
«Tenemos unas normativas que están muy desactualizadas y que, además de ser desactualizadas, no tenemos actualizado ningún estudio de riesgo de las zonas urbanas. ¿Por qué? Porque los estudios de riesgo o estudios fundados de riesgo de las zonas urbanas se construyen con los instrumentos de planificación y, por lo tanto, están tan desactualizados o más que los mismos instrumentos. Por lo tanto, nuestra condición de vulnerabilidad es mayor», apuntó.
Este punto es particularmente relevante para la ciudad de Concepción, donde áreas como Valle Noble, ubicada a pocos metros del río Andalién, ya han sido afectadas por inundaciones significativas. La Dra. Jaque destaca que es posible evaluar las amenazas y vulnerabilidades en estos territorios mediante estudios detallados y actualizados, que permitan una mejor gestión y preparación.
«La identificación de los riesgos es posible en cualquier contexto. Debemos entender desde el enfoque de la construcción social del riesgo y del enfoque de los organismos internacionales que trabajan en riesgos de desastres que es necesario identificar las amenazas, los peligros y las vulnerabilidades para tener un producto de estos factores. Tenemos que poder identificar las amenazas y tenemos que ser capaces de evaluar las vulnerabilidades», agregó. Esto incluye aspectos como la calidad de las viviendas, la existencia de áreas seguras y rutas de evacuación.
Por su parte, la docente del Departamento de Geografía y también investigadora del Grupo Multiamenazas Biobío, Dra. Ianire Galilea Salvador, cuenta con investigaciones previas sobre inundaciones en otras zonas de España, especialmente en Cervera del Río Alhama en La Rioja. La académica subrayó cómo las actividades humanas y la pérdida de vegetación natural en áreas mediterráneas han contribuido a agravar los impactos de estos eventos.
La comparación entre las experiencias de España y Chile permite extraer lecciones significativas para mejorar la gestión de riesgos en ambos países.
«Hay dos prácticas humanas que favorecen el riesgo de inundaciones. La primera y principal es la ocupación de zonas inundables debido al desarrollo urbano acelerado. La segunda es la eliminación de la vegetación natural que ayuda a mitigar los daños de estos eventos», destacó.
En relación con el rol de la reforestación y el manejo de cuencas, la Dra. Ianire Galilea explicó que la vegetación tiene un impacto clave en la reducción de la escorrentía y en la protección del suelo contra el arrastre de agua. Las raíces sujetan el suelo y permiten la infiltración de agua hacia capas subterráneas, mientras que el dosel vegetal «funciona como paraguas, disipando la energía del impacto de las gotas sobre el suelo». En este sentido, afirmó que la vegetación nativa es especialmente eficaz, ya que está adaptada al clima local, y puede regular mejor el flujo de agua, evitando que adquiera un volumen y velocidad peligrosos.