Ciencia y Sociedad

2021 y el inicio de una década para cuidar al océano con sus vitales papeles

Impulsar las Ciencias Oceánicas para el desarrollo sostenible de los mares del mundo, en el marco de la Agenda 2030 de la ONU, es el desafío para esta nueva década.

Por: Natalia Quiero 02 de Enero 2021
Fotografía: Raphael Sierra

Este 1 de enero comenzó un nuevo año y también la “Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible”. En el marco de la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas (ONU), lanzada en 2015, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el periodo 2021-2030 será clave para trabajar en el logro del número 14 sobre “Vida Submarina”, cuyo horizonte es conservar y utilizar sosteniblemente el océano, los mares y los recursos marinos, a través de 7 metas.

Ahí el punto, razón de ser y trascendencia de este decenio, ya que “4 de las 7 metas del ODS 14 vencieron durante 2020 y una vence en 2025. Los resultados no han sido esperanzadores”, advierte el doctor Paul Gómez, coordinador de Divulgación Científica del Centro de Investigación Oceanográfica Copas Sur-Austral patrocinado por la Universidad de Concepción (UdeC).

Se refiere a gestionar y proteger de manera sostenible los ecosistemas marinos y costeros, conservar al menos 10% de las zonas marinas y costeras en conformidad a políticas públicas nacionales y derecho internacional, reglamentar la explotación pesquera y terminar con la pesca excesiva y la ilegal, y prohibir ciertas formas de subvenciones a la pesca que contribuyen a la sobreexplotación (para 2020), y prevenir y reducir significativamente la contaminación en el océano a 2025.

Para la vida del planeta

El ODS y el decenio se plantean como las puntas de lanza para combatir y cambiar una lamentable realidad, de la mano del paradigma que se tenía en relación al océano, que ocupa el 70% del planeta y del que sólo se conoce el 5%, aclara. “Por mucho tiempo se pensó que el mar era inagotable en recursos, que podía servir de basurero porque nunca sería suficiente para afectarlo”, asevera. En efecto, “el ser humano ha impactado y está impactando a tal nivel el océano que hay un riesgo de que no cumpla o deje de cumplir las funciones que tiene”, advierte por su parte el doctor Osvaldo Ulloa, director del Instituto Milenio de Oceanografía (IMO) y académico del Departamento de Oceanografía de la UdeC, enfatizando que “se están produciendo cambios en el océano a nivel planetario y si no nos preocupamos ni lo enfrentamos ahora vamos a tener un océano que no es el que requerimos”. Es que ambos resaltan que las investigaciones y evidencia muestran que el océano, lo que se conoce de este, está contaminado y degradado, poniéndose en riesgo la vida de este componente fundamental para la vida; de la flora y fauna que allí habita, la de nosotros, la de la Tierra.

En los mares habitan miles de especies conocidas y con certeza quedan millones por descubrir (es el hábitat más grande del planeta), y proveen de vitales recursos naturales tanto minerales y energéticos (como biocombustibles) como alimenticios (es la principal fuente de proteínas) y medicinales, destaca el doctor Juan Placencia, académico de la Facultad de Ciencias y representante de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (Ucsc) en el Comité Oceanográfico Nacional.

Menciona los servicios recreativos, culturales y turísticos que también da. Por ello, el océano es un importante sustento de actividades económicas. En Chile, recorrido por 4 mil kilómetros de costa de norte a sur, el mar es un pilar para economías locales y nacional, donde los recursos marinos constituyen la cuarta fuente de exportación.
Si lo anterior ya es de un valor incalculable, más lo es que el océano es regulador del clima, añade. Este también absorbe el 23% de las emisiones anuales de dióxido de carbono (CO2) generadas por la actividad humana y por ello puede ser una solución fundamental para mitigar los efectos del calentamiento global y cambio climático, y, además, allí se produce gran parte del oxígeno que respiramos, por lo que es un pulmón el planeta.

Por todo ello, Placencia sostiene que por muy alejados que estemos de la costa y no veamos el mar, de una u otra forma lo que suceda allí nos afecta, pero también, de distintas maneras podemos estarlo impactando, directa o indirectamente. Asimismo, todos podemos y debemos ser parte de la solución, concuerdan los tres expertos. Y aquello, protegerlo y conservarlo, es el espíritu del decenio 2021-2030, el fin del ODS 14, la meta de la humanidad.

Un problema global que se debe mirar y solucionar desde lo local

Del océano se conoce una mínima parte de una inconmensurable inmensidad. Por tanto, hay una vasta cantidad de ecosistemas y biodiversidad inexplorados. También, los impactos de la acción humana comprobados son la punta del iceberg.

Así, el gran desafío de la “Década de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible”, si bien hay 10 específicos, es explorar los mares para conocerlos, entenderlos y así sus afectaciones, enfatiza Osvaldo Ulloa. Es que “comprender la magnitud del problema es necesario para poner en práctica soluciones más efectivas y proteger al océano”, sostiene Juan Placencia. Desde allí “impulsar la cultura oceánica en la sociedad a nivel personal, de políticos e industrias”, es imprescindible para el doctor Paul Gómez que resalta que lo clave es “provocar un cambio radical en el vínculo de la humanidad con el océano, donde se entiende y valora en relación con el bienestar humano y el desarrollo sostenible. Al océano no hay que temerlo, sino respetarlo y para eso debemos entenderlo. Por ello debemos aumentar los conocimientos científicos, desarrollar la capacidad de investigación y transferir la tecnología marina”.

Problemas globales

Que la Tierra tiene un gran océano con diferentes características es el principio básico de la cultura oceánica. Este, que baña tres cuartas partes de nuestro planeta, no tiene fronteras y sus daños tampoco.

Así, Ulloa precisa que “hay fenómenos ocurriendo a escala global muy preocupantes, como que el océano se ha estado calentando, perdiendo oxígeno y se están acidificando sus aguas”. “El CO2 que absorbe el océano ha hecho que el agua de mar se vuelva más ácida. A medida que la acidez del océano aumenta, su capacidad de absorber el CO2 de la atmósfera disminuye, lo que obstaculiza el efecto en la moderación del cambio climático. Al ritmo actual de emisiones de CO2, se prevé que la acidez aumentará de 100 al 150% a finales de este siglo”, advierte Gómez.

La contaminación por químicos, basura y plásticos (macro, micro y nano), que afectan las aguas y vida de las especies (que pueden consumir estos elementos) son otras de las severas problemáticas globales, añade Placencia. Un informe de ONU Ambiente de 2018 reveló que cerca de 13 millones de toneladas de plástico son vertidas en los mares cada año y la proyección es un aumento del problema por la pandemia de Covid-19, dado el incremento exponencial de producción y uso de insumos sanitarios como mascarillas y guantes desechables.

Todo se traduce en degradación y destrucción de hábitat, y amenaza a la biodiversidad. Lo mismo ocurre con la sobreexplotación de recursos marinos. Otras severas y latentes problemáticas.

Mirada local y unificada

Si hay algo en lo que coinciden los expertos es que el problema global tiene manifestaciones y magnitud de impactos variables según la zona del mundo, enfatizando que los retos globales deben abordarse con una mirada local, que se base en las propias realidades y necesidades para dar soluciones.

Paul Gómez resalta que, en Chile, cerca de 25% de la población habita comunas costeras de norte a sur cuyas economías dependen mucho de actividades vinculadas al mar. Y este es un laboratorio natural para estudios en biodiversidad, oceanografía y desarrollo de energía marina, una de las renovables de más potencial en el país. Ante eso, plantea que entre los principales retos para nuestro país está “tratar de garantizar el acceso a alimento (vía pesca y acuicultura) barato asegurándonos que no conlleve impactos en ecosistemas como los que generan la pesca de arrastre o cultivos superextensivos de salmón; investigar para comprender el nexo entre océano y clima, además entender los distintos impactos del cambio climático en el océano y tratar de buscar soluciones; y empezar a establecer planes de manejo en todas las áreas marinas protegidas que se han declarado”.

Desde ahí, Osvaldo Ulloa hace hincapié en que, para enfrentar la década por el océano y cuidarlo, hay que hacerlo como mundo y país de cara a los territorios, porque “los problemas los sufren y viven los habitantes de las comunidades costeras”, afirma, lamentando que se está al debe en la gestión y manejo bajo esta premisa. Por ello, el reto es que la toma de decisiones sea desde propuestas en las que converjan “miradas de todos los sectores de la sociedad, de manera participativa, inclusiva, unificada y descentralizada. Es decir, que no se hagan por los científicos por un lado y autoridades por otro, sin incorporar a la opinión ciudadana, sino todos unidos”, manifiesta Juan Placencia.

La convicción es que sólo así se podrá generar conocimiento y estrategias que lleven a soluciones pertinentes y efectivas, y, sobre todo, una real posibilidad de abrir los espacios para educar, concientizar y sensibilizar a toda la sociedad en su responsabilidad en las problemáticas y en su solución.

La contaminación acústica en el mar

La contaminación acústica por ruido antropogénico (de origen humano), por ejemplo causado por motores de embarcaciones de diversas magnitudes, es un problema de repercusiones en estudio, pero que pueden ser fisiológicas y de conductas como las de alimentación o reproductivas en las especies, advierte Paula Ruiz, magíster en Ecología Marina Ucsc e investigadora principal en Chile del proyecto internacional “Nuestro Océano en Covid-19”. Estudió el fenómeno y sostiene que se han observado cambios en invertebrados marinos y peces, pero lo que sucede en mamíferos marinos, especialmente ballenas, es un ejemplo alarmante sobre el impacto. “Recientemente, se halló que sus heces fecales sustentan las redes al dar gran cantidad de materia orgánica y recursos para los otros eslabones. Y estos animales utilizan el sonido para ecolocalizarse”. Y la gran cantidad de ruido puede interferir en su comunicación, reproducción y en que sigan rutas migratorias habituales, resalta.

Lo clave de combatir esta contaminación radica en que si las especies no se reproducen o alimentan, la natalidad y/o viabilidad de los organismos o individuos podría disminuir y así sus poblaciones en el ecosistema “y esto repercutiría en la red trófica, al haber menor cantidad de recursos disponibles en el ambiente”, afirma.

*Los 17 ODS: Son un plan de acción para erradicar la pobreza y lograr la prosperidad para la humanidad y el planeta a 2030, con 169 metas específicas de carácter integrado e indivisible.

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