Qué vergüenza de televisión tenemos. La cobertura de la TV chilena tras la muerte de la reina Isabel II, se asemeja al año de locura que vivimos después del arresto de Pinochet en octubre de 1998, con más imágenes de Londres, sus sedes institucionales y su policía que sus equivalentes chilenos, lo que culminó con la entrada de opereta de Pinochet por Pudahuel en víspera de la asunción de Ricardo Lagos.
Hay que agradecer a Isabel II por su partida elegante y oportuna, la que nos ha alivianado septiembre, ofreciéndonos una magnífica alternativa a toda la cosa huasa, dieciochera y estridente de cuecas, ramadas y milicos.
Por cierto, el requisito para el disfrute es seguirlo a través de señales internacionales, especialmente, la BBC y CNN, sin asomarse para nada a la televisión chilena.
Rafael Cárdenas