Señora Directora:
El jueves por la noche iba caminando junto a mi esposa, a eso de las 9 de la noche, por calle Aníbal Pinto, a la altura de San Martín. Hacía frío y aceleramos el paso porque nos ocurrió una situación de temer. Escuchamos gritos, con tono de amenazas y mientras más nos acercábamomos a la esquina de San Martín, divisamos a una persona que venía corriendo. Se trataba de un joven con mirada perdida y aspecto matonezco. Pasó rápido al lado de nosotros y más atrás, desde la oscuridad, tres hombres lo perseguían gritándole amenazas.
Uno de ellos quebró en el suelo una botella y con el filo le gritó a distancia que lo “iba a matar”.
Nosotros quedamos al medio de la escena, tenebrosa e irreal y también insegura. Aceleramos aún más el paso y doblamos en San Martín con dirección a Prat. Como siempre ocurre en este tipo de situaciones, no vimos a ningún carabinero en la calle para avisarles, pese a que caminamos varias cuadras más.
En suma, luego de las 20 horas, en el centro de Concepción no solo no hay transporte público, sino que hay una desprotección evidente y lo que antes era un grato paseo para caminar pasó a representar una frase hecha que le calza perfecto luego de las 8 de la noche: “Es tierra de nadie”.
Lo viví, sentí miedo y si hubieran querido esas personas nos habrían hecho daño. Todo, a una cuadra del edificio donde hoy funciona la Delegación Presidencial del Biobío. ¡A lo western!
Carlos Durán Tapia