Señora Directora:
Uno de los efectos colaterales de la pandemia es la incidencia en los bolsillos de las familias, más ante la (tardía) escalada de cuarentenas dictaminadas desde el gobierno. Dicho esto, una observación:
Para nosotros la forma natural de paliar las distintas crisis es a través de la entrega de ayuda a través de bonos, los cuales varían en nombre, cantidad y pirotecnia mediática según la coyuntura. No obstante, la lógica del cliente defectuoso al que hay que empujar para que siga consumiendo falla cuando, como ahora, dicho apoyo llega solo a algunos sectores considerados casi unilateralmente como más vulnerables. Es aquí cuando el Estado, en tanto mero instrumento despojado de síntesis social, deviene en un discriminador de realidades, monetarizando las necesidades de las personas. Cuando el reconocimiento cualitativo a la ciudadanía como parte integrante del país no cabe en la retórica asistencialista, lo cual se manifiesta en que los beneficios son escasos y selectivos, tenemos la confirmación de que el modelo de desarrollo impuesto a la fuerza ha fracasado. Aterrizado a lo local, Hualpén sigue mirando por la ventana.
Por cierto, el estudio de Fundación Sol recogido por este medio el 11 de junio, donde se informa que las FFAA reciben pensiones hasta cuatro veces superiores a las que proporcionan las AFP, da cuenta de que en Chile hay a quienes el paradigma heredado prioriza.
Fernando Fernández Ulloa