Señora Directora:
En días en que parece que todo gira en la búsqueda de respuestas o soluciones para avanzar en torno a las demandas sociales que se han levantado en Chile, me parece necesario hacer un contrapunto y resignificar el valor de las preguntas, como estrategia que nos permita estimular -en nosotros, en nuestros estudiantes, colaboradores y familiares- nuevas maneras de pensar, construir nuevos significados y proponer nuevos caminos para seguir.
Buenas preguntas motivan y generan curiosidad, estimulan el pensamiento crítico, amplían la comprensión sobre un tema, crean entornos de aprendizaje positivo, ¿no es acaso todo aquello lo que está a la base del desafío de generar oportunidades de aprendizaje y participación, en los contextos escolares, en las empresas y en toda organización dinámica, que aspira a ser eficiente y efectiva, que respeta las diferencias y valora el aporte de cada uno de sus integrantes?
Estamos en un tiempo propicio para la discusión, la investigación y el debate, pero para que esto realmente se transforme en un aporte y en una oportunidad, debe hacerse siendo capaces de abandonar tanto el absolutismo dogmático como el relativismo subjetivo, pues uno y otro solo han logrado polarizar nuestras conversaciones, sin permitirnos analizar los problemas en profundidad, cuestionar nuestros paradigmas o entender la realidad desde diferentes puntos de vista; alejándonos de lo verdaderamente importante, que es la co construcción de un país más honesto, solidario, inclusivo, accesible y respetuoso.
Estoy convencida que, si nos esforzamos en cambiar nuestras conversaciones, deteniendo un poco la expresión, para dar paso a las preguntas y a la escucha activa, crearemos un ambiente de reflexión que nos permitirá llegar a respuestas concretas, sistemáticas y perdurables en el tiempo, sin caer en la tentación de soluciones precipitadas.
Verónica Andrea García Luarte