Carta al director

Chile en Estado de Asamblea

Por: Diario Concepción 03 de Noviembre 2019

Un logro importante de la dictadura, prolongado en el tiempo, fue la despolitización del país. El miedo y el bombardeo ideológico en ausencia de contraparte permitieron imponer un pensamiento único que instaló en el centro de nuestras vidas a una gran mano invisible, intangible e infalible, el dios mercado.

Crecimiento, chorreo y consumo intoxicaron las mentes por muchos años. Se derrumbaron los valores y el individualismo atomizó la sociedad. Las élites políticas, más preocupadas de las bolsas y de sus redes clientelares, que de nuestros dolores e insuficiencias, nos deslumbraron el espejismo del desarrollo. Chile llegó a ser una típica sociedad de mercado en la cual todo tiene un precio, incluyendo la política, la cultura y los derechos de los ciudadanos, como la salud y la educación, pasaron a ser considerados como bienes de consumo. Bruscamente una sola chispa encendió la pradera seca desde hacía mucho.

La fe en el chorreo y el respeto por un orden tecnocrático resguardado por militares, élites económicas atiborradas de dinero y elites políticas incapaces de dar respuestas a una población abusada, se vino abajo y los ciudadanos dijeron basta. En pocos días los chilenos y chilenas de todas las condiciones han experimentado un proceso de repolitización notable que ha instalado dos agendas, una social y otra política. La social son sus demandas urgentes de mejor salud, pensiones, freno a los abusos, etc. y la política que apunta al cambio de modelo de desarrollo y a una Nueva Constitución.

Estamos entonces los ciudadanos frente a uno de esos momentos de la historia en que deberemos establecer una escala de valores, deberes, derechos y reglas del juego que perdurarán por generaciones. Esta es la hora entonces de emitir opiniones y expresar nuestras esperanzas. Estamos en Asamblea. Las constituciones cuentan con un articulado que, con cierto detalle, establece ciertas normas que permiten o prohíben, pero también están impregnadas de un espíritu que es quizás lo más importante porque constituye la base ideológica de la Carta Magna. En el caso de la de 1980 tal base es la protección de la propiedad privada y un modelo de desarrollo neoliberal, además de la mantención de un cierto orden inconmovible. El propio Jaime Guzmán, uno de sus principales inspiradores, reconoce que esa constitución fue pensada para ser intangible en sus principios fundamentales, cuando señalaba que esa constitución estableció determinados cerrojos y altos quórums para obligar que si ganaban elecciones otras tendencias políticas distintas no pudieran hacer las cosas de manera muy diferente.

El Presidente Piñera, quizá el mejor exponente y defensor del modelo económico y de sociedad que la mayoría de los chilenos desea cambiar, se resiste hasta ahora a aceptar que es necesario darnos una nueva Carta Fundamental. No sabemos por cuánto tiempo logrará resistir, pero este es un reflejo conservador muy propio de períodos refundacionales. De todas maneras, la ciudadanía discute a lo largo de todo Chile en cientos de Cabildos. Es un verdadero estado de Asamblea Nacional. Esta nueva Carta deberá contemplar un Estado unitario y a la vez profundamente descentralizado, plural, sin ataduras que le impidan formar empresas y provisto de capacidades regulatorias, en especial del sistema financiero, para impedir todo tipo de abuso. Creo también que una Nueva Constitución debiera estar impregnada y sustentada en ciertos principios y valores que constituyan su base. En primer lugar, la Igualdad como base de todo el sistema de normas que establezca no dando posibilidad alguna a que las leyes que de ella surjan permitan desigualdad de tipo alguno, sean estas étnicas, de sexo, clase, culturales, territoriales, etc. Asegurar el respeto a la Democracia como “conjunto de reglas (primarias o fundamentales) que establecen quien está autorizado para tomar las decisiones y bajo que procedimientos” (Bobbio). La Carta deberá asegurar el respeto absoluto y sin coartadas. Será por tanto inaceptable la eternización en los cargos de elección popular y se debiera establecer la revocabilidad de los mandatos. Principios también claves que debieran impregnar nuestra Nueva Constitución, un contrato social entre intereses, filosofías, culturas, etc. distintos, son la TOLERANCIA, la NO VIOLENCIA y no poner cortapisa alguna y facilitar los procesos de renovación de la sociedad. Ha llegado la hora, quizás por primera vez en nuestra historia, de que las chilenas y chilenos discutamos, es posible que no sin pasión, pero en paz y fraternidad cómo será el Chile que queremos y que incluya a todas y todos. No un Chile de unos pocos que gozan de todos los derechos, sino de un Chile cada día más grande y generoso.

Dr. Ariel Ulloa
Ex alcalde de Concepción

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